ASOLAS
















JAIME BONET BONET







A solas


Oraciones de un evangelizador





ISABEL Mª FORNARI
Editora



Fraternidad Misionera Verbum Dei




Autor: Jaime Bonet Bonet
Editora: Isabel Mª Fornari
Título: A solas. Oraciones de un evangelizador
Cubierta e ilustraciones: Miguel Oliver
Fraternidad Misionera Verbum Dei
Palma de Mallorca, 21 mayo, 2015







«La edición de este libro ha sido patrocinada por la Fundación Barceló en homenaje al Fundador del Verbum Dei, Don Jaime Bonet».






Dedicado de modo muy especial a Jaime Bonet, autor de estas oraciones y maestro de oración que, con su vida y sus escritos, nos evoca ¡cuán bueno es nuestro Dios «a solas»!

Con el afecto y gratitud de «la Familia Verbum Dei, conjunto de personas de todo estado y condición que viven ya nuestra espiritualidad en los cinco continentes», para que, bebiendo de la misma Fuente y unificados en la misma espiritualidad y misión, despleguemos la riqueza del carisma recibido.



UN HOMBRE
CON UNA GRAN VISIÓN PROFÉTICA


          
DATOS BIOGRÁFICOS DEL AUTOR




Jaime Bonet Bonet nace en el año 1926 en Alquería Blanca, pueblo de la costa sureste de la isla de Mallorca, cuya geografía lo familiariza con el mar desde su infancia. Cuando en 1940, a los catorce años, tiene la experiencia de su conversión piensa inmediatamente en rebasar los confines de la isla, surcar los mares con espíritu misionero y viajar infatigablemente por el mundo entero sin más deseo que el de compartir su experiencia de Dios.
Ingresa inmediatamente en el seminario y en 1952 es ordenado sacerdote y nombrado párroco de Mancor del Valle, un pueblo de montaña situado en el corazón de la isla de Mallorca, con el Santuario de Santa Lucía en la parte más alta, desde el que se divisan el mar, otras islas y nuevas tierras allende los mares. Con este espíritu misionero genera un movimiento apostólico del que proceden las primeras vocaciones misioneras.

En 1963 funda el Verbum Dei, una comunidad que comienza con un grupo de misioneras y que pronto se verá enriquecida con misioneros y matrimonios, conformando tres ramas con una misma espiritualidad e ideal de «traducir en vida propia la vida y doctrina de Jesús»[1], de avivar «reciamente en los corazones el aire impetuoso de una Iglesia naciente»[2], de responder al imperativo misio-nero de Jesús de hacer discípulos de todas las naciones y de actualizar «con el vigor de sus orígenes, la consigna de sus primeros apóstoles de dejarlo todo para dedicarse a la oración y al ministerio de la Palabra»[3].

Catorce años después de estos inicios, en 1977, impulsa la expansión misionera de la incipiente Obra fundando comunidades en los cinco continentes. A partir de ahí su vida discurre de puerto en puerto, de aeropuerto en aeropuerto, de comunidad en comunidad visitando, animando, configurando la fundación, que tras una breve historia de aprobaciones diocesanas, recibió en el año 2000 la aprobación pontificia, con el nombre de Fraternidad Misionera Verbum Dei.
Desde el año 2001, tras renunciar a ejercer las funciones de dirección de la Fraternidad, Jaime reside en el Centro Misionero de Loeches (Madrid). La publicación de este libro, dedicado a él de modo especial, es una muestra de la gratitud y el cariño que merece por haber consagrado total y fielmente su vida a Dios en la consolidación del proyecto misionero que Dios le confió. Su perfil de apóstol, misionero, evangelizador y su pasión por llegar hasta los confines de la tierra sin escatimar esfuerzos, sin evadir naufragios, sin decir nunca «no» a la más mínima insinuación del Espíritu lo hace comparable a esa barca que ilustra la cubierta de este libro. Es una buena metáfora. Algo de ello intenta reflejar este soneto: Esa barca es Jaime.

Esa barca desafiando los vientos,
ese bregar contra viento y marea,
ese decir «sí», sea lo que sea,
y ese no decir «no» a nuevos intentos.

De orilla a orilla, contadas a cientos,
por la ribera, de aldea en aldea,
predicando ese evangelio que crea
el resurgir de nuevos movimientos.

Solo «oración y evangelización»
son la energía de esa barca «a solas»,
cual pionera de nuestra embarcación.

Se calman las más encrespadas olas
porque en el «a solas» de la oración,
Dios va en la barca y es su rompeolas.






PRESENTACIÓN


En el ocaso de la vida de nuestro fundador, Jaime Bonet, este libro titulado A solas. Oraciones de un evangelizador ofrece una recopilación de algunas de sus oraciones escritas tú a tú, cara a cara, corazón a corazón, en casa y de camino.critas, no para ser leídas y menos aun publicadas, sino para ser compartidas «a solas» con Dios. Pero, como «nada hay oculto que no llegue a ser descubierto ni nada secreto que no llegue a saberse»[4], las publicamos por ser un acceso al interior de Jaime y un exponente de su espiritualidad contemplativo-misionera.
Tras conocer su escrito: «Pregón del evangelizador», estas oraciones se convierten en un acceso a la «Oración del evangelizador».y enseñar a orar es una de las tareas de los maestros de oración a lo largo de la historia de la humanidad. En los albores del cristianismo, los discípulos del Jesús orante le pidieron a su Maestro: «Enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos»[5]. También nosotros, como los discípulos de todos los tiempos, queremos saber cómo oraron nuestros maestros de oración. A las generaciones que no han tenido la suerte de convivir con Jaime les surge espontáneamente la pregunta: ¿Cómo oraba y cómo nos enseñó a orar nuestro fundador?

La respuesta a esta pregunta merecería un amplio estudio teológico de sus escritos. Pero algo más simple está a nuestro alcance. Para ello, invitamos a leer retazos de oraciones que dejó escritas en sus cuadernos de apuntes.
¿Cómo oraba Jaime? Los que convivimos con él lo recordamos entrañablemente orando ante el Sagrario. Con la biblia, un cuaderno, un bolígrafo y también con unas concordancias que le introducían a los temas de meditación, desde la lectura orante de la Palabra.
Esta sería la foto de sus diarias madrugadas de oración, con las que iniciaba su jornada ante el sagrario. «A solas», amasando y preparando el pan caliente que iba a servirnos. Siempre allí, siempre; siempre así. A los pies del sagrario, habitualmente empotrado en el centro de un muro esculpido con los cinco continentes y flanqueado por las imágenes del Crucifijo y de la Virgen. Una pequeña luz. Nada más. Nadie más. Horas y horas orando y escribiendo «a solas» una colección de cuadernos, custodiados actualmente en los archivos de nuestro Patrimonio histórico-espiritual, casi totalmente inéditos.

En esta colección de cuadernos dejó estampado su más auténtico autorretrato: su alma, su ser, su hacer, su «hacer hacer», su vocación y misión, su historia, sus crónicas y la esencia del carisma Verbum Dei. Ahí están reflejados sus pensamientos, sentimientos, luchas, ideales y sueños, fuente de una densa teología espiritual. Y de ahí están extraídas estas oraciones.
Son conversaciones íntimas y familiares que contienen la frescura de su vida orante, amasada en la mística del «a solas» con Dios, de la que brotaba su predicación.
Son un pequeño tesoro de su vasto legado espiritual, que se pone a disposición de la entera Familia Verbum Dei y de quienes aprecien la espiritualidad genuina de un evangelizador contemplativo-misionero, gestado y madurado «a solas» con el «Cuarteto de sus Amores»: la Trinidad y María, la Mamá querida.


 Isabel Mª Fornari (FMVD)
Loeches, 21 de mayo de 2015

ES una delicia creer en Ti

4-11-1990. Siete Aguas

Gracias, Señor, por la fe. Es una delicia creer en Ti, fiarse de Ti, confiar en Ti; poder dialogar en plan de amigo, tener absoluta seguridad de tu Amor infinito, de tu misericordia que se abalanza sobre la miseria, que hace, de la podredumbre y hojarasca, llama de fuego, hoguera que se convierte en luz y calor de Hogar.

Mi Dios, Amor completo, Amor plenificante, Amor de padre y de madre; Amor que por la mirada entrañable de María se hace personificado, personal y a la medida y capacidad de captación de nuestra pequeñez. Amor de esposo en el Espíritu Santo derramado abundantemente en nuestros corazones. Amor de brazos abiertos del amigo, del compañero inseparable, siempre pronto al abrazo, de un Jesús hermano, de carne y sangre, palpable.


2. «A solas» con Él

13-11-1990. Siete Aguas

Santa Misa en Siete Aguas. Preparación para el mes de Ejercicios. Es una prueba, no pequeña, de la confianza de Dios para con nosotros, estar una doceava parte del año, de todos los años, «a solas» en exclusiva para Él, «a solas» con Él. No para estar simplemente, sino para compartir: compartir con Dios amorosamente en plan de amigos íntimos. Donde Él nos abre su corazón, nos confía y declara todos los asuntos de su Iglesia, los designios del Padre. Donde el Espíritu de Amor nos manifiesta la situación de la diversidad de los miembros de Cristo, en sus urgencias vitales, cuya solución y remedio está en nuestras manos.
     
María, Mamá querida, entregada a todos y cada uno de tus hijos, los hombres todos, redimidos por la sangre de Jesús, eres el impulso, la fuerza, la constancia, el dinamismo y entusiasmo de nuestro «sí» ininterrumpido y feliz.


3. Como uno más, «a solas» con el Señor

15-11-1990. Siete Aguas

¡Cuántas gracias, Señor, has derrochado sobre mí! Actitud temeraria de mi Dios, abusiva, de dones y condescendencias, de misericordias y perdones, de fianzas y garantías, avales e hipotecas de todo un Dios que me rescata, adquiere, salva y redime a precio de su sangre. Gracias, Señor.

Gracias, Mamá querida, la principal causante y administradora de tanta bendición. Gracias por tanto mimo y consentimiento, que hasta me da vergüenza[9]. Con toda humildad y generosidad quiero corresponder.

Es un regalo inmerecido, después de veintisiete años de dirigir el mes de Ejercicios, tres y cuatro veces al año en estos últimos tiempos, tener la dicha de poder, con la comunidad Verbum Dei, como uno más, «a solas» con el Señor, participar de la oración, en secreto, cerrada la puerta de mi corazón, sin más dedicación que el diálogo íntimo, interpersonal, totalmente comprometido, en amor verdaderamente esponsalicio[10]. Yo solo pendiente de Él. Gracias, Señor. Gracias, Madre.

[…] Gracias, Señor, por poder iniciar estos Ejercicios. Quiero darme del todo, corresponderte del todo, ser tuyo del todo, parecerme más a Ti, llegar a confundirme contigo. Madre, en tus manos, como Hostia del altar, pongo mi vida y misión.


4. Quedarme «a solas» contigo

16-11-1990. Siete Aguas

Mi Jesús, excesivas preocupaciones desviarían mi fuerte conexión contigo. Hoy me has hecho la gracia de despedirme de todo y de abrazarme a Ti. Necesito de tu Persona, de una plena unión contigo. Una fiel correspondencia a tu insistente llamada me lo exige. Un amor de gratitud, de afecto creciente, de amistad sincera, injerta mi vida en la tuya para vivir la misma Vida.

Me siento uno contigo, pese a mis frecuentes indecisiones, demoras e indeterminaciones frente a la cruz, a quedarme «a solas» contigo, a que solo Tú y tus deseos cuenten en mi vida.

Pero me ilusiona, de veras, la vida escondida contigo en Dios, sin que nada ni nadie, ni mis pequeños caprichos, puedan distanciarme de un amor práctico, vivo y totalizante entre Tú y yo. Gracias, Jesús, por esta ilusión que has puesto en mí de ser uno contigo. Gracias, Mamá querida, gracias. Me siento infinitamente feliz con vosotros. No lo merezco. Gracias. Magnificat anima mea Dominum.


5. Avanzar pacientemente

16-11-1990. Siete Aguas

En esta primera jornada se da uno cuenta del entumecimiento de los músculos de la vida espiritual. El mecanismo espiritual está muy oxidado. Es necesario avanzar pacientemente hasta adquirir la elasticidad suficiente para un conocimiento inicial del Señor. Lo primero: «cuida tu propia vida, desentumece los músculos, lánzate sin miedo al Señor».

Mi Jesús, presente en mí, Uno conmigo, todo Eucaristía, todo acción de gracias. Mi Trinidad, presente en mí, todo Uno, Amor comunitario en mi pobre cuerpo de pecado, ánfora rota, admirablemente restaurada, admirablemente sellada con Amor y llena de Amor. Así es mi deseo, Trinidad Santísima.

Mamá querida, llena de Gracia, todo Amor, solo Amor. Copón de amores, sagrario vivo es mi cuerpo, que no puede quedar mudo, cual si fuere de oro o de plata. Mas, siendo de barro, del polvo de la tierra, siente, pregona y sabe a eternidad, al Amor que contiene. Pange lingua gloriosi corporis misterium. Expande, lengua mía, revela a todos los hombres el gran misterio eucarístico, trinitario, el Amor de Dios y de María en mí.


6. Manantial de amores

17-11-1990. Siete Aguas

Manantial de amores, cascada sonora, que saltas cantora a mi corazón, en lluvia de flores que caen al son de mil ruiseñores y entonan, cantores, eterna canción. Canción al Amor que en mi santuario, de mi pobre cuerpo de vil pecador, hará su sagrario, será relicario de mi gran Señor.

Trinidad querida, me rindo a tu Amor. Ya vivo al calor que das a mi vida, cuando en mí escondida respira tu ardor, quedando prendida, toda enardecida del vivo fervor de tu llama viva. Y en tu hoguera brilla, en lenguas de Amor, la escoria podrida de este pecador, toda refundida en tu resplandor. Gracias, mi Señor.

Gracias, mi Señor, mi Trío cantor, que de mis amores, eternos cantores, a los pecadores tornaste en amor. Santo, Santo, Santo, eterno Cantor, al que uno mi canto, mi canto de amor. Santo, mi Señor[11].


7. El tiempo me sabe a Ti

17-11-1990. Siete Aguas

Mi Señor Jesús, mi entrañable amigo Jesús. Otra vez lo experimento en mí y también en mis compañeros con los que comparto, compartimos, tu Pan de Amor: te excedes en Amor, ternura de Amor, delicadeza, mimo, derroche de Amor.

Este Amor es alimento de mi fe, de mi gozo, ya aquí y ahora, y de mi esperanza, como compendio, como esencia comprimida de tus amores.

Pudiera prolongar la velada contigo, me ilusiona. ¡Tú dirás! La experiencia me dice que es mejor hacer dos horas en la madrugada, tal vez como de un tirón, pues estoy más despejado para un diálogo íntimo contigo. En cambio ahora, al final de la jornada, estoy más rendido, más cansado... No obstante, muy a gusto me siento contigo. El tiempo se me escapa. Me sabe a algo superior a todos los tesoros y aun a todo lo creado. El tiempo me sabe a Ti. Por esto estoy tan a gusto. ¡Se me concedió estar contigo sin más!

[…] Mi anhelo es ser tu Palabra, pero no siempre hablar de Ti es hablar contigo. En cambio, hablar directa-mente contigo, así, familiarmente, muy amigablemente es uno de los mejores medios de propagar tu Reino: «fraternidades orantes».

Se trataría de formar «fraternidades orantes» unidas en tu Amor. De hecho, no solo como proyecto, sino con el testimonio vivo de tu Amor y de la oración. Unidos a Ti visiblemente, palpablemente con el fin de dar razón de la maravilla de tal revelación: ser como sacramento de la Trinidad, de la Iglesia, de tu Eucaristía. Dar sencillamente razón de ello para gozo completo de todos. Gracias. Ave María.


8. Gustar de las tres divinas Personas

19-11-1990. Siete Aguas

¡Qué bueno, mi Señor! Mientras la fe se dilata como la niña de los ojos, mi vida se fija y se clava en tu mirada seductora para quedar cautiva de tu semblante divino, indescriptible con rasgos humanos.

Toda mi miseria queda ahí volcada, como serrín en la llamarada de Amor que consume mi malicia para tornarla en Amor. En abrazo estrecho, apretado, como amor ninguno de la tierra, mi vida descansa, se recrea y rejuvenece en tus brazos. Una a una, me es dado gustar de las tres divinas Personas.

Así, Papá, te quiero querer como me quieres. Quiero y necesito abandonar todo mi amor en tu Amor que arde sin consumirse, pero que cauteriza y consume mis males. Beso tu frente divina y esta es hoy mi conversación y mis buenos días: un beso que no se despega en toda la jornada.

Mi Jesús, mi precio, mi sangre, mi rescate, mi Amor, […] tu gracia viste de lana mi frialdad y tibieza hasta quedarme hecho un «cordero» como Tú, capaz de quitar el pecado del mundo...

Espíritu de Amor, viento recio, torrente caudaloso de aguas vivas, río sin riberas de amores fecundos, de fértiles sementeras. Esposo fidelísimo, con el «sí, quiero» del triunfo esponsalicio perpetuado para la fiesta de hoy, de amores definitivos, de hogares en perenne ser, nuevos como brotes de olivo, como vergel siempre en primavera. Santo, Santo, Santo.


9. Vida de mi vida, razón de mi existir

19-11-90. Siete Aguas

Buenos días, mi Papá querido, no puedo dejar de amarte, de quererte con todo mi corazón y con todo mi ser.

Jesús, Tú me has cercado y me has pegado a Ti mismo; mi vida se sentiría partida, rota, separada de Ti, porque casi inconscientemente, pero necesaria y vitalmente, mi vida eres Tú.

En Jesús, Papá querido, te me acercas, me abres los brazos y me abres tu corazón. Me limpias con tu sangre, curas las cataratas de mis ojos, crónicamente miopes, y puedo verte con tus rasgos tan característicos, tan tuyos e inconfundibles: todo Amor, solo Amor, siempre Amor, misericordia infinita.

Eres, Papá querido, mi mejor garantía, seguro total. Poco alterará mi estado de ánimo todo cuanto no seas Tú, porque muy poco es ya para mí cuanto hay fuera de Ti. Poco cuenta, poco brilla y poco me atrae todo cuanto por Ti abandoné, no por propia iniciativa, discernimiento y decisión, sino por resolución tuya.

Y, aunque ingrato y pecador, estoy ya en tus brazos, al calor de tu infinito amor. Gracias, Papá querido, Vida de mi vida, razón de mi existir.


Jaime, me pongo en tus manos»

19-11-1990. Siete Aguas

Papá querido, tus derroches de Amor para conmigo subliman todo mi ser. Es algo tan inefable, inaudito, que lo veo de locura, me parece una barbaridad. ¡Como si me diera un vuelco el corazón y mi mente! La misma oración que te dirige Carlos de Foucauld: «Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea…», la siento como invertida. Eres Tú, Padre, quien te me das, te me confías, te pones en mis manos, en Jesús y en muchos de sus miembros. Y yo, con gran asombro, como consternado, escucho tu diálogo, hecho ternura de amor, locura de amor diciéndome: «Jaime, me pongo en tus manos».

Perdona, Papá, pero así es como lo veo. Tú me dices: «Haz de Mí lo que quieras, sea lo que sea te doy las gracias. Me confío a ti con todo el Amor de que soy capaz -¡oh, capacidad infinita!- porque tú eres mi hijo y necesito darme, ponerme en tus manos, con una confianza infinita, porque tú eres mi amigo, mi apóstol y misionero». Ojalá, Papá querido, pudieras complacerte en mí, tener en mí tus complacencias, como en Jesús, y pudiera ser tu hijo en el que te complaces. Sencillamente, no deseo otra cosa que brindarte mi cuello, como el hijo pródigo, para que, al echarte sobre mí, no caigas en el vacío, sino sobre mi miseria para dejarla cubierta de tus besos de Amor, de Vida, de Gracia, de Ti mismo; pues esta es la realidad que me brindas: tu Ser, todo Amor, solo Amor, invariable-mente Amor.

Mi variabilidad, volubilidad, inconstancia, fallos e infidelidades no perturban tu Amor que, más bien, como un vértigo, se abalanza sobre mí y cae en picado sobre todo mi ser, dejándolo, por eso, endiosado, entusiasmado, poseído, fundido en Ti.

Gracias, Papá, por tus gracias, por tus complacencias, que Tú mismo siembras en la ingrata tierra de mi corazón. Vi tu rostro, te conocí en Jesús, en Él te recibo todos los días, en Él te beso y abrazo efusivamente. Tu amor y tu fisonomía, tu imagen fraterna se me pega, emerge de mi lepra, resucita al calor del contacto con la Vida, me torna Cristo vivo.

Tu rostro materno, tu semblante de Madre me acaricia en María. Percibo tu dulzura, el tacto de tu mano que me salva, me eleva y me sublima, me cuida y me colma de Amor.


11. Verdadero diálogo entre amigos

19-11-1990. Siete Aguas

Mi Papá Dios, mi Papá querido, nada puedo por mí mismo, mas todo lo puedo en Ti. Nada hay imposible para Ti.

El hecho mismo de llevarme al diálogo contigo es la prueba más elocuente de una amistad preparada, predispuesta, querida por Ti, Papá. Y querida con todas las consecuencias y medios propios para ello: los Ejercicios, gran medio[12] de amistad en que, de hecho, se da la apertura de corazón a corazón: «Vosotros sois mis amigos porque todo lo que sé de mi Padre os lo he dado a conocer»[13].

Este conocimiento teórico-práctico de la mente y el corazón lleva a una respuesta efectiva y afectiva. Por una parte es diálogo efectivo, real, de hechos y por otra, es diálogo afectivo, vivencial, de vital comunión de vida[14]: «Cenaré con él y él conmigo»[15], compartiremos la Vida, el Amor. Es el conocimiento propio de Cristo con que Él se revela y se declara a sus amigos. Es declaración amorosa, fruto característico del diálogo sincero, humilde con Él.

Gracias, mi Papá querido. Gracias por el diálogo que, con o sin sentimiento, sabemos que es afectivo cuando es efectivo[16]. Esto es, cuando sigue las leyes de juego del verdadero diálogo entre amigos: sinceridad, verdad, confianza, fidelidad.

Tú, Mamá querida, das a mis diálogos con Jesús el calor y fruto propio de la genuina y normal conversación.

12. Responsabilidad de mi oración

19-11-1990. Siete Aguas

Entiendo, Papá querido, que todo diálogo contigo implica una gran responsabilidad. Pide necesariamente una respuesta porque, de tu parte, diálogo es propuesta, revelación, entrega, proyecto de Amor. Pero queda siempre a la espera de la respuesta libre y voluntaria; a merced de nuestra opinión, aceptación, adhesión y unión a lo revelado y propuesto, al proyecto de Amor. Implica, pues, de nuestra parte, la respuesta fiel, sincera y efectiva a tu diálogo y al contenido del mismo; esto es, implica responsabilidad.

Responsabilidad en la línea y nivel del Amor. Porque de Amor son todos tus designios, proyectos, propuestas e invitaciones, llamadas y misiones, confianzas y diálogos. Porque de Amor son tus confidencias y sueños, que siendo utopías amorosas para la mente humana son, a la luz de la fe, realidades, hechos, empresas llenas de trascendencia, lindantes con el infinito, rayando con los extremos de tu Amor.

Responsabilidad derivada de tus diálogos de Amor. Porque recibe el impulso, el impacto y la dinámica irresistible de tu mismo Amor: Amor creador y creativo; Amor redentor y liberador; Amor santificador, transparente de tu Amor siempre Vida. Y por eso, es responsabilidad vital en la dimensión del Amor, de tu Amor universal, gratuito, sacrificado. Responsabilidad, pues, sin limitación de ningún tipo en la línea y proyección del Amor. Es la respuesta y responsabilidad del mismo Jesús con el Padre.
Responsabilidad consagrada, en el orden de lo sagrado, espiritual, sobrenatural y sobrehumano. Responsabilidad de la Vida divina, de la Vida del mismo Dios. Esto es, respuesta, correspondencia, responsabilidad sobre Ti, Papá, que en Cristo te entregas y confías a mí y te me das, sujeto y sumiso a mi responsabilidad, a mi arbitrio, de acuerdo con mi correspondencia.

Tu suerte está en mis manos. Tu vida está bajo mi responsabilidad, tal como me entregas a Cristo, a Ti en Él, y a multitud de hijos tuyos, miembros del Cuerpo de Cristo. Papá querido, dame conciencia de mi responsa-bilidad, de la responsabilidad de mi oración.


13. La fragua del Amor

20-11-1990. Siete Aguas

El responsable es un «fogonero» de Dios, el que prepara la fragua del Amor.

Buenos días, mi Papá, mi Dios, mi Jesús, mi Amor con el que me desposé, con el que reafirmo mi matrimonio pese al sinnúmero de mis infidelidades. Buenos días, mi queridísima Mamá, cuánto me agradaría complacerte, ser tu complacencia; no salirme, ni por un momento de tu Hogar, atento y dedicado solamente a tus intereses, gusto y agrado; unido todo mi amor, tal vez como hoja seca del árbol de la vida que va rodando por la tierra o como tronco carcomido o como trozo de chatarra medio oxidada que, junto a la llama de tu Amor, al que me acerco muy de madrugada, se torna brasa, llamarada, luz, calor, vida.

Soy consciente del gran contraste entre mi vida y el calor de Hogar que abres en mí. Tengo miedo de no ser yo como agua, antagónica al fuego. Mas el agua, acercada al fuego, puede caldear el ambiente, hacer agradable la Casa de Dios, facilitar y hacer agradable el diálogo y la convivencia, y aun ayudar a mantener la casa limpia de inmundicia. Y todo ello sería ya suficiente para ofrecerte mi miserable aportación y colaboración, pues hasta el estiércol puede aprovecharse como combustible y generar fuego y calefacción.

Gracias, mi Dios, por la bella y fácil oportunidad -y hasta oferta- de participar en el fuego de tu Amor, en el calor vital de tu Hogar. Así, Papá querido, mi entrañable Jesús, mi incondicional Amor, me vas responsabilizando, ya muy de mañana, de la ambientación de este bello y amplio Hogar de ámbito internacional, con ansias y amores de mundo, de universo, de Fraternidad universal.

Gracias, mi Dios, gracias. No por mis méritos, sino por tu gran misericordia para conmigo y para muchos me salvas[17] y me entregas esta gran vocación y bonita misión, como de «fogonero», diría yo en nuestra habla vernácula familiar[18]. Y también la de «prender la luz» y la energía, la vida y el movimiento, cuando los pájaros despiertan al nuevo día con sus «Mañanitas»[19], cuando las flores abren su ojo, en iris de mil colores, cuando las estrellas disminuyen su volumen, estilo Juan Bautista, para dar paso al sol del Amor, al que sus amigos, los amigos de este Novio único, preparamos el camino haciendo, de nuestras vidas, puentes para que a Él llegue el tropel de discípulos. Gracias, Trinidad. Gracias, María.


14. Sequedad y desolación

20-11-1990. Siete Aguas

La sequedad, la desolación, el verdadero desierto, el desahucio de todo y de todos menos de Dios, lo cual sabemos por la fe[20].

Tal vez la sequedad y desolación sean de los momentos en que uno más se acerca al Señor y más en contacto con Él se sitúa[21]. Los sentidos no acusan ni detectan nada. Es mejor. Lo natural, lo humano, la materia no es el medio más adecuado para lo sobrenatural, lo divino, lo espiritual.

La firmeza de nuestro fundamento sobrenatural no está en los sentidos, de sí tan variables e inconstantes. La roca firme está en la Palabra de Dios: «Pero mis palabras no pasarán»[22], aun cuando pasen el cielo y la tierra... Y, ¡oh muerte feliz! «Los montes se correrán y las colinas se moverán pero mi alianza para contigo no se tambaleará»[23].

Para el que cree en Dios y cree a Dios es hasta[24] conveniente y ventajoso que se desmoronen los montes y que sucumban al valle las colinas, que el cielo se tambalee y que se cuartee la tierra, para experimentar la Verdad de la Palabra del Señor. Y no aspirar a lo no aspirable[25] y no apoyarnos en la nada y no buscar donde no hay. Y salir de nosotros y liberarnos de la mentira y del engaño. Solamente la persona que vive de fe es libre. Quien no vive de fe es un esclavo, se mete en un callejón sin salida y cae en una total frustración de la vida, que termina trauma-tizada.

«Madre de los creyentes que fuiste siempre fiel, danos tu confianza, danos tu fe»[26]. Que en la noche de los sentidos, de la misma razón y del saber de los hombres, mi vida sea solo y toda ella un rasgo y una huella de tu «sí».


15. Mirada llena de Dios

21-11-1990. Siete Aguas

Festividad de la Presentación de María. Se presentó María porque fue totalmente y siempre limpia de corazón. Se ofreció, se consagró, se dedicó, convivió con el Señor y convive eternamente.

Ser limpio de corazón y estar con el Señor, convivir con Él y estar consagrado solo a Él, total e íntegramente, es una misma realidad. María, limpia de corazón, vio a Dios y vio la mirada de Dios fija en Ella. Y esta mirada de fe de María en la mirada de Dios fija en Ella no fue jamás perturbada, desviada ni desconectada. Fue siempre, y sigue siendo, mirada llena de Dios, llena de la Vida divina, llena de Gracia.

Lo que impide la unión vital con Dios es la falta de limpieza de corazón. Y como la unión vital con Dios es el fruto propio de la oración, al no haber limpieza de corazón, se nos dificulta la oración y desconectamos de Dios. De ahí que nuestra Madre Iglesia, al inicio de toda oración o liturgia, propuso previamente limpieza de corazón, perdón de los pecados. El pecado es lo único que mancha y oscurece el corazón, privado de la Luz que alumbra a todo hombre, por su desconexión con el Señor.

Lo normal y espontáneo del corazón limpio es presentarse, ofrecerse, consagrarse al Señor. Es una necesidad vital, para la vida propia y la de los demás. Por esto, a la llena de Gracia, a la llena de Vida, no nos cansamos de repetirle: «ruega por nosotros pecadores, ahora y hasta la hora de la muerte». Porque, por la ceguera o miopía de nuestro pecado, nos exponemos a dejar al Creador por la creatura, a Dios por las personas y a menospreciar, postergar, demorar o condicionar nuestra consagración total y exclusiva a Dios.

Mamá querida, porque soy pecador, porque me confundo, porque me enredo y no logro esta consagración total y exclusiva a Dios, mi presentación decidida y definitiva solo a Él, ayúdame a limpiar más y más mi corazón. Ayúdame a fijar la mirada en la mirada de Dios fija en mí, para que desaparezcan las tinieblas de mi alma y exulte contigo en Dios mi Salvador. Ya desde jovencito pude fijar la mirada en esta fecha de hoy: tu presentación al Señor, tu entrega total y exclusiva a Él. Hoy, Mamá querida, llena de Gracia, sin mancha alguna, Inmaculada, con tu mirada en mí y la mía en Ti, me decido y determino a tener siempre limpio el corazón, para orar bien y estar siempre unido al Señor.


16. Mis grandes amores: mi «Cuarteto»

21-11-1990. Siete Aguas

Mamá querida, hoy al final de tu gran fiesta, no puedo menos que felicitarte. Mi felicitación es toda gratitud. Me siento indigno de mirar al cielo y presentarme ante los que yo considero y sé que son mis grandes amores: mi «Cuarteto» inseparable, la Trinidad y Tú, Mamá querida.

Cuanto menos os correspondo más unido a vosotros me siento, más os necesito. Sin duda, porque experimento mi incapacidad, mi flaqueza y debilidad, mi pecado y miseria. Y, correlativa y recíprocamente, vuestra infinita misericordia, este Amor que todo lo excusa, que todo lo perdona, que todo lo espera[27]. Es este Amor el que me recupera y me reconstruye sin cesar. Es el gotero, la transfusión o por lo menos el Amor con que me gestáis y amamantáis. Por todo ello, me siento mil veces tuyo, absoluta y exclusivamente.

No haría mención de cuanto pudiera ensombrecer tu velada, Mamá querida, ni poner notas en bemol en el coro mayor de la coral majestuosa y solemnísima que festeja tu efeméride. Pero sentiría muchísimo no tomar parte, aunque fuera detrás de la puerta. Y por eso, era necesario excusarme por mi presencia, si bien me sentía invitado por Ti. Y, si no en público, pero sí a tu oído, como perdido y disimulado entre tus hijos queridos y más dignos, poder hablarte y besarte sin que los demás lo adviertan.

Algo de egoísmo hay en este beso, además de mi sincera y eterna gratitud. Es la seguridad de que al besarte me contagias tu vida, tu gracia, tu humildad, tu fe y confianza. Y me regreso menos yo y más Tú. Y si no retorno lleno de gracia, sí me sé lleno de esperanza, lleno de luz, feliz de llevarme un rastro de tu semblante luminoso, que es lámpara para mis pasos y siempre aurora feliz de mis noches.

Este encuentro contigo, en este sexto día de Ejercicios que me preparaste, es mi mejor cena. El sagrario iluminado en estos momentos y tu imagen en la penumbra es la lección que de Ti aprendo como alumno de tu escuela. Cuanto mayor sea mi sombra más resaltará la luz de mi Jesús. Pienso que en lo que me resta de vida en este mundo, mi mejor situación y oficio sería dar relieve al «Cuarteto» de mi amor. Gracias, Mamá querida.




17. Júbilo inefable

22-11-1990. Siete Aguas

Progreso de la oración: júbilo inefable. Hoy, fiesta de Santa Cecilia, San Agustín comenta el salmo 33 (32): «¡Gritad de júbilo, justos, por el Señor! De los rectos es propia la alabanza. ¡Dad gracias al Señor con la cítara, salmodiad para Él con el arpa de diez cuerdas, cantadle un cantar nuevo, tocad la mejor música en la aclamación!»[28].

San Agustín da aquí una bella explicación del proceso progresivo de la oración o diálogo con Dios. El santo se detiene en el sentido de la palabra «júbilo», como sentimiento profundo del gozo del corazón, que los labios y las palabras no pueden expresar, porque es el efecto del gozo del trato con el Señor, que es «inefable». De manera que toda palabra, conversación, explicación y aun toda canción aclaratoria sería inadecuada para revelar al «Inefable» y el gozo que comunica Dios al alma fiel que ¡no puede con tanto júbilo!
     
Aquí se expresa este gozo, esta gratitud, este «cantar nuevo». No por palabras, de por sí ineptas, sino por el canturreo de júbilo. El que está lleno de gozo deja de hablar, pues las palabras no salen, ni alcanzan a expresar su gozo que -de algún modo- solo es expresado por el canto de júbilo. Por un «re-canto» sin palabras con que se da rienda suelta con notas y trinos y variedad de tonos improvisados, al gozo inaudito, nuevo, inefable, inmenso y como infinito al que lleva la genuina oración: trato, diálogo, afecto, contemplación amorosa y experiencia personal del Señor, que es júbilo del corazón.
En esta línea está la oración litánica -bien entendida y mejor bien cantada- como proceso progresivo del verdadero y fiel ejercicio de oración. Primero, oración vocal o de conversación; luego meditación, oración afectiva, oración de fe; finalmente contemplación amorosa y oración de unión transformante. El júbilo del corazón, el «cantar nuevo», sería […] consecuencia y efecto de la asimilación del primer fruto: el Amor-Vida que da el Esposo al alma fiel, sinceramente enamorada y que se traduce en fecundidad espiritual, que se difunde, irradia y expande por generaciones. Es el estallido de júbilo de María al recibir, ponderar y gustar el Amor en su corazón.

Entonces, la vida comunitaria, la genuina vida apostólica es feliz y eficaz. Es, primera y principalmente, revelación del Amor y del contagio de Dios. Es expresión de un gozo inaudito, nuevo e inefable que, personal y comunitariamente, se expresa y revela con júbilo salido del corazón. No de motivos o razones terrenas o humanas, sensuales, sino de motivos que vienen del Invisible, del Inmenso, del Inefable, del Infinito. Júbilo propio de los que siguen al Cordero sin mancha, de los fielmente consagrados, dedicados de corazón al Amor fontal, al Dios de la alegría, de la Vida y del Amor, a nuestro Dios, Uno y Trino, por medio de la Virgen, la Mamá querida.


18. Madre de la Vida

22-11-1990. Siete Aguas

Mamá querida, eres casa de Dios, morada de Dios. Porque le amaste vino a morar en Ti la Trinidad. Eres Amor pleno porque todo el Amor y solo el Amor habita en Ti. Por eso, eres Vida, la Vida, el Amor. Eres generadora de la Vida, Madre de la Vida, que en Ti germina, florece, grana y se multiplica.
                                                                                            
De acuerdo, Mamá. Quieres que sea continuidad del que es la Vida, nacida, nutrida, repartida y multiplicada en tus manos. Así me quieres: casa de Dios, morada de Dios, morada de la Trinidad, Amor pleno, hasta que todo el Amor y solo el Amor habite en mí. Por eso, quieres que todo mi ser se transforme en la Vida, en el Amor generador de la Vida y en padre y madre de la Vida que has sembrado en mí, para que germine, florezca y dé fruto que permanezca. Vida-Amor que se multiplique por generaciones.

Di por mí[29], Mamá querida, tu Fiat, hágase en mí según me indicas. Ayúdame, pues, Mamá a erradicar de mí, a extirpar de raíz, cuanto no es tuyo en mí. Elimina y extirpa la vieja herencia del mal; todo virus de carne, que impediría generar Vida sana, abundante. Ayúdame a vencer y superar, a abandonar para siempre, todo apetito sensual, carnal, mundano. Que triunfe plenamente el Espíritu en mí, con todos sus frutos. Que sus dones eclipsen y trasciendan en mí toda sabiduría humana y fuerza puramente intelectual para penetrar en el corazón de Dios, en la infinita y eterna sabiduría. Contágiame, Mamá querida, tu facilidad y liberación total para ponderar ampliamente en el corazón los insondables designios de Dios, con un Fiat permanente, definitivo.

Mamá querida, no te lo pido por mí, sino por tu Hogar; por tus hijos, mis hermanos innumerables, que tienen que nacer de mí, del Amor puro, santo, perfecto en mí y -en mi escuela- formarse, divinizarse, conocerte a Ti y a la Trinidad Santísima. Por esto no puedo tener escuela propia en propiedad, sino que debo enseñar el «Nombre de Dios», dándolo a conocer en tu escuela, en la del Maestro de la Verdad, de la Vida, del único Camino. Camino, Verdad y Vida formado en Ti, por Ti y contigo, desde el principio hasta el final, hasta el cumplimiento fiel de su misión: «todo está cumplido», delante de tu presencia, Maestra única, más allá aún a continuación del Maestro.

Así que, de tu mano, Mamá querida, no quiero, no puedo desprenderme ni un momento, ni ahora, ni en la hora de la muerte, ni después de esta muerte hasta más allá de esta vida. Contigo, Mamá querida, siempre y después del tiempo, en la eternidad, para que todos tengan Vida, la tengan en abundancia y conociéndote se consagren. Y por Ti y en Ti conozcan al Amor-Vida que te dio la Vida-Amor, para que Tú, Mamá querida, fueras Madre del Amor-Vida.


19. Junto a Ti, Mamá querida

24-11-1990. Siete Aguas

Gracias, Mamá querida, me siento muy a gusto en la madrugada de este sábado. Antes de que asome el día, ya es día en mi alma, por tu favor. Porque Tú has abierto la puerta, apretando en la tuya mi mano torpe e indecisa, para entrar en convivencia amorosa con todo mi «Cuarteto».

«Si alguno me abre la puerta, si alguno me ama...»[30]. Y Tú, Mamá querida, tiras de mí y tiras de la puerta. Y preparas la mesa. Y es buena la cena. Y pones Tú y sirves Tú el plato suculento y la bebida de grado embriagador: el Amor que enloquece, que arrebata, que libera y que droga, que crea verdadera dependencia. Siento esta aurora de tu sábado como un despertar de la semilla enterrada, como el polluelo que picotea la cáscara para nacer, como el capullo que empuja los pétalos para ser flor y vestir sus galas y repartir aromas de gratitud por toda la pradera. Porque fiándome totalmente de Ti, Mamá querida, y jamás de mí, cantaré a dúo contigo y a coro con tus hijos un Magníficat sin fin a la Trinidad Santísima.

Solo por Ti, Mamá querida, sé andar en la Vida de mi Dios. Me siento como Jesús pequeño. Mucho sabría Él del calor de tus manos, de la fuerza de tus brazos, del refugio de tu regazo, de la dulzura de tus labios y mejillas, de la serenidad y paz de tu semblante, de la comprensión, compenetración y acogida de tus ojos. Eres, Mamá querida, el mejor regalo de la Navidad.

«Una mujer -diría el Padre- solucionará tus problemas, acabará con tu enfermedad, aplastará cuanto de virus y herencia del pecado haya en ti».

«Sígueme -diría el Hijo, Jesús- continúa los misterios de mi Amor. Tus pecados serán luz, te dará a luz mi Madre. Es ya la tuya: Ahí tienes a tu Madre».

«El Espíritu Santo es derramado en mi corazón, en todo mi ser. Y, amorosamente, como el Novio a la novia, me dice: «Ven. Que la Esposa, Madre y Maestra de todos y de todas me dé tu sí, pronuncie cuanto tú no podrías ni acertarías, y como en Ella, formaré en ti a Jesús».

Por esto, Mamá querida, de tu mano, bajo tu mirada, con la fuerza de tu brazo, con el calor de tu corazón, con la firmeza, serenidad y dulzura de tu semblante, sigo avanzando por la vida. No preciso saber más, no me es necesario sentir, ni pido tampoco ver. No quiero buscar más garantías. Sencillamente sé de Ti, María. Percibo tu presencia. Conecto con tu mirada, quiero dirigir mis ojos y mi vida donde miras Tú, proyectar mi mente donde Tú piensas. Quiero aplicar todo mi corazón donde se posan tus amores. Sé que somos uno. No puede ser de otra forma porque Tú me formas, Tú me creas y recreas, Tú me gestas y me das a luz, me haces crecer, me nutres y desarrollas de tu plenitud de Gracia, de Vida-Amor; sencillamente porque en Ti, por Ti, desde Ti y contigo, la Trinidad Santísima despliega todo su saber, todo su poder, todo su Amor.

Junto a Ti, Mamá querida, siento la liberación del pecado como Juan Bautista, cumplidos mis mejores anhelos como Simeón y hasta el triunfo mayor que el fracaso como los novios de Caná; pero además[31], sí que contigo puedo deportivamente saltar a la cruz y sumer-girme en el Amor eucarístico, hacer Iglesia y formar el «Quinteto» del Amor, contigo y la Trinidad Santísima.


20. Mi Rey y Señor

24-11-1990. Siete Aguas

Mi Jesús, mi Rey y Señor, mi amigo y compañero, que compartes todo conmigo.

Me doy cuenta de que quieres, ciertamente, compartirlo todo. Es señal de sincera amistad. A tus amigos quieres tenerlos al corriente de la vida y salud de todo tu Cuerpo, de todo tu reinado. ¡Cuánto me ilusiona que reines plenamente en mí, en mis hermanos y en todo el mundo!

Este triunfo y crecimiento tuyo en mí implica que siga y entienda la paradójica elevación de tu cruz, que fracase yo escandalosamente, temerariamente, para que tu Reino, con sus valores y categorías, consiga el objetivo de tu gran amistad para conmigo.

¡Qué bien, mi Jesús, si ya llegara la hora! La hora por ti deseada, a la que apuntabas pese a tu turbación y que, no por tus fuerzas sino por la oración al Padre, solo y abandonado de los tuyos, pudiste emprender y llevar a término. Rey y reinado tan contradictorio, irrisorio, humanamente catastrófico, pero suprema glorificación del Padre.

Por tu obediencia a sus designios, aquí me tienes, Jesús, quiero que reines de verdad. ¡Tal fuera mi misión!




21. Duro es el combate

25-11-1990. Siete Aguas

Fiesta de Cristo Rey. Duro es el combate de la vida espiritual mientras uno no se ponga detrás de Cristo para seguirle a Él.

Gracias, Jesús, mi querido Jesús. Gracias por haberme tirado del caballo cada vez que he querido montarme en él y ser yo el jinete. Gracias, Jesús. Gracias Mamá querida, por estar siempre Tú en el camino y haberme tendido la mano, por haberme rescatado del polvo y haber curado mis heridas. Por eso, mi Jesús, gracias por poder hablar y dialogar contigo ahora. Gracias por la ilusión primera que siento en mí, por mi alegría juvenil de seguirte, de ser tu amigo, de que Tú lo seas todo para mí: mi vida y mi muerte, mi fracaso y mi triunfo, mi día y mi noche, mi riqueza y mi pobreza, mi pasión y mi resurrección, mi supremo gozo y alegría.

Por esto, por favor Jesús, ve Tú delante siempre. Manda Tú. Haz que yo sea solo tu seguidor, tu admirador, tu imitador fiel, pendiente siempre de Ti, solo de Ti, con la misma actitud que tuviste Tú con el Padre, desde tu encarnación hasta tu vuelta a Él. Porque Tú me envías, todos los días, minuto a minuto, como Él te envió a Ti.

Venga tu Reino incesantemente sobre mí. Que viva siempre tu Reino en mí, conviviendo con vosotros, adorable Trinidad, querida Trinidad, en compañía de mi Mamá querida, sin la cual no acierto a dar un paso. Y en esta feliz convivencia, conocer, experimentar, saborear las dulzuras del Reino.

Y sobre todo, mi queridísimo[32] «Cuarteto», prenda de mi corazón, mi tesoro ya único, que pueda anunciar y pregonar, proclamar y propagar a los cuatro vientos por los cinco continentes, a todo pueblo, raza y nación este Reino. Reino de Amor vivo, de Vida inmortal, que es Amor. Gracias por invitarme a participar ya de tu Reino. Gracias por invitarme a compartirlo, a fundar tu Reino por toda la tierra, entre todos los hombres y en todos y cada uno de mis hermanos. Para esto me habéis llamado, para esto es la vocación y misión que me reiteráis todos los días y por la que lo invertís todo y os entregáis a mi disposición. Os ponéis todos los días en mis manos para que todos los hombres tengan vuestro Reino, vuestra Vida, vuestro Amor. Gracias, Trinidad y María.


22. Pasaron cincuenta años

25-11-1990. Siete Aguas

Conversión en diciembre del año 1940[33]. Entré en el Seminario el segundo trimestre del curso l940-1941.

Gracias, mi Rey, Señor y Amigo. Pasaron cincuenta años desde que percibí tu mirada sobre mí. Gracias. Infinitas gracias por estas bodas que, en diciembre próximo, podré renovar, reconstruir, consolidar como alianza eterna. Feliz año jubilar -para mí- de bodas de oro continuas.

Purifícame, más y más, en el crisol de la humillación, para que solo quedes Tú en mí y seamos uno, como Tú eres uno con el Padre.

Gracias porque me mantienes la ilusión de aquella primera mirada recíproca, de aquel amor mutuo, de aquella alianza y entrega que Tú has hecho irreversible y definitiva.

Gracias por la mayor conciencia de la vocación y de la misión, por el más vivo conocimiento de Ti y de mí; de mi nada y de tu todo; de mi pecado y de tu gracia, de mi miseria abundante y de tu misericordia que no tiene fin y que me supera y desborda. Gracias, sobre todo por la amistad creciente con la Trinidad y María.


23. Cincuenta años de mi conversión

26-11-1990. Siete Aguas

Buenos días, mi Jesús, Mamá querida, Esposo de mi alma, Papá tierno, dulce, todo perdón y Amor, que me cautivas y seduces. No puedo menos, mi «Cuarteto» entrañable, mi sustancial Familia, mi pandilla inseparable, mi todo definitivo y eterno, que concelebrar con vosotros, lleno de gratitud, estas bodas de oro.

En diciembre próximo hará cincuenta años de mi conversión, que quiero sean de pura esencia divina; no de oro, diamante o metales preciosos, sino de gracia de ley, de vuestra pura voluntad. Bodas de solo Amor. Cincuenta años con vosotros, con los nubarrones que fueren, pero siempre muy agarrado a vuestra infinita bondad, sin desabrochar el cinturón de seguridad, sin abandonar la Casa, el Hogar, ni los hijos. Ciertamente, cincuenta años.

Aquí, a ras de tierra, tienden como a una jubilación, retiro, descanso. Todo esto y mucho más me supone hoy a mí, pero en sentido opuesto: «Jubilación»: júbilo, nuevo y creciente, como de primavera. «Retiro»: situarme cada vez más «a solas» con vosotros, para un hogar más fecundo, más jubiloso, de mayor bullicio y movimiento, de algarabía celestial. «Descanso»: descanso exterior con infinita activi-dad interior, como los granos en el surco, como la noche orante, como una galaxia en silencio, como los trigales de cabeza madura y meditabunda, camino de las mieses y del altar.

En realidad, estos cincuenta años, desde el primer guiño, desde el beso inicial, desde el abrazo fuerte, sincero, desde la total declaración de Amor, no son más que como la primera letra, la inicial, del prólogo de la Vida. Es la letra que intenta marcar en todo mi ser el diseño de tu Palabra, Palabra del Padre por los hombres a los hombres, tu mismo Amor en mi carne, a toda la humanidad. De ahí la íntima relación vital y existencial, ciertamente entrañable, con María, la Mamá querida y el despliegue del Amor trinitario por todo mi ser.

Que mi corazón sea ya definitivamente[34] un surtidor perenne, abundante, de este Amor vivo, de gratitud creciente sin fin. Cincuenta millones de años serán el inicio de la fiesta eterna. Gracias.


24. Por un clavo se perdió una herradura

26-11-1990. Siete Aguas

Ciertamente, la desobediencia es la raíz de todo pecado.

Pero el pecado que advertimos, del que nos damos cuenta y que nos duele normalmente o con toda seguridad, va precedido de una cadena de desobediencias a la oración, a la fraternidad, al trabajo y a los «medios» prácticos para estar en forma en la fidelidad a la voluntad de Dios y seguimiento de Jesús.

Lo terrible es esta cadena de desobediencias a los «medios» de vida por los que viene el Amor. «El que cumple mis mandamientos, el que hace la voluntad del Padre ese es el que me ama»[35].

El no obedecer a tal cantidad de detalles, ya rutinarios y semiconscientes, a base de una moral subjetiva, arbitraria, de conveniencias, acarrea las grandes catástrofes y pecados mortales. Es decir que, sin la obediencia a los «medios» para vivir la gracia y para ser discípulo de Cristo, será uno gran pecador y probablemente un Judas.

Por un clavo se perdió una herradura. Por una herradura se perdió un caballo. Por un caballo se perdió un caballero, una batalla y toda una nación con cantidad de hombres. De ahí la importancia en obedecer los detalles de oración, ascesis, fidelidad al Espíritu.


25. Fidelidad detallista

26-11-1990. Siete Aguas

Fidelidad en los inicios de la llamada. Fidelidad a los medios aparentemente insignificantes.

Dame, Mamá querida, una fidelidad detallista y minu-ciosa, delicada, atenta y agradecida al Espíritu Santo. Ayúdame a esta respuesta, pronta, inmediata y tajante a sus insinuaciones.

Ayúdame, Mamá buena, a cerrar todos los accesos de la carne, de la sangre, del mundo y de los hombres, para percibir siempre las llamadas, advertencias, avisos y reclamos del Espíritu. Ayúdame, Mamá, a cortar de tajo, sin demora alguna, total y radicalmente, las ofertas e invitaciones de los frutos de la carne: de pensamientos, palabra u obra, ya en el primer indicio o asomo de su presentación, exigencia o recuerdo. Y tiéndeme la mano para llevarme y ser pronto en acoger y aprovechar al máximo los frutos del Espíritu, para guardar el calor de Dios, con atención a las fugas y grietas.

Hazme, Mamá, a semejanza tuya, huerto cerrado en el que solo el Amor a Dios y a los hermanos se siembre en abundancia, sin que acepte jamás otra semilla en la tierra de mi alma, en mi mente, en mi corazón, en mi memoria e imaginación, en mis ojos y en todo mi ser.

Porque así como los fracasos y grandes catástrofes dependen a menudo de las infidelidades, los grandes logros y éxitos de Jesús en nosotros dependen de la fidelidad detallista, delicada y atenta a las pequeñas insinuaciones del Espíritu: «Porque fuiste fiel en lo poco…»[36], así se da la entrada en el Reino y en el gozo. En cambio, porque no se aprovechó y no se hizo rendir lo poco, se acarreó la desgracia e inutilidad en lo mucho para siempre. La atención y fidelidad en los detalles salva la Iglesia.


26. Compañeros inseparables

28-11-1990. Siete Aguas

Buenos días, amigos fidelísimos, compañeros insepa-rables. Papá queridísimo, para Ti es esta jornada íntegra, toda mi mente, corazón y fuerzas. Inúndame de tu infinita misericordia. Gracias por la recreación de todo mi ser y haz que no se salga de tu servicio.

Mi Jesús, mi libertador y fiador total. ¡Cuánto has pagado por mí, y cuánto y cuánto has vuelto a pagar! La paga, el abono vale más que lo adquirido. Tu Amor de cruz, de eucaristía, supera todos los valores de este mundo. Soy ciertamente adquisición tuya.
Nada hay bueno en mí que no lleve tu sello. Haz que todo mi ser sepa a Ti, hable de Ti, te revele y te contagie. Amor, mi Amor, ¡cuántos remiendos y parches en mi vida, cuántas transfusiones y operaciones, cuánto oxígeno y aire puro has tenido que derrochar!

Ayúdame, Espíritu de Amor, a respirar a tu aire, a ser santo para que cuantos me rodean se santifiquen. Que todo este día sea para mí un altar y sea mi existir una ofrenda sagrada de comunión.

Mamá querida, cógeme fuertemente de la mano, no me sueltes ni un segundo. Solo prendido de Ti para guardar fidelidad. Gracias.


27. Convirtiendo mi tiempo en redención

28-11-1990. Siete Aguas

Gracias, mi Señor, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Gracias, Mamá querida. Me parece excesivo todo lo que me dais. Bien sé que no merezco nada de cuanto me reserváis y me confiáis, conociendo mi pobre miseria.

Tal como soy, me pongo de nuevo en la patena, que tantas veces he elevado en mis manos. El pan sí se ha ofrecido para ser Jesús. No tanto mi pobre vida que, a diferencia del pan y el vino, no ha podido recibir tal transformación ni alcanzar ser carne y sangre de Jesús.

De nuevo, Señor, reclamas mi consagración sincera, total, definitiva. Así lo siento y deseo de veras en mi corazón. Me humilla verme tan falto de virtud, de vida coherente a pesar de tanta gracia recibida y de tal derroche de confianza de tu parte para conmigo.

¡Cómo quisiera suplir con fuego de Amor tal desproporción, convirtiendo mi tiempo en redención abundante para mi pobre alma y para tantos hermanos que reciben la influencia de mi conducta positiva o negativa!

Por todos ellos ruego y me consagro de nuevo a Ti, Santísima Trinidad, por manos de la Mamá querida.


28. «A solas» contigo, mi Jesús

29-11-1990. Siete Aguas

Estar «a solas» contigo, mi Jesús, sin la influencia del mundo, sin que me pueda la opinión y la mirada de los hombres, ni mi carne ni mi sangre, significa aplicarte todo mi ser a Ti, a tu Cuerpo.

No vengo, Jesús, a pedirte, ni a cumplir, ni a reclamar tu fuerza y apoyo, ni a desahogarme o recrearme. No, mi Jesús. Mi obligación es aplicarte todo mi amor, hecho bálsamo, medicina eficaz, transfusión de vida, trasplante de mi piel y de mis carnes, de mi corazón y pulmones, sobre tu Cuerpo roto, mutilado, terriblemente inerme en sus miembros más vitales. Mi tiempo, Jesús amado, es quirófano continuo. Mi mente es aplicación de mis cinco sentidos y de toda mi capacidad sobre tu situación, para cortar y extirpar, con mis manos muy limpias y desinfectadas, todo tumor y plaga purulenta en todo tu Cuerpo.
No puedo enredarme en inútiles sentimientos o comentarios. Mi comentario, mi criterio, mi decisión eres Tú. Los otros, expectantes fuera del quirófano, mirando y comentando los pros y contras de las intervenciones que Tú me pidas o me insinúes, ya no pueden llegar a mi mirada fija solo en Ti, ni a mis oídos, atentos a tus gemidos y reclamos, ni a mi corazón, conectado al tuyo para compartir contigo mis latidos y todo el impulso de mi corazón; de todo mi amor volcado en todo tu ser.

Mi Jesús, mis horas y momentos pueden ser, son de vida o muerte para Ti en multitud de miembros de tu Cuerpo, pendientes de tu cuello, místicamente conectado a tu cerebro, a tu cabeza, que es mi cabeza, que es mi propio ritmo vital. Por esto, Tú, Jesús, eres mi horario, el programador de mi día y de mi noche, de mi dormir y mi vigilar, de mis comidas y ayunos, de mi salud y enfermedad, de mi vida y de mi muerte.

Por esto, no tengo, no puedo tener proyectos, programas, calendario, agenda propios. Mi libro de cuentas eres Tú, todo tu Cuerpo. Tú, mi examen a mediodía, por la noche y a cada golpe de reloj. De mis vicios y pecados ya no sé; de mis virtudes y vida de perfección casi ni me acuerdo. Perdona, Jesús, pero mi mente, corazón y fuerzas eres Tú.


29. Participar de tu oficio de Madre

29-11-1990. Siete Aguas

Trinidad amadísima, ando como a la deriva de vuestro querer, de vuestro amor. No me interesa nada propio. No puedo nada, no tengo nada, no sé nada. Fácil y oportuno me es andar a vuestro aire, bailar a vuestro son. Es para mí la mayor liberación, el mejor descanso en este mundo, a impulsos de vuestro Amor, al ritmo de vuestro plan redentor, de acuerdo a la necesidad del Cuerpo de Cristo, empeñado en la salvación y consagración de los hermanos.

Mamá querida, decir sí al Padre, sí a Jesús, sí al Espíritu, que resulta un sí a mis hermanos, es asemejarme más y más a Ti, volcarme en tu Hogar y participar de tu oficio de Madre, con tu Amor humilde, escondido, gratuito, generoso, feliz, participando de la felicidad de los hijos por generaciones. Gracias, Trinidad Santísima. Gracias, Mamá querida.


30. Con tu imagen del Crucifijo

1-12-1990. Siete Aguas

Se acercan, Señor, los cincuenta años de tu llamada, mejor diría de mi respuesta. Porque tu llamada creo que empezó algo antes de mi uso de razón.

Mas, del interés que despertaste o conseguiste en mí por Ti, por tu Persona, pronto se cumplirán los cincuenta años. Este tiempo, Señor, me estremece, me sensibiliza fuertemente, me emociona, me encanta, me hace muy feliz. Ahí arranca mi encuentro, o ahí sé de mi encontronazo con mi Amigo extra, contigo, mi Jesús. En aquel momento me compenetré con tu imagen del Crucifijo.

Más tarde, doce años después, en aquel célebre Congreso Eucarístico de Barcelona quisiste que se nos entregara otro Crucifijo, que llevo siempre conmigo. Pero Tú, en Persona viva, ya te me habías entregado.


31. Amar con Amor de Madre

2-12-1990. Siete Aguas

Mamá querida, necesito tus entrañas de Madre, tu corazón de Madre, tu mente materna, todo Amor.

Ya no puedo pensar mal de nadie, dejar de amar a nadie. Necesito vivir y sentir, como propio de mis entrañas, la vida, sufrimientos y gozos de mis hermanos, sus fracasos y sus éxitos. Lo quiero, Mamá querida. Y ahí va mi propósito y quehacer diario, mi ejercicio a través de toda la jornada: amar, libre y voluntariamente, adrede, a propósito. Amar con Amor de Madre, con el Amor tuyo, Mamá. Amar con amor totalmente gratuito, oculto, velado, profundo.

Madre de pecadores, de enfermos, débiles, tarados e indeseables a los ojos de los hombres, quiero amar así, en el mismo tono que Tú, Mamá querida, me quieres, me amas a mí. ¡Tu Amor en mí! ¡Tu Amor como Tú!

Que puedas, en mí y desde mí, comunicar Tu mismo Amor; sin que lo adultere demasiado, sin que lo desfigure, sino que todos puedan reconocerlo, apreciarlo y hasta sentirlo y recuperarse con él.

Sería el mayor rendimiento de mi vida: pensar bien de todos, ayudar a todos, buscar el bien de todos, dedicarme a servir y a complacer a todos. La exigencia vendrá después y solo de ahí: del amor sincero, profundo, normal, familiar, casero, seguro, sin protocolo ni alarde alguno. Es el verdadero y único Amor de Madre, de la Mamá de todas las mamás del mundo, manantial único y perenne del Amor.


32. Madre de la Palabra

2-12-1990. Siete Aguas

Mamá querida, a punto de dar a luz al Niño Dios, ¡cuántas cosas me transmites y me ayudas a ponderar en mi corazón! ¿Cómo serán las personas que de mí van a renacer a la Vida? ¿Cuál será su suerte? ¿Cuál su Navidad?

Solo desde el Amor del que Tú, Mamá, estabas llena, podrán ver la nueva luz. Necesito ser Amor; no hacer cosas, ni aconsejar cosas: amar, predicar, hacer apostolado... ¡No, sino ser Amor! De tu mano, María, por los caminos y sendas de este mundo, entre la maraña, espinos y cardos, zarzas y maleza de mi vida, enséñame el camino, el pasadizo del Amor. Y en medio del ajetreo, bullicio y trajín de la vida diaria, entre las gentes que van y vienen con tambaleo de vértigo, dame, Mamá querida, ambientación del Amor: tu serenidad, tu andar en Dios y con el Dios que hay en Ti; tu seguridad, tu confianza, tu fe, tu abandono en los caminos, encrucijadas, laberintos, despistes y desconciertos de la fe.

Así, al término de estos caminos y sendas, de estos virajes imprevistos a la razón, opuestos y enfrentados a la corriente multitudinaria de los hombres, es donde nacería la Iglesia para la que me llamó el Señor. Ahí, al final del contradictorio y desconcertante camino, tras la arriesgada travesía, después de la andadura rutinaria y fatigosa o de la aventura temeraria, ahí está Belén.

Es el lugar previsto, preparado y dispuesto por el Padre. Pero por nadie más. Es inútil consultarlo, ni comentarlo o compartirlo con los hombres. Solo María y José me darían algún rastro de luz, una esperanza, con su actitud más que con sus palabras.

Porque María es mujer de pocas palabras, pues se ha contagiado y se ha dejado poseer por la Palabra. Y es, sencillamente, la Madre de la Palabra, que empezará a hacer, a actuar y más tarde a dar razón, como Jesús, en uno y otro tramo de su misión, acompañado siempre de la mano de María, desde el nacimiento y gestación en su seno hasta caer, misión cumplida, en su regazo materno. Mamá querida, dame de tu Amor materno, de tu paz, serenidad y entrega responsable, día a día, paso a paso, hasta Belén y el Calvario.


33. Examen diario sobre el Amor

3-12-1990. Siete Aguas

Examen diario sobre el Amor. Gracias, mi Señor. Me mantengo con la ilusión creciente de amar, de hacer de mi vida sacramento del Amor.

Para ello, he comprendido el ejercicio de no aceptar, de rechazar cualquier pensamiento para con mis hermanos que no sea pensamiento de amor. No escuchar a nadie ni de nadie sino con amor; con el mismo Amor de Cristo. No hablar a nadie ni de nadie sino con amor. No alimentar recuerdos, agradables e incluso desagradables, del hermano que fuere, sino con amor. Pensar bien, mirar con amor; amar bien, recordar y proyectar sobre todos y cada uno solo por amor y con amor. Por amor al mismo Cristo y con su mismo Amor, tratar los casos y causas perdidas y desgraciadas de todos los hermanos, fueren los que fueren.

Para ello, Mamá querida, te pido tu paz, tu serenidad, tu afecto materno, tu tacto dulce, tu semblante afable y acogedor. Aunque tuviera que volver a nacer, no importa, puesto que la única Vida, así, con mayúscula, es la del Amor. Mas no se trata de un Amor de verdad, profundo, solamente interno. Evidentemente este Amor es el manantial, la cantera, la mina, la fuente y Vida de verdad. Se trata ya de la forma de elaborar tal Amor en el corazón y también de servirlo: «servidores de la Vida».

Y aquí está el trabajo, la tarea y los ejercicios diarios, constantes, paso a paso, durante la jornada. Y es en este ejercicio y aprendizaje, Mamá querida, como celebro contigo las bodas de oro de aquel «sí» tembloroso, pero decidido, que hiciste Tú pronunciar a mis labios y más a mi corazón. Aquí, ahora, pronuncio y profeso, gozosa y decididamente, también atraído por Ti, mi «sí» al Amor, de forma definitiva, irreversible, para siempre. Ello implica una entrega al Amor con todo mi ser, y un «sí» íntegro, cual precisa e implica el amor maduro, pleno, perfecto, para que así se revele, llegue y alcance a mis hermanos, con todo el poder liberador y el dinamismo recreador y santificador que tiene el Amor.

Como hace cincuenta años, Mamá querida, al entregarme Jesús el tesoro de la vocación, corrí hacia Ti tembloroso y con miedo y la puse con toda garantía en tus manos, viendo que así la has defendido y guardado, alimentado, acrecido y desplegado, hoy igualmente, no con menos interés, ilusión y gozo, pongo en tus manos y en tu corazón mi vocación y misión de solo amar, siempre amar, a todos amar, por los medios, estilos y formas más expresivas, asequibles a todos y más efectivas según tu corazón de Madre. Gracias, Madre.


34. Preludio de una sonata sin fin

3-12-1990. Siete Aguas

Noche de oración. Noche de paz, noche de luz, noche de gracia. Mi Niño Dios, mi queridísimo Jesús, solo Tú sabes, querido compañero, las noches o madrugones que me concedéis, mi «Cuarteto» querido, mis Amantes de verdad, en este confuso mundo. Ayudadme a aprovechar de corazón tantas horas de mis noches amontonadas ante el solitario o muy acompañado sagrario. No por mí, y pese a mi mediocridad, misioneras y misioneros han consumido horas y horas, noches y medias noches, formando cerco a este Belén continuo de Jesús-Hostia de Amor.

Gracias, Jesús, por las largas y continuas audiencias, velas y cenas prolongadas hasta la mañana, como jóvenes pernoctadores, como amantes alocados, como «festeros y parranderos», sin horarios ni cálculos, olvidando la cama y el hogar. La juventud tiene muchas reservas y es digno de infinita gratitud invertir tales reservas y energías solo para Ti y todas para Ti. Es una juerga y como una borrachera que produce resaca y deja un alcoholismo difícil de abandonar. Porque Tú, mi Niño Jesús, dejas una dependencia y apego, cierta afición y hábito difícil de abandonar. Yo diría imposible, porque apegas de tal forma que si uno intenta despegarse o desprenderse de Ti, una parte de Ti se queda pegada y prendida en el corazón. De manera que a cada latido, algo se presiente del tuyo, algo sabe a la esencia de tus licores, que hace que no pueda uno olvidarse de tu copa, de tu cáliz: el de las noches de fiesta, el de las cenas opíparas, el de la mesa de tus manjares suculentos y vinos de solera. Noches en que uno, con la fuerza de tal bebida, queda como fuera de sí, olvidando toda inclemencia y hasta olvidándose de sí mismo.

Pienso, delante de tu mirada, y como siguiendo el ritmo de tu corazón, que también la misma fiesta parece que hace olvidar para siempre los males, los vicios y pecados de la vida. Porque la fiesta es para los íntimos y en ella se olvida uno de todo y no hay nada que nos separe; y comemos sin reparo ni protocolos todos del mismo plato y bebemos de la misma copa. Y estas cenas son cenas solo de Amor. Nada hay ficticio, ni falsificado, vivimos la Vida-Amor que no sabe de muerte. Y perdona, Señor, que por la fuerza del «cóctel» o mezcla que hago de nuestros amores, y que el «Cuarteto» me vais echando ininterrumpidamente, vuelva a mis bodas de oro, como los buenos pernoctadores, algo «tomado» y llevado por mi arraigado egoísmo, o por mejor aclararme, a nuestras bodas de oro. Porque se va aproximando la fecha de nuestros esponsales, en que hicimos promesa eterna, alianza definitiva.

Desde entonces, son muchas las noches que hemos pasado juntos, sin negocio ni interés a tratar, sino sencillamente a gustar, a gozar y a emborracharnos, a embeberme y empaparme como una sopa de tu Amor. Porque es precisamente al clímax que se crea en estas noches contigo, cuando uno, sin querer, ni pretenderlo, sino de forma espontánea y necesaria, advertiría y proclamaría a todos los insatisfechos e inquietos buscadores del placer, de la fiesta, de comidas y bebidas: «Olvido de lo creado, memoria del Creador, atención a lo interior y estar amando al Amado»[37]. O a voz en grito con el profeta: «¡Oh vosotros los sedientos! Venid, gustad, probad, bebed gratis, sin pagar»[38] lo que colma todas las ansias del corazón; lo que desborda todas las intuiciones y festivales de amores; lo que permite derrochar eterna juventud; lo que mana como panal de miel, la dicha y alegría de vivir. Estrenad lo que es la Vida, manantial del vivir sin morir. Inaugurad el Amor do[39] manan todos los amores genuinos y fecundos, donde los amigos siembran amistad perpetua, como árbol de fruta perenne, de flores siempre primaverales, de aroma y sabor a solera eterna. Por esto, Señor, tal es el sabor, el ambiente de fiesta, el festival y cena palaciega de tales bodas de oro, desde que nos hicimos la mutua declaración de Amor y promesas selladas y refrendadas con la vida hasta más allá de la muerte.

Estamos ya a punto de cumplir los cincuenta años. Perdona Jesús, mi euforia, pues pese a las torpezas de mi vida y a la vergüenza que te he hecho pasar, somos como los buenos amantes de luna de miel: besos y abrazos, sin noción del tiempo, ni del lugar, como si fuera un breve prólogo de una historia bella, como el preludio de una sonata sin fin, como el introito de un Pontifical de Pascua florida, o de la Inmaculada y queridísima Mamá. Bodas de un matrimonio en tono mayor, siempre in crescendo de amores, de Amor, para brindar a todos.


35. Mi mayor realización y misión

4-12-1990. Siete Aguas

Vencerme a mí mismo y tomar la cruz que Tú, Jesús, me des y ponerme ya en camino detrás de Ti, en esto consiste mi mayor realización y misión primera y principal, para lo que Tú me llamas. Ahí está la fuerza y sentido de la vocación y misión: seguirte a Ti, mi Jesús.

Es, pues, cuestión de voluntad. Estar a tu disposición, no pasiva sino activamente. Esto es, unido a Ti con todo mi amor. Convivir contigo, pendiente de Ti, mirándote solo a Ti, escuchándote a Ti, amándote solo a Ti.

Ayúdame, Mamá querida, a vivir con Jesús.



36. Las aguas del Jordán

5-12-1990. Siete Aguas

Mi Jesús, Amigo muy querido, encorvado, besando con tu frente pura las aguas del Jordán, bajo el peso de mi pecado, que te hunde en la corriente del río.

Mi Jesús, hecho pecado, cubierto por mis pecados, vistiendo mi traje, revestido o disfrazado de mi piel, confundido entre la fila de pecadores, como uno más, buscando misericordia y perdón. Pedigüeño de Dios, siendo el agua viva. Pidiendo el agua turbia y contaminada de pecado para lavar mi vergüenza, mi profunda y velada soberbia, que yo me resisto a que se la lleve la corriente, y presentarme con lo que soy.

Identidad, la mía, de miseria y pecado, mi Jesús, de la que Tú te revistes. Y es en Ti apariencia lo que en mí es realidad viva, encarnada. Pero con mi actitud opuesta a la tuya, tomo tu apariencia siendo otra mi realidad. Y Tú tomas mi vergonzosa realidad apareciendo con ella, haciéndola tuya, ocultando tu verdadera identidad, todo lo opuesto a la mía: amor, justicia, pureza, luz, gracia, suma bondad y sumo bien. Quítame Jesús, todo miedo y reparo a aparentar lo que soy, a presentarme siempre con mi verdad, sin temor alguno[40] a perder todo prestigio o eficacia apostólica.

Mamá querida, ayúdame en tu escuela diaria a aprender tus grandes lecciones de pequeñez, de verdad, de humildad, hasta abrir paso para los hermanos, esclavos como yo, de la soberbia, del cuento, de la mentira, que se puede hacer habitual, crónica en nosotros.

Ayúdame, Mamá querida, a bajar y a sepultarme en las aguas de mi bautismo. Ayúdame a vivir con decisión la ratificación y proclamación de la profesión del bautismo con la solemnidad y votos de la consagración, que son su concreción y fruto.


37. Como Tú, a tu mismo aire y estilo

6-12-1990. Siete Aguas

Mi querido Jesús, mi vida en Ti, contigo, como Tú, a tu mismo aire y estilo. Mi Jesús, el Nazareno, el Hijo de María y del carpintero de Nazaret, de un pueblo corriente y vulgar, tal vez el menos o peor considerado de Palestina.

El Jesús bueno, que pasó haciendo el bien[41], sanando a los enfermos, comprendiendo y acogiendo a maleantes y ladrones, sin despreciar a las prostitutas, amigo de los pobres y solidario de su suerte. Pero a la vez, o tal vez por esto, un Jesús incomprendido por exagerado e imprudente, temerario y poco comedido, demasiado arriesgado y revolucionario, diciendo que su intención no era poner paz, sino guerra. Ciertamente sí: una revolución de amor, de justicia, de guerra y espada al egoísmo, al fratricidio, al odio, la avaricia, la soberbia, y a sus aliados y secuelas.

Ayúdame, mi Jesús, a realizar en mí el proyecto «hombre de Dios» sobre mi ser. Que puedas, mi Jesús, abrirte paso en mi pobre persona y puedas seguir, en mi carne y en mi sangre, haciendo el bien, curando enfermos, encontrándote con maleantes y ladrones; y repetir, primero en mí, las obras que hiciste en tu humanidad, recibida y gestada de María y en Ella. Y aún obras mayores, si así le place al Padre, desde el cual proyectas sobre mí tu misma proyección y continuidad redentora. Entréname pues, Jesús, mi Maestro. Dirígeme a la ascética necesaria para que mi mente, corazón y fuerzas se acoplen perfectamente a tu Amor, por lo que me has llamado a un estado de tu Amor perfecto.

Dame agilidad, gran flexibilidad y elasticidad de respuesta pronta, exacta, feliz. Que sepa saltar a la cruz deportivamente y zambullirme en el Amor eucarístico y bucear hasta el fondo de la humillación, a tu estilo perfecto, Jesús, a tu aire, Mamá querida, para que al seguirme después los discípulos lleven tu patente, presenten tu identidad. Pueda enseñarles perfectamente tus movimientos y acrobacias, en sus sentidos y en sus afectos, y avancemos por el mundo habiendo adquirido y perfeccionado más y más cada día tus mismos reflejos; los reflejos casi instintivos de tu evangelio, de tus mandamientos, consejos y bienaventuranzas. Es mejor, Jesús, seguirte a Ti, tomar parte en tu jugada, correr codo a codo contigo, tomar parte en tus mayores pruebas y llegar hasta los extremos y hasta exprimir la vida. Es mil veces mejor que simplemente contemplarte, pedirte, rogarte, adorarte y admirarte, alabarte y aplaudirte.

Por esto, Tú nos empujas fuertemente, como en una carrera de relevos por equipos, en tu misma carrera, en tu misma misión y competición, siendo en realidad Tú mismo. Así como Tú, Jesús, lo pedías al Padre, con todo el poder de tu Vida-Amor en nosotros, lanzando Tú mismo nuestra humanidad pilotada por Ti mismo: «Sí, Padre, para que mi Amor esté en ellos y yo en ellos»[42]. Prepárame, entréname, adiéstrame, Jesús, para que animando yo a los demás, no quede yo descalificado[43]. Mamá, en esta dura competición, larga y llena de obstáculos, cógeme de la mano y no me sueltes, partiendo de Belén, Nazaret y así, por todas las etapas hasta el premio de la montaña y la etapa final de la cruz.


38. Gracias

9-12-1990. Mallorca

Oración en casa de mi hermano Guillermo. Gracias, mi querido Jesús, por la fe, por la esperanza gozosa, que es ya participación de la dicha eterna, por el Amor que tanto cultivas en mi corazón. Gracias, María, mi guía y compañía inseparable, Mamá querida, que me enseñas a saborear, y ponderar en el corazón las delicias de la amistad con Dios.

Gracias, Espíritu Santo, surtidor del agua viva de la gracia en mi corazón, manantial inagotable, gratuito, generoso, que proyectas tu Amor en mí por todos los puntos de la tierra, por todo el Cuerpo de Cristo y por generaciones.

Gracias, mi Papá, eterno cariño y ternura, que con cuerdas de Amor, con lazos divino-humanos[44], vinculas tu misma Vida a mi miseria y me tornas misericordia tuya. Me ablandas el corazón, me estremeces el alma y compartes conmigo tu insondable Amor de Padre y Madre en bien de multitud de hijos tuyos, mis hermanos por todo el mundo.

Gracias, Trinidad querida, que con la Mamá querida, Madre dulce de Dios y de los hombres, sois mi «Cuarteto» inseparable, huéspedes y más que huéspedes, dueños y señores, propietarios absolutos de este templo y santuario, que os habéis edificado con mi carne y con mi sangre en mi miserable corazón, regenerado, limpiado y dispuesto para ser casa de oración para todos los pueblos, como embajador vuestro, para tratar de amistad y de salvación, santificándome así con tantos hijos vuestros de todo pueblo, raza y nación.

«Santo, Santo, Santo, Señor Dios del universo, llenos están los cielos y la tierra de tu gloria». Gloria a Ti, Papá. Gloria a Ti, Espíritu de Amor, forjador de mi ser nuevo, inmortal, eterno. Mi Mamá querida, cuánto me recrea anunciarte. Compartir con hermanos y amigos, todos hijos tuyos, la situación de tu Hogar, que es nuestro Hogar. Responsabilizarnos de la suerte temporal y eterna de todos tus hijos, los hombres de toda raza, de todo credo, de toda condición y estado. Gracias, Cristo adorado. Somos Uno. Es Navidad eterna.



39. A los catorce años

14-12-1990. Siete Aguas

¡Qué grande eres mi Señor, mi Amigo Jesús! En Ti quiero invertir[45] toda mi vida y fundir mis horas del día y de la noche. Todo y solo para Ti. A tu gusto.

Ya sabes, mi Jesús: ¡Cincuenta años que me miraste, que arrancaste de mis ojos, distraídos, perdidos entre las aspiraciones del mundo y la vanidad, una mirada fija en Ti! Y te comprendí. Y penetré con mi mirada hasta muy cerca de tu corazón. Diría que permití con fuerza el impulso fuerte de tu latido. Creo que repercutió en todo mi ser.

Recuerdo que rompió totalmente la venda de mis ojos y la corteza de mi corazón y pude, sin intervención, entrar en contacto vivo con tu Amor. Todo fue Amor. Ni hubo coacción alguna, ni siquiera esfuerzo. Todo fue obra tuya, empeño tuyo. Quedé abierto ante Ti como en un quirófano, palpaste mis entrañas y yo puse gozosamente lo más íntimo de mi ser en tus manos.

Hoy, a distancia de cincuenta años, con mayor experiencia de vida[46] y penetrado por tu incisivo, agudo y desbordante Amor misericordioso, siento por Ti, mi Jesús, la misma gratitud. Perdón, Papá Dios, por tanta infidelidad por mi parte. ¡Cómo me dolió haber esperado tanto a acercarme a Ti: a los catorce años! Me duele hoy no haberte correspondido como era de esperar, como debía y como necesitaban tantos hermanos que observabas cariñosamente cuando me abrazabas con tus brazos sangrantes y me besabas con tus labios ardientes, con fiebre de Amor. Pero hoy, sí, mi Jesús. Sí a todo y para siempre.

Mamá querida, es un «sí» el que se oye aún, cuando Tú me das el tono, para que yo corresponda a tanto Amor de la Trinidad. ¡Cuánto quiero corresponder a esa multitud de manos tendidas, de tantos hermanos que esperan y me reclaman al Dios que debía entregarles! Mi «sí» al Padre, a Ti, Papá, a Ti, Jesús y Espíritu de Amor, es un «sí» para multitudes. Gracias, Mamá querida.


40. Heme aquí, envíame

15-12-1990. Siete Aguas

Gracias, mi Papá Dios. Nos estás recreando más y más a tu imagen. Nos regalas todo. Te nos das del todo. Tus dones en nuestras manos, en nuestra mente, en nuestro corazón, elevan a Ti nuestras manos, transforman nuestra mente, cambian nuestro corazón por el tuyo. Gracias, Papá.

Jesús, Amigo fiel, constante, imperturbable, socorrista, libertador. Cada día me salvas, me redimes, me llamas y me envías. Heme aquí, envíame. Pero siempre te vienes conmigo, aunque yo me distraiga o me olvide de andar contigo. Mi Jesús, mi querido Jesús, ya no me interesa ir aquí o allá. Lo que me llena, me realiza, me libera y recrea todo mi ser es ir contigo, estar contigo, vivir y sufrir, gozar y morir, resucitar contigo, por Ti; abrir contigo mis brazos, abrazarte a Ti y al mundo contigo, como Tú.

Espíritu de Amor, que me purificas, me limpias para derramarte en mi corazón. ¡Cuántas distracciones, tonterías y olvidos, desprecios y abandonos, retornados en Amor por Ti! Regalo continuo de un Dios para mí, entrega del corazón divino. Germen de la Trinidad en mi corazón miserable, en mi tierra árida de cardos y espinas, en mi viña de agraces, en mi tugurio destartalado y cochambroso. Y con todo, me has escogido para tierra tuya, morada tuya, sementera tuya. Y, como fragua, siempre llameante, me cauterizas de tanto mal, me purificas como el oro en el crisol y desplazas el montón de basura de mis frutos de carne para instalar tus frutos, acompañados de tus dones. ¡Cuánto ansío ser instrumento vivo, atento, eficaz, en tus manos de Amor, serte fidelísimo, ser voz de tus llamadas e insinuaciones, para cuantos hermanos pasen cerca y lejos de mí!

Mamá querida, retenme en casa, en el círculo íntimo familiar con la Trinidad, en la morada, que Tú misma, Mamá querida, has ido preparando en mí, dentro de mí. Mantenme, Mamá querida, muy atento, despejado, en diálogo, en coloquio vivo y lleno de interés. Volcada mi mente, mi corazón y todo mi ser en este Amor trinitario, que cubra toda mi existencia ya sin fin, eterna, divinizada, en el mismo Amor transformada.

Vamos, pues, Mamá querida, formando el «Quinteto» vivo y vivificante, justificador, vida y resurrección de tantos; cielo en la tierra; reino dentro de mí, germen, semilla y seminario de tantas fraternidades por todo el mundo. Que mi paso sea vuestro paso, la verdadera Pascua: redención, santificación. Sea Navidad para todos: Belén de Pan y de Pan para todos. Gracias, Mamá querida.


41. Terminan los Ejercicios de mes

15-12-1990. Siete Aguas

Terminan los Ejercicios de mes con la Eucaristía concelebrada de quince sacerdotes, en la profesión de un buen número de misioneros, misioneras y matrimonios.

Fervor, entusiasmo, convivencia misionera. Fraterni-dad contagiosa, con gran gozo, participada y compartida con todos. Desde el primer día de Ejercicios hasta el final: ilusión, interés personal y comunitario, oración intensa, sin límites, recogida; que colma de alegría y esperanza.

Gracias, Mamá querida. Este Adviento ha sido fecundo, de responsabilidad y cariño universal; de proyección fraterna; de Hogar sin fronteras; de oración sencilla, como de próxima Navidad, llena de cariño familiar contigo Mamá, con el «Cuarteto» querido.

Gracias, Papá querido.
Gracias, Amigo Jesús.
Gracias, fuerte amante, Espíritu Santo, siempre en mí. Siempre con nosotros, siempre en Ti, mi Jesús.





1990-1991
Venezuela, Colombia,
Perú, México






16-12-1990. Alcalá de Henares

Hoy, Santa Misa en Alcalá con un grupo de misioneras que no caben aún en Loeches. Breve homilía sobre los tres argumentos y los medios para desempeñar con fruto nuestra misión en la evangelización y en el anuncio del Reino por medio de la oración, del testimonio fuerte de fraternidad y del ministerio de la Palabra.

Preparación y ejercicio diario permanente, toda la vida, de estas tres atenciones y dedicaciones: oración, fraternidad y predicación, aplicando todo nuestro ser a esta misión concreta y mejor aún, con estos medios concretos. Aquí está la voluntad de Dios. Y aquí, por tanto, nuestra perfección y santificación en la misión; consagración y dedicación total y exclusiva a la oración y al ministerio de la Palabra, para que todos los hombres vivamos y convivamos en fraternidad cristiana.

Para ello: ejercicio, gimnasia diaria, con la aplicación del primer mandamiento, con toda la mente, todo el corazón, toda el alma y todas las fuerzas. María, Mamá querida, acompáñame siempre.



43. En el avión hacia Venezuela

16-12-1990. Hacia Venezuela

Ya en el avión hacia Venezuela, pasando por Amsterdam con vosotros, mis queridos Papá, Jesús, Espíritu Santo y Mamá querida.

En el avión Caracas-San Antonio: Buenos Amigos queridísimos, entrañable «Cuarteto» y mis compañeros más íntimos; cercanos y familiares compañeros.

Papá dulce, tierno, fuerte y seguro, en tus manos está mi vida, esta jornada, todo mi ser. Queridísimo[47] Jesús, hermano fiel, siempre al quite para agarrarme y redimirme, salvarme, llamarme y enviarme en tu lugar. Espíritu de Amor, purificador mío[48] y santificador mío, Esposo de Amor, de gozo, de fuerza y de paz, germen inmortal de fraternidad, de unidad, de comunión. Mamá querida, siempre de tu mano, bajo tu mirada, hacia donde mira tu corazón, hacia mis hermanos, tus hijos, hacia todo el Hogar, mi Hogar, mi único Hogar. Mi tarea, mi quirófano y un «sí» festivo en mi casa y en la de todos mis hermanos.

Todo el «Quinteto» entrañablemente compenetrado formando UNO, creando, formando unidad, comunión y fraternidad. Que todo vuestro Amor esté en mí y que irradie y contagie la imagen perfecta de vuestra imagen, fuente de toda santidad, Vida-Amor.

Que en estos Ejercicios todos os descubran[49] y reconozcan que me habéis enviado, que hablo por vuestra cuenta, a vuestro servicio amoroso y que gozosísimamente y con desbordante alegría convivo con vosotros, como un amigo habla a su amigo, familiarmente, ciertamente, viendo, escuchando, sintiendo, entendiéndome contigo perfectamente y enamorándome del Invisible.

Gracias, mi «Cuarteto», todo misericordia, porque no merezco tan deliciosas «audiencias» y vida continua y permanente en vuestra casa, mi casa, la casa de todos vuestros hijos. Aquí mismo, estás presente en el santuario de mi cuerpo ruin, pobre e indigno de ser la morada habitual de su Creador, Redentor y Esposo santificador, ante tu mirada tierna y cariñosísima, María, Mamá querida. Santo, Santo, Santo, Señor Dios del universo, llenos están los cielos y la tierra de tu gloria. Gloria a Ti, Papá. Gloria a Ti, mi Jesús. Gloria, Amor. Gloria, Mamá querida.


44. Todo por los elegidos

18-12-1990. Venezuela

Meditación: Trinidad Santísima, no cae un cabello de la cabeza[50], ni una hoja del árbol, ni un pajarito del cielo, sin disposición vuestra.

Aquí, Papá querido, amadísimo Jesús, Espíritu, fuerza, luz y gracia, vuestra disposición, determinación y decisión han recaído con poder y eficacia sobre nosotros. Y, omnia propter electos: Todo por los elegidos. «Por esto, todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación, que está en Cristo Jesús con la gloria eterna»[51].

Mamá querida, ayúdanos a centrar mente, corazón y fuerzas en el proyecto del Amor de Dios, de la divinidad, sobre cada uno de nosotros y, por nosotros, en multitud de hermanos.


45. María, Mamá querida

21-12-1990. Venezuela

María, Mamá querida, dame de tu pureza incon-taminada, de tu salud plena, de tu Amor sin mengua. Amor hecho ternura, delicadeza, afabilidad, generosidad, sacrificio y paciencia imperturbable, hecho misericordia perenne, creciente e infinita. El mismo Amor y miseri-cordia de Dios.

Forma en mí, Mamá querida, con el Amor del Espíritu, derramado en mi corazón, al Jesús libertador y redentor de mis hermanos, tus hijos, que tanto amas, y que por mí les quieres entregar tu mismo Amor que es dulzura, acogida, abrazo y beso de Madre.

Haz, Mamá querida, que mis ojos estén fijos en tu mirada, atentos al semblante, todo Amor, de Papá Dios, de Jesús, mi Amigo fiel, del Espíritu de Amor, para llenarme y transformarme totalmente en vuestro Amor, familiar, gratuito y universal, que comunique el Amor vital a todo el Hogar que acoge y abraza a los cinco continentes. Gracias, mi «Cuarteto» entrañable.


46. Íntimos compañeros de viaje

31-12-1990. Venezuela

En el aeropuerto de La Chinita[52], a las 6:30. Mi querida Mamá, Papá bueno, mi Amigo Jesús, Amor fuerte y suave, dulces huéspedes de mi corazón. «Cuarteto» querido, entrañablemente amado, gracias, infinitas gracias por todo, sobre todo por vuestra compañía continua, inseparable, plenificante y fuerte e íntegramente recrea-dora de todo mi ser, íntimos compañeros de viaje[53].

¡Qué bien la marcha de este centro de Rubio, el entusiasmo de todos, la trascendente decisión del grupo de jóvenes aspirantes a misioneros y misioneras! Guíalos Tú, Mamá querida, hacia una conformación en Cristo. Que te vayan tratando con estas expresiones llenas de cariño filial de «Mamaíta», tan familiar e íntimo de su afectividad latina. Que su vida quede anclada en Jesús hasta una total transformación en Él, para que gusten el sentido pleno de la vocación y realización lograda de su misión.

Gracias, Trinidad amadísima, Mamá dulce, por esta sabrosa amistad que me regaláis en este fin de año 1990, en este paso por la sufrida y dolorida Colombia. Santo, Santo, Santo. Gloria a Ti, Papá bueno, Amigo Jesús, Amor ferviente, Mamá querida.


47. Ejercicio de oración, de diálogo amoroso

3-1-1991. Medellín

Empezamos el Mes de Ejercicios espirituales en Medellín, para los Cursos de formación y discípulos de Medellín, Pereira, Bucaramanga, Bogotá y Zipaquirá. El tema será pues: ejercicio de oración, de diálogo amoroso con la Trinidad y María, en el tono de este tiempo de Navidad: «Te diré mi Amor, Rey mío»[54].


48. De puerto en puerto

30-1-1991. En el vuelo hacia México

En vuelo desde las 2 de la madrugada, con parada en Guayaquil y Panamá, hacia la ciudad de México, sobre-volando Centro América.

Gracias, Papá bueno, Amigo Jesús, fuerza, ánimo y gozo mío, Espíritu de Amor, Mamá queridísima. El sueño, el cansancio, los problemas y preocupaciones son para el mayor bien, perfección y santificación de todo el Verbum Dei. En torno a nuestra mesa en el centro de mi ser, se tornan coloquio amoroso. Y como de un surtidor de agua viva, brota la gratitud, la alabanza; el amor filial, fraterno, esponsalicio, bañado de ternura y delicia materna.

No es, pues, actividad ajetreada, cargada de urgencias y proyectos propios, sino que resulta una travesía apostólica, familiar, íntima. Vuestra invitación a acompa-ñarme, a bordo de mi viejo barco, está marcada de asombrosas aventuras de Amor que abren por todos los horizontes auroras y alboradas de esperanza, crepúsculos de oro y de sangre, de muerte y de vida, de muerte y resurrección.

Por encima de dudas e incomprensiones, de sospechas e interrogantes, de miedos e indecisiones, tu «sí», Mamá querida, se dibuja como un puente feliz sobre el que gratuitamente se apoya y descansa nuestra vida en permanente Amor, esperanza y gratitud. Es el arco iris que torna la bruma y la llovizna de un día inseguro, en colorido y fiesta.

Santo, Santo, Santo. Papá queridísimo, mi Jesús amigo, mi entrañable Cristo y Amor fecundo siempre joven. Lupita encantada que me esperas y me acoges. Brazos abiertos, ojos cristalinos que se clavan de modo[55] imperdible en mi corazón.

Y con el inseparable «Quinteto» vamos atracando en mi viejo barco, de puerto en puerto, deparando Amor, prodigando ternura, cariño eterno, calor de Hogar universal, de Fraternidad sin fronteras.


Roma y Guatemala


49. Contigo

29-4-1993. Roma

Solo Tú, mi Jesús. María, ayúdame a no salirme ni evadirme y pasar de largo de mi Jesús. Que no seamos dos. Que en mí le veas a Él, en mí le hables, le acompañes y le veas sufrir, agonizar, morir y resucitar en multitud de hermanos.

Contigo, Madre, siempre junto a Ti. Nuestros esfuerzos y anhelos, metas e ideales, fatigas y angustias, sacrificios y triunfos ante los hombres no son nada si el móvil y razón de todo ello no es el Amor de Cristo.

Bendito Amor de Jesús en nuestros corazones, varita mágica, que todo lo transforma y todo lo recrea. Que vuelve las tinieblas en luz, los obstáculos en trampolines, la miseria en misericordia, los inconvenientes en ventajas, los malos entendidos e incomprensiones en una mejor comprensión, entendimiento y unión con Cristo y con todos los hermanos, amigos y enemigos.

Contigo, Jesús, la muerte se torna vida, la vida se torna cielo y el tiempo eternidad; el pecado, contigo, es invadido por la gracia y es desplazado por ella; el odio se torna amistad, la indiferencia se torna amor gratuito y la mediocridad fuego de amor vivificante y creador.

Contigo, Jesús, los enemigos se tornan hermanos muy queridos y preferencia de nuestros amores, entrega de nuestras vidas y dueños de nuestro tiempo y dedicación atenta y delicada. Porque son los enfermos los que tienen necesidad de médico y son los débiles los que piden mayor apoyo y defensa.


50. Un eslabón más

3-11-1997. Guatemala

Mi Mamá buena, mi Mamá querida, guarda mi consagración a la Trinidad Santísima como guardabas en tu corazón las palabras y los hechos de Jesús. Acompá-ñame por los caminos del Jesús ungido, consagrado, ofrecido e inmolado, muerto y resucitado.

Que mi «sí» sea total, humilde, sincero, generoso y agradecido, un eslabón más en la cadena de generaciones que da la vuelta al mundo hasta el fin de los tiempos y eternidad.

Que tus hijos, que has puesto a mi cuidado, puedan agarrarse a la anilla de mi sí, semejante al tuyo, Mamá.





51. Trampolín seguro

14-12-1997. Guatemala

Nuestra firmeza, nuestra gloria, nuestro gozo y nuestro canto de entrada se inicia con la antífona de Isabel: «Feliz tú, María, porque has creído». Sigue enseguida el canto del Magníficat, que ameniza todas las jornadas sin interrupción de fiestas.

Los apuros y nerviosismos se convierten en festivales en los que el agua de todas las jarras se transforma en vino de calidad[56], porque nos vino del cielo y no de las bodegas del mundo. Nuestro canto es de fiesta incesante, porque además es inmortal y traspasa y se extiende a los salones de luz perpetua, de flor perenne, de aroma de eternidad. Tal es el convite día y noche, sin edad ni sucesión de años, en eterna primavera, en clima sabroso. Sin nada artificial, solo con la naturaleza de Dios, donde los ángeles van y vienen con un plato nuevo con el que te sirven el saber de Dios, el placer recién inventado y jamás antes conocido ni gustado. Tal es la Palabra de Dios de la que uno se nutre y es el auténtico pan que sale de la boca de Dios, siempre nuevo y siempre mejor, no tocado ni amasado ni cocido por manos humanas, sino salido del fuego divino al calor del latido del Amor.

¿Qué es, pues, hablar con Dios sino recibir de sus labios y de su mismo corazón el manjar que el alma busca y que siempre apeteció? El pan preparado para sus amigos mientras duermen que al alba te espera ya caliente. No el de días anteriores, duro de roer y poco asimilable e incluso caducado, que pronto deja de apetecerse. Es el pan presentado a quien ansía y espera poder descubrir el Amor nuevo: el Amor de la Navidad, el de la vida nueva o el paso de Pascua florida, el del gozo de una vida resucitada que ya no vuelve a probar las cosas de la tierra, sino que saborea apeteciendo el manjar del cielo.

Gracias, mi Dios, que desde el hombre viejo y de sus raíces antiguas has hecho brotar el injerto del hombre nuevo creado según Tú en la divina justicia y santidad de la verdad, sin asomo de injusticia ni de mentira. Pero más aún, gracias porque desde la misma raíz y del mismo tronco, ya por Ti santificado y consagrado, ha ido brotando la vida eterna desde el humus y desde la savia que nos precedió. Porque desde el amor humano, ya bañado y fecundado por la lluvia y sazón de la Palabra, se fue iniciando la unión y comunión con el Amor divino en exclusiva, con toda su vitalidad sobrehumana, sobrenatural, divina y eterna; porque el paso del amor de carne y sangre, pero ya bautizado, fue ocurrente, trazando[57] la senda hacia tu Amor, purísimo manantial de todo amor, uniéndose, casándose fácilmente el amor humano con el divino.

De este modo, el amor del padre de la tierra fue ya como un puente para encontrarme con el infinito amor del Padre de todos, el de los cielos; y el amor de la mamá de la tierra fue como trampolín seguro e inmediato para abrazar-me a Ti, Mamá querida del cielo. No fue más que pasar de unos brazos ya débiles, amortiguados y próximos a soltarme a tus brazos llenos de juventud, de una Mamá con fuerza y espontaneidad acogedora, con energía, valor y entusiasmo ascendente. Gracias, Mamá querida, que preparaste como de tu raza, la mamá de la tierra. Al cielo la subiste muy cerca de Ti, como eslabón al que agarrarme para asirme a Ti definitiva y eternamente.


52. Soy y quiero ser todo tuyo

14-12-1997. Guatemala

¡Cuánto agradezco, Mamá querida, el que me vayas comentando la situación de tu Hogar en todo el mundo!

Siempre me explayé contigo en mis problemas más personales e íntimos, en mis gozos más profundos y en mis tristezas más oprimentes, en mis éxitos pequeños y en mis fracasos más dolorosos, tal vez de grandes repercusiones en todo vuestro Hogar.

Tu acogida fue siempre la de una Mamá riquísima en comprensión y condescendencia, casi excesiva. Temía, a veces, que te sobrepasaras porque me sentí como tu consentido.

Reconozco que mi infinita gratitud de ningún modo puede reducirse a palabras bonitas o ñoñas. Solo mi vida, puede, desde la miseria, como bosquejar un agradeci-miento que apunte a satisfacer tu entrañable cariño maternal para conmigo, para que, desde la escasa fructificación de tu siembra de Amor en mi pobre alma, rinda algún síntoma de tu huella por mi vida.

Soy y quiero ser todo tuyo. Cuánto me alegraría, ¡hasta el colmo de gozo y gratitud! Mamá querida, que en mí te pudieras explayar y contarme, sin reparo alguno, todo el acontecer de tu -y ya mía- gran familia de todos tus hijos. Y, por todos y cada uno de ellos, recorrer todos los caminos de Jesús hasta quedar con los pies rotos y las espaldas hinchadas y el pecho todo partido y el corazón todo abierto y toda la sangre derramada y, como Jesús, caerme exánime en tus brazos.



Cochabamba (Bolivia)



53. Tú a tú en la más íntima familiaridad

1-1-1999. Río de Janeiro

Gloria al Padre, Papá bueno, gloria a Ti. Gloria a Ti, mi Cristo, mi amigo. Gloria a Ti, Espíritu del Amor, con María, la Mamá querida siempre de tu mano. En Río de Janeiro, en tránsito para Sao Paolo, Santa Cruz, de Bolivia, destino Cochabamba.

[…] Gracias, Papá bueno, por estos espacios y largos viajes; porque entre sueño y despertar, como el niño en brazos de su mamá, me veo fácilmente[58] en tus brazos con total confianza, tú a tú en la más íntima familiaridad.

Gracias, mi Jesús, compañero a quien jamás quisiera defraudar, ni marginarte en nada, ni que jamás te quedaras en la penumbra.

Lo que deseo yo es apartarme para que la gente se dirija y se apegue a Ti. Mi gozo, mi ilusión y labor maravillosa está en esto, en apuntar hacia Ti a todos, todos. Y disfrutar observando la alegría de tu corazón y el sorprendente asombro, el fascinante y arrebatador atractivo que sienten muchos al dar contigo. Gracias, mi Jesús, siempre en Uno.
     
Gracias, Espíritu de Amor, experto y cautivante director de todo este concierto a coro con el cielo, con la coral angélica. Gracias, Mamá querida, que con tu semblante todo dulzura y gozo, nos convocas felices en el Hogar de todos.


54. Hacer, practicar, vivir

2-1-1999. Cochabamba

Ejercicios espirituales. Introducción. […] Sí, mi Señor Jesús, quiero pedirte y te pido ya hacer, practicar, vivir lo que más le complazca al Padre, lo que más le agrade, sus preferencias, sus consejos e insinuaciones de su Espíritu.


55. Avanzando hacia la plenitud de Dios


4-1-1999. Cochabamba

Meditación: El Don de Dios. La Vida eterna. […] Ayúdame, María, la Gratia plena, como te proclamamos incesantemente tus hijos, a ir avanzando hacia la plenitud de Dios[59].

56. Hasta que todo mi ser sea Palabra

7-1-1999. Cochabamba

Meditación: Nuestro cuerpo, morada de la Trinidad.

Aunque pobremente, no con el decoro, honor y dignidad que se merecen las divinas Personas y María y no como yo desearía, pero sí con todo mi afecto y gozo que me desborda, voy entendiendo su lenguaje de Amor sobrehumano-divino.

Deseo no querer ya más que la convivencia continua y pertenencia total, perpetua y eterna a mi Papá dulce, amantísimo, a mi Compañero único, mi Jesús que comparte diariamente y a lo largo de la jornada su pan de Amor haciéndose una misma carne y sangre conmigo. Y a mi Guía y Abogado defensor, intérprete siempre a mi lado para darme a saborear la Verdad completa, hasta que todo mi ser sea Palabra viva de la Vida-Amor de la divinidad, que el mismo Espíritu derrama como manantial de gracia divina, brotando de mi propio seno, ríos de agua viva en dirección de todas las tierras y sementeras de Dios.


57. Permaneced en mí y yo en vosotros

8-1-1999. Cochabamba

Meditación: Cuando ores, entra en tu habitación[60]. […] ¡Oh Papá bueno, oh mi Jesús Amigo y Redentor, oh Espíritu de Amor, santificador, permaneced en mí y yo en vosotros! con la mirada de «Gratia plena» de la Mamá. Gracias, Trinidad y María.


58. Los papás de la tierra

9-1-1999. Cochabamba

Meditación: Conocer al Padre. Abba, Papaíto bueno. ¡Qué bien me encuentro en tus manos! Haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Sí, que me hallo tranquilo, sereno y feliz, consagrado a Ti. Ya no quisiera salir jamás de tu Hogar.

Como el amigo Carlos de Foucauld, así me entrego a merced tuya. Como el inseguro y dubitativo Unamuno aprovecho su rendición, pero con seguridad, gozo y entusiasmo: «Recíbeme, Padre eterno, en tu pecho, misterioso hogar…pues vengo deshecho del duro bregar»[61].

Puede, Papá, que en alguna que otra encrucijada haya sido apretada la andadura, pero has estado Tú, Papá. me mirabas con cariño y siempre con perdón. Por esto, no he querido soltarme de tus brazos en la fuerte refriega ni en la encrespada galerna. Gracias, Papá. «Desde que mi voluntad está a la vuestra rendida conozco yo la medida de la mejor libertad. Venid, Señor y tomad las riendas de mi albedrío, de vuestra mano me fío y a vuestra mano me entrego, que es poco lo que me niego si yo soy vuestro y Vos mío»[62]. Doblo mis rodillas ante Ti, Papá, eres mi Todo.

Mi Papá bueno, dulce, acogedor y más sensible que la más tierna de las mamás de carne y sangre, no me abandonaron jamás los papás de la tierra que pusiste a mi cuidado. Muy bien me hablaron de Ti y a Ti me acercaron indicándome que con verdad fijara mi mirada pueril e infantil en Ti antes que en ellos. Cuando otros se quedaron en la duda de tu sorpresiva e instantánea llamada por Cristo Crucificado, ellos, mis papás, la acogieron serena y respetuosamente, pero además, con gozo velado pero sincero y con efectivo entusiasmo, como si fuera una prueba de confianza y complacencia a su fe sencilla pero firme. Su alegría y apoyo incondicional y feliz se expandió, como una flor que abre su aroma contagiándose a toda la familia.

En su esperanzada ancianidad, mi unión contigo, la suya y la mía, era como un puente abierto y directo hacia Ti, sin que nada ni nadie impidiera la continua conexión e íntimo intercambio contigo, más familiar y hogareño que con todo el mundo que nos envolvía.

Juntamente, Padre bueno, con tu maternidad en María, la Mamá querida, en las jornadas -aunque siempre a distancia de ellos físicamente, por atención y cuidado a los hijos que me ibas confiando, que en cantidad ellos adoptaron- permanecimos como sintiendo y viviendo el calor del mismo Hogar. Era el Hogar tuyo, Papá bueno, amplio y dilatado, que no dudo siguen caldeando muy junto a Ti, cara a cara contigo.

Por esto el «Ave María… ahora y en la hora de nuestra muerte» cerraba los labios, detenía el latido del corazón mortal de mi padre de la tierra para fijar la mirada del alma eternamente en Ti. Y mi madre de la tierra, rozando los noventa años, sintiéndose igualmente mamá adoptiva de los cinco continentes, te entregaba a Ti, Papá, su último suspiro abrazando también en mis brazos a la Mamá del cielo quedándose ya muy junto a ella.

Por toda esta cascada de gracias, de las que recuerdo y permanece en mí este sabor de eternidad, gracias, Papá bueno. Gracias, Padre, me siento en tu seno. Algo así lo daba a entender tu evangelista Lucas: «Todos a tientas te buscamos, en Ti nos movemos, existimos, y somos de tu linaje»[63]. Y la gloria es para Ti, como también cantamos en tu venida en la Santísima Eucaristía: «Por Cristo, con Él y en Él a Ti, Padre, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos».

Así, Papá, siempre en Ti, totalmente en Ti, eternamente en Ti, gozosísimamente en tu seno, desarro-llándome y creciendo, como en continua gestación, perfeccionándome más, y pareciéndome más a tu imagen. Siguiendo muy de cerca al Hijo Unigénito en el que residía la plenitud de la divinidad corporalmente.

Ya, Padre. Ya dispuesto por tu Espíritu, ve extirpando cuanto queda del hombre viejo: todo tumor, todo conato de droga y de virus maligno; todo el fuerte resabio del yo; toda soberbia y orgullo que se resiste a la misma divinidad. Que la paternidad fecunda de tu lluvia y rocío, descen-diendo desde arriba, haga fructificar, Papá bueno, tu esperanza en mi llamada: «la gloria de mi Padre -me recuerda Jesús- está en que des mucho fruto»[64]. «Di, pues, mi Papá, que a todo diré que sí»[65].

La que recibió abundantísimamente el rocío del cielo, al llover las nubes del cielo al Justo, me prestará como siempre tu fecunda Palabra, susurrándome al oído tu santísima voluntad, la que contiene la Vida-Amor de multitudes.

«Gracias te damos, Padre, porque nos haces dignos de servirte en tu presencia», siendo con todo mi ser tu Palabra, estando siempre vuelto a Ti, atento a Ti, pendiente de Ti. Siempre en tu presencia, sacando cuanto queda de vileza en mí y extrayendo cuanto de precioso sembraste en lo más íntimo de mi ser. Y entonces, de la abundancia de mi corazón prorrumpirá en mi boca, que será como tu boca, un cántico nuevo: Eructavit cor meum Verbum bonum[66]. Tu casa, Papá, mi casa, ya es la casa de todos tus hijos, sin excepción alguna, ni acepción de personas, porque a todas por igual les compartes Tú la herencia de tu Amor inmortal y eterno.




59. No vas solo, recuérdalo

11-1-1999. Cochabamba

Meditación: En diálogo con la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Jesucristo.

Mi Jesús, mi Maestro, mi Camino, mi Verdad y mi Vida, que me miras con Amor, volcando en mí toda tu ilusión en sangre viva. Apostando[67] a diario todo tu ser por si me alcanzas total y definitivamente, ganándome la partida. Y ante tus fracasos, intentos, una y otra vez, el caer en picado sobre la roca de mi corazón va dejando a trizas tu infinito Amor y misericordia. Mi boca está empapada de Ti. Por mi pecho rezuman tus venas. A mi corazón se pega el tuyo como un emplaste. Sin duda, esperas y confías quedar trasplantado en mí, aun sabiendo que hay peligro de rechazo[68].

Mas tu injerto en mi tronco viejo está a punto de agarrar, de asumir toda la savia de mi espíritu y de mi carne, abundantemente sazonada, irrigada de Amor, sangre y agua que mana de tu costado abierto. De tu sagrario a mi corazón y de mi corazón a tu cáliz se va como consolidando un permanente acueducto, un fluido sanguíneo que intenta circular por mis venas. Es caudal suficiente para transfusiones, salvando al acto otras vidas para las que me has elegido, haciendo de todo mi ser un banco de sangre, reserva de plasma para salvación de muchos.
Mi Jesús, no deseo otra cosa sino invertir mi vida y mi muerte como eco de tu Amor, como huella de tus pies perforados y rotos. Son las huellas que me ilusiona pisar y así contagiar mis pies del roce de tus llagas, y dejar en ellos la marca de tu paso por donde ponga mi pie, por donde acerque mis manos, en donde respire mi pecho partido. Y entregar[69] así hasta la última gota de mis amores, por Ti consagrados, a Ti dedicados y solo a Ti aplicados, llaga por llaga, en todo tu Cuerpo y en mi cuerpo, desde la cabeza a las plantas de los pies. Que quede perpetuamente marcado el camino de arena rojiza, capaz de hacer germinar una flor que sepa a tu aroma, el del Amor de arriba.

Tú, Jesús, mi gran Amigo y Compañero, en casa y de camino. ¡Cuánto te agradezco que te me adelantes siempre y que venga siempre de Ti la iniciativa! Sin duda, el Espíritu que me envías incesantemente me previene, me anuncia los proyectos trinitarios y mis peligros o prontitudes personales. A cada empresa y envío tuyo, siempre en acto, oigo de Ti, mi Jesús: «Recibe el Espíritu Santo[70]. No vas solo, recuérdalo. Vamos siempre contigo, estamos contigo. Haznos lugar, danos espacio, oído atento y una fidelidad instantánea, flexible y refleja, fruto del entrenamiento y ejercicio diario de mantener a raya tu yo, teniéndolo siempre sometido».




60. Tener buen tino

12-1-1999. Cochabamba

Meditación: Otro Cristo. Relevo de Jesús de Nazaret. Jesús, camino. […] Prestarme a que Jesús sea camino en mi arcilla, en mi arena, en mi piedra o gravilla, extendido y apisonado, ancho o más estrecho como convenga a cuantos, por Cristo, con Él y en Él tienen que llegar al Padre. «Este mundo es el camino para el otro, que es morada sin pesar, mas cumple tener buen tino para andar esta jornada sin errar»[71].


61. Pastorear según tu corazón

13-1-99. Cochabamba

Mi Jesús, mi buen Pastor, aunque ocultamente, sé que me acompañas de cerca muy junto a la grey que me confías, invitándome a dar la vida por las ovejas.

Al tomar abundantemente del pasto riquísimo que me preparas, Pan de Vida amasado con tu sangre, haz que aprenda a pastorear según tu corazón.

Purifica más y más mis entrañas, para que, conociéndome mis ovejas y gustando abundantemente de tu conocimiento, acudan a nutrirse de lo sabroso, deleitable y sustancioso de tu Amor hecho Pan, de tu Sangre hecha Vino. Y que en tu misma masa, como un puñado más de harina, eche todo mi ser y contigo, a una, pueda ser servido, nutritiva y saludablemente, con el conocimiento delicadamente personificado de una a una de mis ovejas, que son las tuyas.

Que puedan todos aprovecharse divinamente sin que toda mi entrega y donación sepa a nada, ni a nadie, más que a Ti, mi Pastor bueno y único. Porque solo de Ti, de tu costado abierto se riega, sazona y germina el buen trigo. Solo de tu pecho abierto rezuma el buen vino, fruto de tus cepas exquisitas, guardadas en tu huerto cerrado, maduradas por el agua pura de tu fuente sellada. Para ello has querido cercar mi corazón. Porque mi pobreza, castidad y obediencia no pueden ser sequedad, desolación, ni sombra alguna de esterilidad, sino plenitud de Vida abundante, manantial de Amor fecundo para la numerosa grey sumada al rebaño universal del Reino del Padre. Porque le ha parecido bien al Padre abrir nuestra mirada a su Reino universal que llena cielo y tierra.

Así me invitas a proclamar desde los terrados y azoteas[72] por todas las encrucijadas del mundo: «Vosotros, los hambrientos, los sedientos venid, comed y bebed; gustad lo que es bueno, lo que sacia, lo que de veras nutre y deleita muy saludablemente»[73]. Gracias, mi Pastor.




62. La tierra como un espejismo del cielo

14-1-1999. Cochabamba

En diálogo con el Espíritu Santo. Ven, Espíritu Santo, desciende hasta lo más oculto de mi miseria, de mi ser[74], tal vez ya corrompido y descompuesto, sin imagen ni fisonomía; perdida totalmente la imagen primigenia, la que procedía del mismo Espíritu, quien replevit, llena y renueva la faz de la tierra como un espejismo del cielo, pero que en realidad, lo que a los ojos humanos parecería apariencia se torna Vida eterna.


63. Directores espirituales

15-1-1999. Cochabamba

Partícipes de la acción del Espíritu. El Espíritu Santo nos hace partícipes de su misión, directores espirituales, humildes peones del Espíritu Santo.

[…] Noche de oración final de la primera etapa de este mes de Ejercicios. Acompáñame, María, con tu entrañable Amor de Madre universal. Gracias, mi Papá del cielo, del cielo instalado en nuestro pobre cuerpo pecador. Hemos conectado con tu Amor, del amor al Amor, y nos hemos sabido habitados por Ti. No hay ni puede haber Amor tan cercano, íntimo y familiar, tan uno con nuestro propio ser, externa e internamente Uno.

Gracias, mi Jesús, yo estoy en Ti y Tú estás en mí. ¿Quién es quién de los dos? No quiero, mi Jesús, que seamos ya dos. Feliz, te cedo todo cuanto pueda ser para no ser sino Tú; solo Tú; para siempre Tú; gozosamente Tú. Que no quede nada, ni rastro de mí fuera de Ti, único Ser presente a mis ojos, a mi corazón y a mi mente, que ya no son míos sino totalmente tuyos. En mi sombra te revelas mejor Tú.

Gracias, Espíritu Santo, compañero y guía diurno y nocturno. Guardaespaldas inseparable, seguro de Vida-Amor, aunque aparezca la muerte. Amor esponsalicio de Hogar, calor de fecundidad eterna, juventud perenne de aroma primaveral, cosecha continua de frutos maduros en una sucesión interminable y perpetuamente novedosa, dulce Huésped del alma.

Buenas noches, Madre de todos, Mamá querida, de brazos abiertos, de manos tendidas, de ojos que cautivan, de semblante de paz e irresistible acogida. Imposible separarme de Ti, anfitriona señera y Madre de Dios y de los hombres en la fiesta sin fin.


64. Día libre en vida orante

16-1-1999. Cochabamba

Día libre en vida orante. […] Ya soy propiedad tuya o más bien por Ti y contigo, Tú eres propiedad mía[75]. Tú eres la parte de mi herencia y mi heredad. Por eso, se me alegra el corazón, sienten regocijo mis entrañas, todo mi cuerpo descansa tranquilo.

[…] Y la gratitud conecta festivamente con el Magnificat de la Mamá, abrazando con cálido afecto hogareño todas las generaciones, tendiéndonos las manos a coro con los que contigo nos contemplan desde arriba.


65. Festividad de la conversión de san Pablo

25-1-1999. Cochabamba

San Pablo Apóstol. Festividad de la conversión de san Pablo Apóstol.

[…] Gracias, mi buen Maestro, ante mis miserias e infidelidades, mencionadas también en Pablo: «Líbrame de este cuerpo de muerte, porque mi proceder es como incomprensible, pues lo que quiero no lo hago, y lo que no quiero lo hago... ¡pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo Nuestro Señor!» [76].

[…] Gracias, mi Jesús ¡qué suerte verte siempre junto a mí, en mí mismo, guardaespaldas seguro, casi más ante el cielo que ante los hombres!

[…] Gracias, Mamá querida, patrona nuestra en la festividad de la Anunciación. Gracias, Apóstol Pablo, compatrono, ejemplo de nuestra misión. […] María, Mamá queridísima de la Fraternidad, Pablo, pionero excepcional de nuestro carisma y misión Verbum Dei, bajo vuestro excelso patrocinio queremos confiar la Fraternidad extendida por los cinco continentes.

Acompáñanos María, Madre de la Iglesia y tú, san Pablo, apóstol de las gentes; san Pablo apóstol, crucificado de Cristo, para que, bajo tu continua asistencia, nuestra vida misionera constituya, junto con la de nuestros discípulos, un fruto permanente de nuestro ser y actuar y un afectivo y real saber a Cristo crucificado. Así sea.


66. Sobre el Cuerpo de Cristo

26-1-1999. Cochabamba

Ejercicio diario de oración, vida orante.

La desproporción entre la misión que nos confiáis y nuestra realidad personal no tiene otra salida ni respuesta más adecuada que la del niño atemorizado buscando refugio y apoyo seguro en brazos de la mamá. […] La vida orante es el fruto propio de una vida de fe.

¿Cómo es posible no orar siempre y además conscientemente, si nuestra vida a tiempo completo y en exclusiva es «orationi et ministerio verbi instantes»?[77]. ¿Cómo no orar, si nuestra vida es propagar la fe viva, la Palabra de Vida, la Vida eterna sin cesar, para que todos tengan Vida y la tengan en abundancia? ¿Cómo no orar incesante-mente si en nuestra misión de predicar el Evangelio, de hacer discípulos a todas las gentes, Jesús nos acompaña siempre y está siempre con nosotros? ¿Cómo no orar siempre, estar siempre en presencia viva de las divinas Personas, si nuestra labor diaria es dar a conocer a todas las gentes, las veinticuatro horas del día, a nuestro Dios Uno y Trino, de la mano de María, bautizándolas en el Nombre, en la Vida-Amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo?

Toda nuestra jornada se integra a actuar e intervenir sin descanso sobre el Cuerpo de Cristo, sobre el Cristo total; en conexión, a mirada y consulta continua con Cristo Cabeza, con el Padre, con el Espíritu y con la presencia atenta de María, la Mamá tan querida, operando delicada y atentamente en los miembros de Cristo, según mis acompañantes me van asesorando, exigiéndome amorosa-mente invertir la mente, el corazón y las fuerzas en aplicar Vida, en inyectar Amor en el mismo Jesús herido, atropellado, necesitado urgentemente de reanimación, de transfusión de la misma Vida-Amor, que me pide compar-tir incesantemente oración, amor, entrega.

Dar y aplicar la Vida, por Cristo, con Él, y en Él, de la mano de la Mamá, es nuestro vivir y morir […]. Gracias, mi Señor, por tus delicias, incomprensibles a la mente humana, simplemente por estar. Por estar «con» nosotros, pero no solo «con» sino «en» nosotros; «en» nosotros mismos, como nosotros «en» Ti, porque así somos permanentemente Uno.




67. ¡Quién pudiera!

29-1-1999. Cochabamba

Meditación: El Señor nos llama para dar mucho fruto. ¡Qué más quisiera que acercarme a tu altar y mirar como de reojo tu cáliz y, desde lo más profundo de mi ser, como a escondidas, preguntar quedamente!

¡Quién pudiera participar de este cáliz! ¡Quién pudiera disimuladamente refugiarse en esa patena para poder convertir tanta miseria en pan de misericordia, en bebida de salvación! ¡Quién pudiera caerse como pegado a esta Hostia que se va a ofrecer «por vosotros», entre los que yo soy el que más necesito comer de este pan!

Yo soy el que más necesita comer de este pan y caer en este cáliz, como una gota de agua conectada con el vino, uno con Él y ser ofrecido, como disimuladamente, y tomar parte en la misma bebida de tantos «que por vosotros y por todos se derrama». Y mirar, como con envidia inmerecida, desproporcionada, pero sí ansiando la cercanía del Cordero al que pegué[78] y [79] herí, y al que vi que sangraba: sangre de mí, sangre por mí.

Y ahora… ¡si pudiera ser sangre con Él! y, lavados mis pecados, ser con Él la venda, lavabo y limpieza; purificar, quitar, hacer desaparecer y hacer olvidar el pecado del mundo…

El pecado, por tanto, de muchos, del mundo de hoy y del de mañana, pues son generaciones lejanas en el tiempo y cercanas, al alcance de la mano en el Amor; en el Amor que hoy, ahora, nos elige: «os he elegido yo. Sí, yo mismo». Y no es casualidad, sino causalidad: «os he elegido yo con una intencionalidad concreta, no improvi-sada, pensando en mucho fruto, un fruto que perma-nezca[80].


68. Como Tú, Mamá, contigo

30-1-1999. Cochabamba

«Acompáñanos, María, con tu entrañable Amor de Madre, para que nuestra consagración a la Palabra viva de Dios y predicación de la misma sea una propagación continua de la Vida de Dios por generaciones. Así sea»[81].

Porque la desproporción entre la misión que nos confiáis y nuestra realidad personal no tiene otra salida, ni respuesta más adecuada que la del niño atemorizado, buscando refugio y apoyo seguro en brazos de su mamá.

Por esto, a Ti acudimos, Mamá buena, tratando de mirar atentamente tu actitud, conducta y respuesta, para repetir lo más fielmente tu misma imagen; y así intentar apuntar a la imagen del mismo Jesús, formado de tus mismas entrañas. «He aquí la esclava del Señor»[82].

Ojalá, de corazón pudiéramos mantener esta misma actitud: esclava del Señor, sin pertenencia propia de mi ser, ni de la vida ni de la muerte. Sin libertad propia, sin poderes ni derechos a ningún nivel. A libre disposición del Señor, exterior e interiormente, en mi pensar, sentir y querer. Propiedad absoluta de mi Dios, pertenencia temporal y eterna de Él. Como Tú, Mamá, contigo, en Ti, para Ti.

«Hágase en mí según tu Palabra»[83]. No solo pasivamente sino activamente, decidida y pretendida-mente, con todo mi poder, saber y querer; apoyando, dando la vida, con todas las fuerzas, capacidad y potencia de mi miserable ser y existir hasta el último latido de mi corazón, el Fiat, el «sí», lo más detalladamente posible e imposible. Porque nada hay imposible para Dios, que me llamó y eligió.

Porque en Ti, Mamá querida, miró Dios la humildad, la gran verdad de tu vida, de la que nacería la Verdad, la Vida, el Camino para todos.

En mí pudo solo mirar la miseria y tuvo de mí gran misericordia. Y misericordia, Mamá buena, es lo que puedo y debo cantar y me atrevo a cantar eternamente como estribillo, humillado y contrito, escuchando feliz tu Magnificat sin fin.




69. Consagración a la Santísima Trinidad

31-1-1999. Cochabamba

Renovando nuestra consagración a la Santísima Trinidad, de manos de María.

Al Papá Dios

¡Cuán cerca está mi Dios! ¡Cuán bueno es mi Dios! ¡Cuánto me ama mi Dios! ¡Cuánto se fía de mí mi Dios! ¡Cuánto confía en mí mi Dios! ¡Cuánto se confía a mí mi Dios!

Mi Papá bueno, enséñame a amar como Tú, a valorar a todos como Tú, a esperar, a confiar en todos como Tú. Enséñame, Padre, Papá bueno, a estar de corazón muy cerca de todos, como Tú. ¡Contigo! Acompáñame, Papá bueno, con tu buena paternidad, a participar y contagiar tu misma paternidad. Ayúdame, Papá bueno, a sentir a todos como parte de mi vida, de mi ser, a ser uno conmigo.

Que te pueda amar en todos, que descubra tu Amor en todos, que no aparte tu Amor de nadie, que con tu Amor ame por igual a todos; a sanos y enfermos a buenos y malos, a amigos y enemigos, a santos y a pecadores. Que ame a todos como hijos; hijos del mismo Hogar, que es el tuyo.

Papá bueno, haz de mí tu Hogar, de mi cuerpo, tu Hogar. Que todo lo tuyo, lo sienta mío. Que todo lo mío lo sienta tuyo. Papá bueno, que sea yo uno contigo, que seamos uno, que me sepa uno contigo, siempre, a todas horas y en todo lugar. Que jamás me sepa solo, ni me sienta solo, contigo.

Que yo contigo me sienta y me sepa uno con todos, sin excepción ni acepción de personas. Que me sienta, Papá bueno, uno con todos tus hijos. Que sienta a tus hijos en mí, no lejanos, no extraños. Mi Papá bueno, quiero ser uno contigo, unir los hermanos, ser cuerda y ser nudo. Contigo ser buenos, unir nuestras manos y los corazones. ¡Buen Papá! ¡Nuestro Papá bueno!

Mi Jesús amigo

Mi amigo fiel. La amistad no se impone, no se improvisa, no se propone; la amistad se conquista.

Y la amistad no es una propuesta ni es una consigna, no puede ser comprada ni vendida. La amistad no se da por pedirla, es más bien regalada y es muy gratuita. Es fruto de un encuentro y es siempre recíproca.

Me encontraste, Jesús, y no pude evadirte porque me agarraste y bien me pudiste. Tú me conquistaste y me sedujiste. Ya toda mi vida es solo seguirte. Mi Jesús amigo, ¿qué es lo que me diste? Tú me contagiaste tu Amor que resiste a todos los amantes que en el mundo existen. Amor de talante y fuerza invencible, Amor transformante, que Amado y amante, solo en uno viven. Así, Jesús amigo, quédeme contigo para siempre amarte. Quédate conmigo que así bien vivirme es a Ti vivirte. Y es Vida abundante por la que viniste a Ti mismo darte y ser mi convite. En pan te compartes. ¡Cómo te moliste cómo te amasaste para a mí nutrirme! Porque al comulgarte Tú me asumiste y al asimilarme eres Tú quien vive.

Mi Jesús amigo, a Ti muy unido. Es todo un cantar el hablar contigo, amor compartido al cantar y amar, amar al unísono sin poder callar. Unidos los dos a eterna coral, al canto divino, al Amor fontal del Dios Uno y Trino, al que sin cesar todos repetimos: Santo, Santo, Santo, Dios universal, que cae en rocío de colores vivos de eterno rosal, cual capullos vivos de aroma inmortal.

Mi Jesús amigo, a Ti siempre unido por todo camino. Desde el despertar hasta el fin del brillo de la luz solar. Desde el primer guiño de estrellas que envidian mi prez matinal. Junto con la aurora vienen a rezar.

Espíritu de Amor


El Amor se queda a la espera, permanece como huérfano, sin su bajada en cascada espumosa y festiva, con saltos de alegría, como cortejo nupcial, descendiendo entre ondulantes encajes y tules o nubes de arroz, signo de fecundidad.

Es el amor esponsalicio de la novia en espera del Novio para formular y jurar un amor esponsalicio, perpetuo, eterno. Todo apuntando a un Hogar sin calcular ni números ni medidas. El Esposo es mi Hacedor y su acción, esperanza e ilusión esponsalicia, nada tiene de improvisación: «con Amor eterno te amé»[84]. Gracia abundantísima se fue reservando para este día. Día que continúa y se prolonga, sine die, sin espacio y trasciende en el «sin tiempo».

Son las bodas con el Cordero sin tacha y sin mancilla, que encubre toda deficiencia de la esposa y la reviste con sus galas, sin defecto ni arruga. La descendencia no heredará nada imperfecto, porque si abundaran las deficiencias e imperfecciones sobreabundaría la gracia y el don superabundante, traduciéndose en perdón.

Porque todos los hijos llevarán una diadema, el semblante del Amor, la imagen viva del Amor que no muere ni se corrompe, ni mengua ni se marchita. Porque se desposó el Amor con todo el patrimonio y herencia invariable. Con todo el derecho del Amor que lo transforma, todo en llamas; si hay bien o mal en mí todo se eleva en hoguera de luz y calor.

Y como un voraz incendio de aspiración universal prende como huracanado en todas las direcciones de la tierra. Tal es el conocimiento, contagio y propagación inextinguible del mismo fuego de Amor.

La Mamá de todos

Mi queridísima Mamá, desde los primeros gestos de la vida, todavía inconsciente y sin uso de razón, toda persona, como a tientas, busca al Amor.

La Palabra de Dios dice que toda persona a tientas busca a Dios. En el caso del niño[85], Dios le sensibiliza por la mamá. Así la más fina sensibilidad del hombre y de la mujer siente un apoyo y atractivo especial hacia la mamá en todo el transcurso de su vida mortal. Y aun al perder sus facultades, como por instinto, sigue hasta el último de sus movimientos buscando el agarrarse a su mamá.

Dios ha querido revelar su ternura materna particularmente y en concreto en las mamás. Mas, en la Vida inmortal, eterna, por la que somos verdaderos hijos de Dios, ha querido nuestro Padre del cielo dejar en el corazón y entrañas de María, su tiernísima y cariñosísima maternidad espiritual divina, para que Ella la aplicara dulcemente a todos y cada uno de sus hijos. E igualmente ha dispuesto que todo hijo de Dios hallara en María y gustara en Ella esta riqueza inefable de la afectividad divina del mismo Dios.

Esta afectividad, este cariño amorosísimo, infinita-mente amable de Dios, transmitido por María a todos sus hijos es como la esencia purísima, la flor y nata del infinito Amor de Dios para con sus hijos. Ellos disponen de la gracia singular y de la sencillez, humildemente familiar, de acercarse y tratar con la Mamá hasta conocerla, amarla entrañablemente y poner la confianza plenamente en Ella.

¡Qué alegría, Mamá querida, estar siempre con esta compañía tan íntima, tan familiar, como calor vivencial constitutivo del Hogar más propio y permanente! Preludio o prólogo del Amor eterno, con el Amor materno en donde todos los hermanos permanecen unidos con el vínculo que garantiza la unidad familiar: Mamá, centro de todos los amores. Mamá en perenne juventud con toda la madurez y plenitud del Amor. Mamá actual y eterna.



El «Quinteto» divino

Mi «Cuarteto» adorado, mi Vida en la tierra, mi Familia íntima inseparable, de día y de noche, en la salud y en la enfermedad, en la vida y en la muerte. Mi Hogar aclimatado y modus vivendi en el ambiente más favorable y adecuado a mis pobres facultades. Haga frío o calor, me siento con vosotros en el aire más agradable y con todo placer y gusto. Papá, Jesús, Espíritu Santo, María, los amigos fidelísimos, sois mi recreo, mi paz y la plenitud de mi existencia en este mundo. Y sois también mi antesala de la eternidad, en la que me introducís en las fiestas de los cielos.

Con vosotros, Papá mío, mi Jesús, precio de mi don y mi perdón, Espíritu de Amor, guía y viático en todos mis caminos de la tierra y Tú, Mamá queridísima, sin soltarme de la mano en las amplias calzadas del mundo y plazas públicas ni en las soledades de los desiertos ni en las sendas oscuras y peligrosas ni en las escaladas y despeñaderos ni en las llanuras y valles ni por los aires, tierras y mares ni entre fieras y peligros de muerte.

¡Qué alegría, ir así en pandilla, tan seguro, en equipo, todos uno! A corazón abierto, aportando el interés, alegría, cuidado y preocupación de todo el Hogar del mundo. Sin ghettos ni compartimentos estancos de comunidades, congregaciones o grupos indiferentes, sino aplicando a todos el mismo Amor, la misma Vida, el mismo interés. Todo compartido y amorosamente comentado, con la mirada puesta en toda la Iglesia de Jesús -pues todo es el Cuerpo de Cristo- aplicando en bien de todos el mismo afecto divino.
Gracias. Gracias, mi Comunidad primigenia, mi Comunidad invariable, mi Comunidad siempre unida, Padre, Hijo, Espíritu Santo y María, Madre de Dios y Mamaíta tan querida y Mamá de todos; mi Comunidad siempre actual, siempre en mí mismo. Mi Hogar del que nunca me salgo, siempre en el mismo clima, en verano y en invierno, de día y de noche, en cualquier pueblo, ciudad o continente en que me halle. Como una nave para todo terreno, ya sea mar, tierra o cielo, sin casi cambio en los cielos eternos, siempre en uno, ya inseparables. En donde reina en plenitud el Amor puro, el Amor vital. Venero limpísimo de todos los amores que nutren sobreabundantemente todos los afectos más apasionantes, placenteros y deleitables del corazón divino humano, del espíritu y de la carne, del cuerpo y del alma.

La plenitud del Amor filial, del Amor de noviazgo y Amor esponsalicio, el más íntimo y fecundo. Amor de hermano, el afín e igual, el mismo. Amor de compañero inseparable. Amor de padre y madre, más fuerte que la muerte. Amor entrañable, superior al amor de toda creatura porque se gusta de la Divinidad, en la mayor prueba y expresión. Amor que alcanza los extremos de su capacidad inalcanzable e infinita. Por lo mismo, Amor inefable, inmenso, infinito, inmortal, eterno, del que nada ni nadie, ni la vida ni la muerte, ni las fuerzas ni las potestades me pueden separar[86]. Gloria, gloria, gloria a mi Dios, a mi Mamá queridísima. Santo, Santo, Santo. Ave, Ave María. Gracias, por este mes de Ejercicios espirituales en Cochabamba.

70. Gran clima de fervor

1-2-1999. Cochabamba

Después de una velada en dulce fraternidad con Jesús Eucaristía, hoy despierto una horita antes, junto al «Cuarteto» adorado en torno a Jesús Eucaristía.

Celebramos a las 7 a.m. la Santa Misa, como despe-dida de las distintas fraternidades de Sudamérica.

[…] Gran clima de fervor y amor fraterno universal. Gracias, Trinidad Santísima. Gracias, María, Mamá queridísima de todos.

Hay distintas reuniones de aplicación práctica de los medios de apostolado con una vida orante y dos reuniones plenarias de las dos semanas: «Ruegos y preguntas» para la mayor aplicación del carisma y una práctica ayuda fraterna en el desempeño fiel de la misión.

A las 6 p.m. todo un grupo hacia el aeropuerto para sus destinos propios. Tomo yo el viaje hacia Guadalajara (Jalisco) a las 10.30 p.m. con escala en Santa Cruz de la Sierra y en Panamá, llegando a México a las 5.30 a.m. hora mexicana.

1999
Guadalajara (México)
. Para bien y provecho de generaciones

3-2-1999. Guadalajara. México

Ejercicios espirituales para bien y provecho de genera-ciones[87].

Ante un mundo tan falto de fe, danos, Señor, el poder despertar cuanto nos has dado de inteligencia y de voluntad para aplicarla íntegramente a dar Vida abundante a tantos hermanos nuestros... «Vale más un día pasado en tus atrios que otros mil días»[88].

Gracias, Señor, por si podemos en este mes resarcir las gracias, la Vida perdida de muchos hermanos por los que Tú nos llamaste y elegiste para darles abundantemente esta Vida inmortal. Cierto que en estos treinta días nos das la oportunidad de llenar años que se quedaron en el vacío y en la esterilidad de la Vida comprada con tu sangre, Señor, y que ahora podemos recuperar por gracia singularísima de tu infinito Amor y misericordia.
Viviendo poco tiempo, como nos dices por la Sabiduría, podemos rellenar de plenitud el tiempo[89], vivir la Vida en plenitud. Con el apóstol Pablo, con gozo y gratitud, podemos sobreabundar en fidelidad, supliendo infidelidades y pecados, completando en nuestra carne lo que falta a la pasión de Cristo en mí y en mis hermanos[90].

De un modo especial con aquellos con los que Tú, mi Señor, quisiste que nos encontráramos en nuestro peregrinar por este mundo, cuando no les dimos lo que Tú, Jesús, por todos ellos nos diste; y por la falta de testimonio, con que les herimos y dañamos en nuestro pensar, sentir o juzgar, en nuestras obras u omisiones. Acompáñanos, María, con tu entrañable Amor de Madre, para que abunde en nosotros tu Amor materno para con todos tus hijos.


72. Porque no tiene fin tu Amor

7-2-1999. Guadalajara. México

Gracias, Papá bueno. Toda dádiva buena, todo don perfecto viene de Ti. Gracias a tu fidelidad permanente, gracias. Gracias a tu misericordia infinita, porque no tiene fin tu Amor. Sí, porque no tiene fin tu Amor.




73. Nuestra Señora de Lourdes

11-2-1999. Guadalajara. México

Con una fe sencilla, no estudiada y sin teorías, con un sí de niño, con una actitud de pobre, con un amor de madre que nace de las entrañas, sin miradas alrededor, sino centrado todo el ser en el Amado, como todo el ser de la mamá en el niño, carne suya y sangre suya. Así mi oración, así mis miradas, pensamientos y latidos del corazón en uno con los latidos, sentimientos y el respirar de mi Cristo […].

Nuestra Señora de Lourdes, solo de tu mano, Mamá querida, al ritmo de tus pasos, centrado mi corazón en el tuyo, mi pensamiento en el tuyo. Compartidos todos mis afectos totalmente con los tuyos, volcados íntegramente en tu Hogar.

Sin descanso cronometrado, sin tiempo disponible, inmerso en el calor o frío de todos los hijos, fuertemente afectado por los que no hallan descanso ni reposo, sino que precisan urgentemente del amor y de los brazos, del corazón o de la vida, de la sustancia vital de la mamá, que calme y permita algún descanso a los hijos de Dios del mundo entero.

Sin más gozo ni paga, ni alabanza ni honor, que el bienestar, la salud, el desarrollo y la promoción divina de todos los hijos de la Mamá, de todos mis hermanos, amados por igual por la Madre universal, la Madre de la Iglesia, que multiplica su afecto materno, sin mengua, entre todos, para todos y con todos, llevando[91] a cada uno pegado a su corazón. Contigo, Mamá querida, haciendo de todo mi ser afecto materno, gratuito y sacrificado, dando la vida para Vida de todos.

¡Mamá buena! ¿Cómo formar tu Hogar aclimatado al calor de tu Amor materno? Con Amor materno, sin acepción de personas, sin diferencias ni distinciones, sin posibles divisiones ni particularismos. Con tu mismo Amor, sin mengua ni disminución, con el Amor íntegro, sin sombras ni dudas, sin demoras ni prevenciones, sin premeditación, sino con el Amor, como instintivo, espontáneo, limpio, total, sin reservas ni precauciones. Amor volcado al máximo a uno y a otro, como carne de mi carne, como vida de mi vida.

En el Hogar de la Mamá no hay variedad de Amor, es todo para cada uno, sin diferencia alguna. Nadie es extraño ni lejano o ignorado; menos presente o menos recordado. Todos sin excepción alguna están grabados, en imagen viva, en la mirada del corazón de la Mamá. Uno a uno como la niña de sus ojos. Miles y miles de hijos, y como si cada uno polarizara, acaparara y concentrara en sí todo el ser entrañable de la Mamá volcada más en cada uno de sus hijos que en sí misma.

La mamá no puede encajar nada malo de ninguno de sus hijos, sino solo amar. Puede enterarse de cualquier enfermedad o herida de cualquiera de sus hijos[92], pero para atender el remedio inmediato. Para la mamá, ahí no hay culpa, no hay condena alguna, ni siquiera error. Si se hirió el hijo es porque perdió la vista y no se le tendió la mano. Si no pudo curarse a tiempo es porque no hubo quien le ayudara a descender a la piscina del agua de salud. Si no se levantó es porque le llegó tarde el socorro imprescindible para seguir viviendo. Murió el hijo, pero no como desertor o fugitivo del Hogar, sino por abandono de un amor comunitario más fuerte. Para la Mamá, el hijo resucitará, el hijo retornará, el hijo no está perdido. Vive y revive en el corazón de la Mamá, junto a los demás.


74. Vida escondida con Cristo en Dios

14-2-1999. Guadalajara. México

Meditación: Cuerpo Místico de Cristo.

Mi Mamá buena, ayúdame, guíame y llévame de tu mano a convivir a tiempo completo con mi Cristo. Por Él y en Él, en mi Dios, con la luz y acompañamiento constante del Espíritu de Amor.

No quiero dejar de ser uno con mi Papá Dios, con Jesús y como Él: «Yo y el Padre somos uno»[93]. Porque «en Él nos movemos, existimos y somos»[94]. La pobreza, castidad y obediencia evangélicas están propuestas en función y al servicio total de esta plenitud de Dios en cada uno de nosotros; plenamente unidos en convivencia interna y externa con Cristo. Esta divina convivencia pide una unión vital de mente y de corazón, el mismo pensar y el mismo Amor, el mismo deseo y el mismo afecto, apego y dependencia.

Para ello, para esta vida escondida con Cristo en Dios preciso recogimiento interior y exterior, centrar en Ti, mi Jesús, mi imaginación y afectividad interpersonal con todo el ardor de mi corazón. Con un afecto vivo y actual que no pueda dejarme indiferente a los intereses del Cuerpo de Cristo, viva y fuertemente afectado por la salud, enfermedad, vida y muerte de todos y cada uno de sus miembros.

Mantener la mirada fija y recíproca contigo, mi Jesús. Sensibilizado con tus sentimientos y afectado en todo mi ser por el estado de debilidad, anemia y también corrupción y contagio de muerte de una extensa parte del Cuerpo, en el que convivo y con el que comparto sangre y carne divina.


75. La necesidad de una vida orante

19-2-1999. Guadalajara. México

De san Juan Crisóstomo, en la segunda lectura de hoy, primer viernes de cuaresma: «De la oración permanente»[95].

Es lo que consideramos vitalmente necesario para nuestra misión: el diálogo, no como una ráfaga pasajera o como una chispa u hoguera momentánea, sino como hogar propio y convivencia continua y habitual con el Amor que habita en mí. Así, a lo largo de la jornada, en días de sol y de niebla espesa, de frío y de calor, en casa y de camino, en los éxitos y en los fracasos, en la salud y en la enfermedad, en la vida normal y al avecinarse la muerte. En los momentos de fervor y en el temporal de las más duras tentaciones, «adoremos al Señor que por nosotros fue tentado y por nosotros murió»[96].

¡Cuánto nos complace vivir sin dificultades, vivir sin pruebas, sin contradicciones sin tentaciones ni fallos ante los hombres y ante Dios! ¡Cuánto nos cuesta el quedar mal, el fracaso ante los hombres y ante Dios, los constantes errores! Como también lamentaba san Pablo: «Mi proceder no lo comprendo, no hago el bien que quiero y caigo en el mal que no quiero»[97]. Las faltas e infidelidades, decía Santa Teresa, las tenemos unas por debilidad y otras por necesidad, para que no nos apartemos de la humildad.

De ahí la necesidad de una vida orante, jornada de súplica e invocación continua al Señor como hace con su mamá el niño débil, enfermizo, tímido. Tal es nuestra condición en este mundo: así en la bonanza como en la temerosa tempestad, no apartar la mirada de Jesús, de la Trinidad en nosotros.

Fijos los ojos en Él. Y también cómo no, siempre de la mano de María. Debería darnos miedo el desprendernos de su mano. En las sendas y caminos llanos, suaves y placenteros, como en los abruptos, entre espinas y abrojos, al borde de abismos y peligros continuos, siempre de la mano de María, como el niño en brazos de su mamá. Agarrándonos fuertemente a Ella, atravesamos lo más dificultoso y terrible.

Bien sabemos que nada podemos. Nada sin el poder de lo alto, sin la guía, fuerza, luz y fuego del Espíritu de Amor. Nuestra respuesta y fidelidad a Él es la que nos comunica en abundancia sus poderosos frutos y dones sobrenaturales. Es la respuesta que nos enseña a pronunciar desde lo más profundo y sincero de nuestro corazón María nuestra Mamá, irradiación cercanísima de la ternura maternal de nuestro Dios. Ave, Ave, María gratia plena, plenitud de Vida-Amor.


76. Jamás me cansaré de suplicarte

20-2-1999. Guadalajara. México

Mamá querida, ¡cuán lejos está mi vida de mis deseos! Cómo anhelo, Mamá buena, ser como Tú, sentir en mí tu entraña materna y gestar en mi seno los discípulos de Jesús, de los que por la Palabra debo ser madre de verdad; con un amor tierno, supersensible, limpio e inmaculado, conforme al designio amoroso del Padre, quien nos eligió en Cristo, antes de la fundación del mundo para que fuéramos santos e inmaculados en su presencia en el Amor[98].

Mamá, extírpame toda raíz de pecado y de fruto de la carne, para que solo tu pura ascendencia, tu etnia sobrehumana, sobrenatural y divina, permanezca en la tierra y en mi alma. Que florezca en mí, abundantemente, solo el aroma de tus rosarios que, como oleadas de rocío dejas caer sobre mí todos los días de mi vida. Sazona, sí, todo mi ser de la plenitud de tu Gracia hasta desbordar.

Jamás me cansaré de suplicarte, como niño débil, delicado, pobre y tímido: Ave, Ave María, llena de gracia, ruega y suplica, Mamá buena, por mí, pecador, hasta que me asemeje y alcance identificarme con tu plenitud de gracia. Ahora, aquí mismo, en la milicia, en el combate y lucha de mi yo, resistente a la gracia y al Amor puro de mi Dios.

Que no vean mis ojos, que no perciban mis sentidos más que tu mirada y la ternura materna. Que no palpite mi corazón más que al latido de tu Amor. Tú, Mamá buena, que en lo más alto de la gloria del cielo, participas de los planes y proyectos de Dios, danos el poder acertar su santa voluntad.

Aquí, en El Copo, lejos del mundanal ruido exterior, concédenos, Medianera de todas las gracias, que tu gracia pura, fecunda y plena de la Vida-Amor de Dios planifique íntegramente nuestra mente y nuestro corazón. Los responsables de toda la Fraternidad Verbum Dei, aquí reunidos, acudimos espontánea y necesariamente a Ti con el intento de compartir comunitariamente los designios de nuestro buen Dios sobre nuestra universal Familia Verbum Dei.

¡Cuánto nos apremia y cuánto[99] bulle nuestro corazón por complacerte, Mamá querida, Tú que eres complacencia de Dios! Que de tu mano, podamos tratar ante la Trinidad Santísima, que nuestras vidas y nuestros corazones permanezcan, ante todo, como hostias vivas sobre el altar de nuestro buen Dios, Uno y Trino, a fin de que todos los responsables, unidos[100] en el Amor mismo trinitario, pongamos total y definitivamente nuestro pensar, sentir y querer solo en el Amor-Vida de Dios.

Que en Dios y con Dios seamos pan de Vida y bebida de salvación para todos los miembros de la Fraternidad. Que de veras nos seduzca y fascine participar del destino del Cordero, para que este «ser Él» elimine en nosotros todo rastro del hombre viejo. Que nuestras miserias y egoísmos queden ya sepultados como cieno y abono bajo la tierra sembrada de Amor; basura que dejamos, felices, para que en nosotros germinen solo los frutos del Espíritu, la imagen viva de Jesús, Mamá querida, fruto de tus entrañas, tu misma fisonomía, tu ternura materna para todos.


77. El misterio pascual en mí

21-2-1999. Guadalajara

Mamá, María, sigue acompañándome por los caminos de la cruz que conduce al Calvario, esto es, a la máxima humillación. Ahí está la auténtica resurrección: en la muerte real del yo, sin desertar de la cruz.

Para ello no puedo, como Jesús, apartar la mirada del Padre. «Padre, si es posible, aparta el cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya»[101]. Y esta, la voluntad del Padre, es precisamente mi misterio pascual, el misterio pascual en mí, que no tiene como punto de mira sufrir, sino[102] precisamente el gozo de la resurrección, para el que tengo necesariamente que morir. Tiene su punta de lanza en el terrible temor del escándalo.

Todos se escandalizarán por mí. Todos os vais a escandalizar, ya que está escrito: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. Pero después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea. Pedro le dijo: Aunque todos se escandalicen, yo no. Jesús le dice: Yo te aseguro: hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres...»[103].

Este fracaso escandaloso de Jesús, humillado entre los más degenerados y vergonzosamente apresados y ajusticia-dos[104], escándalo público ante todo el pueblo en general y ante los suyos, avergonzados, abandonándolo como todos, desmoronándose así todo el apostolado y apariencia de bien, es la suprema cruz del apóstol.

1999
Inglaterra
Loeches y Siete Aguas (España)



78. ¡Cuán bueno es nuestro Dios «a solas»!

15-6-1999. Vuelo Londres-Madrid

En el aeropuerto de Londres[105]. A Ti, Santísima Trinidad, de la mano de María, encomiendo con gran interés, en función y servicio de nuestro carisma Verbum Dei estos Ejercicios que vamos a empezar, Dios mediante.

Hágase el cumplimiento de nuestra misión preferente de enseñar a orar; oración y ministerio de la Palabra: predicar la Palabra de Dios, tu Palabra, que tiene que ser antes orada, contemplada y gustada, asimilada y vivida con toda nuestra mente, corazón, y fuerzas, para, así aplicarla lo más elaborada posible.

La Buena Nueva, en efecto, será mejor y más eficazmente acogida, cuanto mejor contemplada y dispuesta, para ser entendida, captada y acogida, de la mejor manera posible, para Vida de muchos. Porque será así, más buena y más nueva. Buena, con la bondad del mismo Dios y nueva con la novedad del Infinito. Palabra de Dios que, por muy gustada y novedosa, resulta cada vez con nuevo sabor y con el hallazgo sorprendente de lo inédito, siempre superior a lo conocido anteriormente.

Esta bondad divina y esta novedad del Amor infinito no se recibe de manos, ni de lengua humana, que por muy original que parezca es ya palpada y masticada, sin el encanto de la fruta cogida del árbol y madurada con todo su sabor, sin nada artificial ni presionada; sino de la savia pura, del aire limpio y del calor natural; sin presión alguna, ni forzadamente.

¡Cuán bueno es nuestro Dios «a solas»! Fuente pura de toda santidad y manantial jamás interrumpido ni menguado, sino como el agua pura, que ve la luz por primera vez nacida de la entraña de Dios. Orar y orar; estar y estar, fluyendo cada vez el agua más pura y cristalina, manando en silencio y cándidamente, como las gotas brotan de la nieve, al beso admirado y contemplativo del sol.


79. La gracia de los Ejercicios

16-6-1999. Loeches

Gracias, Señor, por el infinito interés, amorosamente manifestado y pretendido, de una plena purificación en nuestra vocación y misión. Gracias, Trinidad Santísima, por tu fidelidad invariable, impertérrita, a toda prueba y en toda circunstancia. Gracias por tu donación total en la Santísima Eucaristía y en la oración a todas horas.

Gracias, Mamá querida, por llevarme de la mano en todo lugar y tiempo, en la bonanza y en toda adversidad. Acompáñanos, Mamá, en estos próximos Ejercicios espirituales. Que nos dispongan a poder ejercitar espiritualmente todo nuestro ser, cuerpo y espíritu, sentidos y potencias para acoger, con manos pobres y vacías, la riqueza y plenitud de gracia. Que la gracia de los Ejercicios nos enriquezca con el carisma propio de la Palabra fecunda que enseña a orar.


80. Renuevo mi consagración

17-6-1999. Siete Aguas

Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo que habitas en mí, como único Dueño de todo mi ser en propiedad privada, te adoro y con toda humildad y gratitud renuevo mi consagración total y exclusiva solo a Ti, de la mano de mi Mamá querida, Madre de Dios y de la Iglesia.

Renuevo mis votos de fidelidad a Ti, Padre, Hijo y Espíritu Santo, como Dueños absolutos de toda mi vida y de mi muerte, de mi existencia en este mundo y en la eternidad. Concédeme la sabiduría del Espíritu para gustar en profundidad el sabor divino de tu Amor, y guardarlo solo dependiente y pegado a Ti.

Que quede libre de todo, de todos y de mi yo, para estar solo dependiente y adherido totalmente a Ti. Que ninguna creatura me separe de Ti o me distraiga de tu mirada limpia, de tu escucha atenta, de tu afecto totalizante, que transforme todo mi ser en Ti.

Guíame, Mamá buena, Madre del Amor, todo Amor y solo Amor, en la que reside la plenitud de la divinidad corporalmente, para que cada vez pueda acortar más la distancia de tu plenitud de gracia.

Que así, mi vida sea un perpetuo Fiat a la voluntad de mi Dios, para que solo Él disponga de mí a su aire y complacencia, en unión con los moradores del cielo y su canto: Santo, Santo, Santo. Ave, Ave María.


81. Ejercicios espirituales

18-6-1999. Siete Aguas

Mes de Ejercicios espirituales[106]. Tendrían que ser unos Ejercicios espirituales en función de nuestra espiritualidad y carisma. En vistas también a nuestra vida orante, propia de nuestro carisma y misión específica: «oración y ministerio de la Palabra». Con el fin de formar «fraternidades» de vida evangélica de personas de diversa condición y estado que oren y enseñen vivencialmente a orar, constituyendo así la Familia Verbum Dei, conjunto de personas de todo estado y condición que viven ya nuestra espiritualidad en los cinco continentes.

Se trata de revivir cada día más abundantemente y conscientemente nuestra consagración a las divinas Personas. De la mano de María, con toda fidelidad a la voluntad de Dios, al Amor de Dios concretado en nuestra dedicación[107] «a tiempo completo» a la Palabra de Dios orada y practicada. Por lo que nuestros Ejercicios se centrarían en la convivencia, lo más viva y consciente posible, con las divinas Personas, que con nosotros y en nosotros conviven como en casa propia y propiedad personal, enteramente suya.

Esta es la fuente primera de nuestra espiritualidad, junto con las demás fuentes y ejercicios propios que constituyen nuestra vida contemplativa-activa, con el lema de «contemplata aliis tradere et omnia verba tradenda, antea contemplare et convivere»[108].


82. No menospreciar la mirada

19-6-1999. Siete Aguas

María, Mamá querida, que tan limpiamente descubriste sobre Ti la mirada del que es Todopoderoso, ayúdanos a no menospreciar la mirada misma sobre la pobre miseria.


1999
Siete Aguas (España)

 Poco a poco, Señor

25-8-1999. Siete Aguas[109]

En esta noche, Jesús, queremos agradecerte mucho tu confianza y tu generosidad para con nosotros. Tu gran ilusión de que tu encarnación, tu venida al mundo, tu muerte y pasión voluntaria y libremente aceptada y querida por Ti mismo, dé el fruto que Tú quieres y esperas de cada uno de nosotros. Te agradecemos tu entrega, pues te entregaste por cada uno pero, además, te sigues entregando por nosotros, adquiriéndonos no con oro y plata, sino con el precio de tu Carne y Sangre que recibimos todos los días.

Tal vez, nuestra conciencia, nuestra inteligencia y sobre todo nuestra fe no tenga el alcance suficiente para valorar, como Tú quisieras, el gran precio que Tú estás pagando por nosotros. Y no solo por nosotros, sino para que muchos se beneficien del reparto que Tú pones en nuestras manos y de la administración que nos confías para multitud de gentes de todas las generaciones que no están en el tiempo, sino más allá del tiempo.

Por esto, María, te pedimos que nos ayudes a comprender este gran radio de acción, este sin tiempo por toda la eternidad, por todas las generaciones. Mujer de fe viva, auméntanos la fe, ayúdanos a entregar mente y corazón a este Amor de Dios, para que percibamos cuánto nos quieres, cuánto nos amas a todos y a cada uno y cómo quieres que este Amor trascienda a mucha gente.

Sobre todo te agradecemos inmensamente esta elección, Jesús, ya que nos dices: «Te hemos elegido nosotros». Al intervenir también el Padre, el Espíritu y nuestra Madre la Virgen, lo normal es que estemos tranquilos, que estemos seguros, que estemos prontos y dispuestos a corresponderte, puesto que es elección tuya. Tu herencia eterna, tu testamento y tus últimas palabras, Jesús, han sido riquísimas para nosotros; nos has dado lo mejor, que son tu Espíritu y tu misma Madre, a fin de vernos acompañados como Tú mismo y contigo mismo con una compañía suficiente, necesaria, agradable y feliz. Gracias por el interés que has tenido al estar también Tú presente en nosotros uniéndonos al Padre, como decías en tu oración: «para que el Amor con que Tú me has amado, Padre, esté en ellos y yo en ellos»[110].

Poco a poco, Señor, iremos descubriendo la grandeza de tu presencia, una vivencia que es convivencia con las divinas Personas y con nuestra Madre, la Virgen. Convivencia que quieres que comuniquemos y que llamamos también comunión diaria para quitar el pecado del mundo, para tener tu misma misión. Somos elegidos no para algo abstracto, sino muy concreto. Queremos, Señor, que esta gratitud no sea algo teórico, sino nuestra entrega unida a la entrega de tu cuerpo, de tu sangre en la más terrible humillación, en el más cruel abandono y tortura quedándote solo, ahí, con tu Amor por todos los hombres.

Puede que algún día nos sintamos muy solos, que la gente no nos comprenda, que nosotros mismos estemos como confundidos y abandonados, como Tú mismo te sentías en el abandono del Padre al decirle: «Padre, ¿por qué me has abandonado?»[111]. No obstante, no te dirigías a nadie, sino directamente a Él, dialogando con Él.

Que en estos momentos de dificultades, de desolaciones, de incapacidades y de impotencias, nos dirijamos a Él con la confianza segura de que nos va a escuchar. Por esto, al cabo de pocos momentos le pudiste decir: «Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu»[112] y me confío totalmente.

Esta lección tuya, este último pregón de tu evangelio y de tu Amor infinito al nombre del Padre también nos da a nosotros el camino, la verdad y la vida que quieres que reconozcamos fielmente. María, a quien dejó a nuestro lado para nuestra compañía segura, también nos acompañará con su gracia, para bien de tantos hijos suyos.

Gracias por este día. Son días riquísimos. Si sabemos acogerlos y si tenemos un poco de fe, como un grano de mostaza, seremos capaces de trasladar esta montaña del yo y dar paso a Jesús, que viene a nuestra vida.

Que sintamos, como Pablo, que «ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí»[113]. ¡Qué maravilloso que todo un Dios se quiera arropar con nuestra carne y sangre! Quiere hacerse presente en el mundo con nuestra humanidad para que antes que sea polvo y ceniza pueda haber sido la humanidad de Dios, con la plenitud de la divinidad, como Jesús.

Que con la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo esté, también, el recuerdo tuyo, María, que recibimos también en la Eucaristía, que es la carne y la sangre que tomó Jesús de tus entrañas y que nos comunica todos los días. Esta comunión debe hacerse a lo largo de toda la jornada porque es convivencia, porque es comunión contigo y con todos los hermanos.

No queremos excluir a nadie del banquete, de la cena filial. ¡Felices los invitados a esta cena! En esta cena, en la misma Eucaristía, nos dices que podamos compartir la Vida eterna con multitudes. Algo que no hay ningún millonario del mundo que pueda comprar con los valores de esta tierra, pero que nos has querido dar. Tú mismo diste gracias al Padre por esto y nosotros nos unimos a esta gratitud.

También queremos pedirte perdón por los momentos que por nuestra desidia o pereza, o por nuestras distracciones, hubiésemos podido perder la Vida de alguien. Queremos hacerles llegar esta comida y bebida necesaria del Amor de Dios, como Tú dices, Jesús: Comeréis y beberéis conmigo en la cena y felices los que puedan participar en ella. Perdónanos, Señor, y que nosotros sepamos perdonar. Que admitamos también tu perdón generoso entre todos. Que nunca vayamos a dormir sin esta seguridad de comunión del amor total tuyo, en la medida en que nosotros amamos y perdonamos a todos nuestros hermanos.

María, «acompáñanos siempre con tu entrañable amor de Madre, para que nuestra consagración a la Palabra viva de Dios y predicación de la misma sean un manantial continuo de Vida eterna por generaciones»[114].

Matrimonios, es necesario que habléis con el Señor. A Él le gustará muchísimo vuestra conversación, por vuestra gran responsabilidad y por la confianza que deposita en vuestras manos. Habladle de vuestro cónyuge, habladle de cada uno de los hijos, cada día, con mucho interés.

La conversación de un papá y una mamá con Dios es lo más digno de atención de nuestro Dios. Por esto, se comprende que la santidad y la entrega de cantidad de personas que han reproducido a Cristo vivo vienen de las oraciones y de los sacrificios, del amor del papá y de la mamá. Hablad con la Trinidad y con María sobre cada uno; concretamente sobre cada hijo, para que apoyen también una misión tan grande y tan trascendente.

Que tampoco nos olvidemos de que, sobre todo, en la Rama de los Matrimonios, cada uno sea un apoyo, una ayuda, no para un círculo cerrado de Verbum Dei, sino para responsabilizarse de la hermandad para con todos los matrimonios del mundo. Tenedlos presentes a todos, pues recibimos para muchísimos. Ellos tienen derecho a recibir de nosotros este auxilio, esta gracia y esta comunión eucarística que brota de nuestros corazones; este amor de padre y madre que Jesús nos manifiesta, abriendo su costado y dando a luz, desde su corazón, a toda la Iglesia.


84. Ante el sacramento de la Eucaristía

26-8-1999. Siete Aguas[115]

Ante el sacramento de la Eucaristía, Jesús, queremos darte gracias al final del día por la plenitud de luz, de amor y de cariño que hemos podido experimentar y palpar en tu contacto vivo con nuestro corazón.

Solamente la fe nos da la luz para poder descubrir esta intimidad, este contacto vivo con todo tu Ser. Tú, que con tu sola presencia y el contacto con la orla de tu vestido podías curar a los enfermos, evidentemente, nos darás esta fe suficiente, para curar en nosotros toda flaqueza, toda debilidad, todo pecado, para que, limpios de corazón, podamos verte «tú a tú, cara a cara»; podamos dialogar contigo, conocerte íntimamente y quedar seducidos y cautivados por Ti.

Hoy podemos reconocer y agradecerte el precio que das, que has dado y sigues dando, hasta el fin de los tiempos, a aquellos que Tú eliges en bien de toda la humanidad, y el ser contados entre ellos. Y, aunque no correspondamos con aquella fidelidad que deseamos, Tú descubres en nosotros el deseo, las ansias, el interés de corresponderte hasta dar el fruto abundante y permanente, por el que Tú nos has llamado. Este fruto que permanece, aun cuando nuestro cuerpo ha terminado ya su misión en este mundo de representarte vivo, palpable y audible, a todas las gentes que Tú nos confías.

Ayúdanos, María, a comprender al Dios que Tú llevaste en tu seno y que santificaba a las personas a tu paso, en tu presencia, como a Juan Bautista, el primer misionero de Jesús. Que comprendamos a este mismo Dios que tenemos también nosotros, todos los días, de una forma sacramental.

Que seamos conscientes de que recibimos la presencia viva de nuestro Dios creador, de nuestro Dios redentor, de nuestro Dios santificador. Que de Ellos aprendamos vivamente su Palabra, su Vida, su Amistad, el mismo Amor pleno que tuviste en Ti, Madre.

María, llena de gracia, reconocemos tu plenitud de gracia en nuestra oración que te repetimos tantas veces y en la que te añadimos que intercedas por nosotros pecadores. Tú sabes que nos pueden las tendencias adquiridas, los vicios, pero queremos superarlos totalmente hasta ser cada día más semejantes a Ti, con plenitud de gracia en la misma perspectiva de las generaciones que Tú cantas y llenas de felicidad por tu «sí» y por tu gran limpieza de corazón.

Así como el mismo Dios nos eligió en Cristo, tu Hijo, antes de la fundación del mundo para ser santos e inmaculados en su presencia[116], en la presencia de Dios, en el Amor, María, Medianera de todas las gracias, contamos con esta ayuda, con este poder tuyo, para poder, así, ser acompañados por Ti, como el mismo Jesús, en el desempeño de la misión que Él nos confía.

«Acompáñanos, María, con tu entrañable Amor de Madre, para que nuestra consagración a la Palabra viva de Dios y propagación de la misma, sea un manantial continuo de Vida eterna por generaciones»[117].

A todos los elegidos para este encuentro, ante Jesús sacramentado, ayúdalos, Madre, a tomar conciencia de la obligación, del deber y del derecho que tienen a repartir y compartir la Vida de Dios. Sobre todo en sus hogares, con los más próximos y con aquellos que de continuo están presentes en el mismo hogar, en su mente, en su corazón y también físicamente. Dales este calor de hogar que todos queremos y cuya garantía y seguridad es la presencia de la Mamá de todos, para la unión y comunión de toda la familia y de toda nuestra gran familia de Dios.

Madre, Madre de la Iglesia, Madre de toda esta familia, Madre de cada uno de los hogares, cuenta con nosotros para que todo nuestro ser sea un sí, un Fiat, un eco fuerte y vivo de tu «sí» a la propuesta y al proyecto de Dios que Tú supiste mantener firmemente.

Intercede ahora por nosotros, para nuestro cumplimiento fiel del mismo proyecto de Dios, teniendo la misma fidelidad tuya. Madre de los creyentes, que siempre fuiste fiel, danos tu confianza, danos tu fe.

Es muy conveniente que los papás y mamás cada día tengan ante Dios, ante la Trinidad y la Virgen, el recuerdo vivo de su cónyuge, de cada uno de los hijos, nominalmente, uno a uno, delante de Dios. Él espera la participación viva de cada uno, de los padres y madres en bien de sus hijos y de la descendencia que Dios les tiene preparada. Cada uno elige la Vida para todos ellos y para su gran descendencia por los siglos y generaciones.

Que cada uno recuerde a toda la Fraternidad. Que tengáis un compromiso entre vosotros, los hogares, pues esta es la finalidad de la Fraternidad, de la Familia Verbum Dei: un compromiso de ayudarnos, de responsabilizarnos de los propios hijos y también de los hijos, familias y hogares de cada uno, en cualquier momento que se precise, en todo momento, con nuestra mente, nuestro corazón y nuestras oraciones. Y también recordemos a la Iglesia, la gran familia universal de Dios y de María en toda la tierra.


85. Que aspiremos a la santidad

27-8-1999. Siete Aguas[118]

Te saludamos, Padre, todos tus hijos, muy unidos, con mucho cariño y con mucha gratitud. Queremos complacerte como Tú deseas, como Tú quieres y como a nosotros nos llena y nos enriquece enormemente con tu misma Vida eterna en nosotros mismos.

«Padre Nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal. Amén».

Madre nuestra, que tanto nos ayudas, que tan diligente, atenta y delicada eres con cada uno de nosotros, que no perdamos la imagen de nuestro Padre Dios y seamos cada día más semejantes a Ti, Mamá; que tengamos tu mismo interés por todo el Hogar; que nos veas a todos así, con la misma comunión, con el mismo Amor del que Tú estás llena, con abundante gracia divina.

«Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor está contigo, bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén».

Queremos glorificarte, Trinidad Santísima, que te has dignado habitar en nosotros mismos, haciendo de cada uno tu sagrario preferido, tu tienda del encuentro con muchos hijos, a quienes quieres que nosotros revelemos tu mismo rostro y tu mismo Amor infinito.

«Santo, Santo, Santo, Dios del universo, llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Como era en un principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén. Santo Fuerte, Santo Inmortal, líbranos, Señor, de todo mal».

Queremos darte gracias, Jesús, siempre con los brazos abiertos para abrazarnos íntimamente; siempre con tu pecho abierto para tenernos ahí a todos nosotros, acogiéndonos con cariño, con amor, corazón a corazón. Amor con amor. Queremos agradecerte un día lleno de tu presencia, un día más de nuestra existencia en este mundo. Lo que tanto te interesa, es que la plenitud que nos dais la podamos revelar con nuestra conducta, con nuestra vida, con todo nuestro ser. Te pedimos, Jesús, que te podamos imitar.

Queremos Espíritu Santo, tener una fidelidad total porque como Señor y Dador de la Vida a la Iglesia, cuentas con nosotros en todo momento. Tú nos das la gracia abundantísima que recibimos en la Eucaristía cada día y en la que nos congregas en Uno, para que sea muy abundante la ayuda, el auxilio a todo el Cuerpo de Cristo. Que todos los miembros puedan recibir la salud, la fuerza, la medicina, el remedio que necesitan en todo momento.

Somos conscientes de que así llegamos y alcanzamos los confines de la tierra, como Tú decías, Señor, en tu Palabra, en los mismos Hechos de los Apóstoles: «Seréis mis testigos, en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra»[119]. Seremos tus testigos en las ciudades, en los pueblos donde Tú dispones que estemos, para que Tú te hagas presente en todos estos lugares por donde nosotros vamos pasando. Eres Tú quien pasas cuando nosotros vamos tomando conciencia del amor, el cariño y la confianza que nos vas depositando y demostrando todos los días.

Te pedimos, Señor, que te encuentres a gusto en tu casa, que es nuestro cuerpo, que es nuestra vida; que puedas disponer de nuestra mente y nuestra inteligencia. Necesitamos aplicarla íntegramente en tantos miembros de tu Cuerpo que necesitan nuestra ayuda, nuestro corazón, nuestro afecto. Que sea solo tu Amor puro y limpio el generador de Vida, reconstructor y medicina segura de salvación para todos.

Te pedimos, Señor, que como todos los días, después de darte gracias por tantos beneficios, podamos enumerar un poco la cantidad de dones que nos has ido dando durante el día para que nos acostumbremos a no perder ni uno, a no corrompernos en nada, a darlos con toda su virtud generadora de vidas eternas, de comunión en los hogares, de unión entre todos tus hijos.

Por esto, te pedimos perdón por todos los fallos que hayamos podido tener de pensamiento, de deseo, de palabra y de obra. Perdón por todo lo que hemos fallado en toda nuestra vida. Queremos que nos sirva como empuje, como ayuda, como estímulo de un amor más puro y total.

A quien mucho se le perdona, dices Tú mismo, mucho ama. Luego, mucho amor esperas de nosotros. Somos pecadores, fallamos, tenemos debilidades, las conse-cuencias de los frutos de la carne y sus huellas en nosotros. Queremos que queden totalmente borrados de nosotros sin que quede cicatriz de nada por la fuerza grande de tu amor, para que sea verdad lo que tanto deseas: que tengamos tu imagen perfecta «como el Padre celestial es perfecto»[120].

Que aspiremos a la santidad como Santo eres Tú, Padre, Hijo, Espíritu Santo, María, Mamá de todos. Que lleguemos a esta plenitud de gracia, plenitud de amor, plenitud de cariño en los hogares inmensos que nos vais señalando a cada uno. Con las generaciones que te llamarán feliz, Madre, también queremos unirnos al cántico tuyo todos los días; por la felicidad de todos ellos, y por la felicidad de toda la tierra en todos los continentes.

Queremos recordar también a todas las fraternidades en los cinco continentes, con las grandes aspiraciones de los matrimonios, para que lleguen a ser realidad. Que no los abandonemos, sino que los tengamos muy presentes. Ya que ellos tienen el derecho y nosotros tenemos el deber, y el derecho también, de comunicarles la inmensa riqueza que vamos recibiendo. La facilidad que tenemos de tratar contigo y de irnos formando para que también les abramos paso a ellos. Te pedimos que tengan formación, la formación de vida y sobre todo el conocimiento vuestro, Padre, Jesús, Espíritu Santo, Mamá María, Madre de todos.

Contad en todo momento con nuestra vida, con nuestros sacrificios y sufrimientos voluntarios, con todo aquello que aceptamos con cariño y con amor, aunque muchas veces nos hiere, pero que lo ofrecemos ya, de antemano, libre y voluntariamente como Jesús, cuya presencia viva en la Eucaristía está en estado perpetuo de humillación. Tú, Jesús, estás más humillado tal vez en nosotros que en el sagrario, al no encontrar en cada uno la acogida a tus deseos de tener en nosotros esta convivencia feliz, cariñosa, acogedora de Ti y de todos los miembros de tu Cuerpo.

Cada uno, ahí, tiene el deber y el derecho de hablar, personalmente, nominalmente, de su cónyuge y de cada uno de sus hijos a la Trinidad y a María. También de aquellos hijos espirituales que se nos confían para que vayan en aumento cada día. Hablar con el Señor de nuevos hogares y nuevos hijos que van recibiendo la misma Vida de Dios.


86. La grandeza de la misión

29-8-1999. Siete Aguas[121]

Pidamos a María que sepamos ser y hacer de nuestra vida un Magnificat, que es un cántico de gratitud. Magnifica, proclama, exalta, agradece mi alma y mi vida al Señor, porque ha puesto la mirada sobre la humildad de su esclava.

Nosotros nos sumamos a su canto del Magnificat, para dar gracias al Padre en unión con Ella. Con Ella continúo con la música de fondo de mi jornada, que es la melodía del «Santo, Santo, Santo» al Dios que habita en mí.

Jesús mismo, carne y sangre de María, dice: «¿cómo vas a agradecer tú al Padre tantas maravillas?» ¡Ofrécele la hostia y el cáliz para darle gracias de este acontecimiento! Si tal vez hay algún detalle de falta de fe, y aún no lo descubres del todo, lo descubrirás realizando la misión. Esta vocación no se entiende nunca al principio. Al principio, yo no veía casi nada, más que a Cristo que me amaba, que había dado la vida por mí, que había muerto por mí: «Me amó y se entregó por mí»[122].

Pero es a posteriori cuando se descubre la grandeza de la misión. Me pregunto muchas veces: «Y si yo hubiera dicho que no ¿qué habría sucedido?». Por esto, Mamá, no me permitas decir «no». Ayúdame a mi lado, a pronunciar tu Fiat a todas horas. Sea lo que sea, esté sano o enfermo, útil o inútil, en cualquier parte del mundo.

Ayúdame, Madre, a hacer de mi vida un Fiat, un «sí» total, no por mí, sino por los millones de personas que Tú nos confías a cada uno. Para que así lo vivamos, lo agradezcamos y lo propaguemos y contagiemos, roguemos al Señor.














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