ASOLAS
JAIME BONET BONET
A
solas
Oraciones de un evangelizador
ISABEL Mª FORNARI
Editora
Fraternidad Misionera Verbum Dei
Autor: Jaime Bonet
Bonet
Editora: Isabel Mª
Fornari
Título: A solas.
Oraciones de un evangelizador
Cubierta e
ilustraciones: Miguel Oliver
Fraternidad
Misionera Verbum Dei
Palma de Mallorca,
21 mayo, 2015
«La edición de este libro ha sido patrocinada por la Fundación Barceló
en homenaje al Fundador del Verbum Dei, Don Jaime Bonet».
Dedicado de modo muy especial a Jaime Bonet, autor de estas oraciones
y maestro de oración que, con su vida y sus escritos, nos evoca ¡cuán bueno es
nuestro Dios «a solas»!
Con el afecto y gratitud de «la Familia Verbum Dei, conjunto de
personas de todo estado y condición que viven ya nuestra espiritualidad en los
cinco continentes», para que, bebiendo de la misma Fuente y unificados en la
misma espiritualidad y misión, despleguemos la riqueza del carisma recibido.
UN HOMBRE
CON UNA GRAN VISIÓN PROFÉTICA
DATOS BIOGRÁFICOS DEL AUTOR
Jaime Bonet Bonet nace en el año 1926 en
Alquería Blanca, pueblo de la costa sureste de la isla de Mallorca, cuya
geografía lo familiariza con el mar desde su infancia. Cuando en 1940, a los
catorce años, tiene la experiencia de su conversión piensa inmediatamente en
rebasar los confines de la isla, surcar los mares con espíritu misionero y
viajar infatigablemente por el mundo entero sin más deseo que el de compartir
su experiencia de Dios.
Ingresa inmediatamente en el seminario y
en 1952 es ordenado sacerdote y nombrado párroco de Mancor del Valle, un pueblo
de montaña situado en el corazón de la isla de Mallorca, con el Santuario de
Santa Lucía en la parte más alta, desde el que se divisan el mar, otras islas y
nuevas tierras allende los mares. Con este espíritu misionero genera un
movimiento apostólico del que proceden las primeras vocaciones misioneras.
En 1963 funda el Verbum Dei, una
comunidad que comienza con un grupo de misioneras y que pronto se verá
enriquecida con misioneros y matrimonios, conformando tres ramas con una misma
espiritualidad e ideal de «traducir en vida propia la vida y doctrina de Jesús»[1], de
avivar «reciamente en los corazones el aire impetuoso de una Iglesia naciente»[2], de
responder al imperativo misio-nero de Jesús de hacer discípulos de todas las
naciones y de actualizar «con el vigor de sus orígenes, la consigna de sus
primeros apóstoles de dejarlo todo para dedicarse a la oración y al ministerio
de la Palabra»[3].
Catorce años después de estos inicios, en
1977, impulsa la expansión misionera de la incipiente Obra fundando comunidades
en los cinco continentes. A partir de ahí su vida discurre de puerto en puerto,
de aeropuerto en aeropuerto, de comunidad en comunidad visitando, animando,
configurando la fundación, que tras una breve historia de aprobaciones
diocesanas, recibió en el año 2000 la aprobación pontificia, con el nombre de
Fraternidad Misionera Verbum Dei.
Desde el año 2001, tras renunciar a
ejercer las funciones de dirección de la Fraternidad, Jaime reside en el Centro
Misionero de Loeches (Madrid). La publicación de este libro, dedicado a él de
modo especial, es una muestra de la gratitud y el cariño que merece por haber
consagrado total y fielmente su vida a Dios en la consolidación del proyecto
misionero que Dios le confió. Su perfil de apóstol, misionero, evangelizador y
su pasión por llegar hasta los confines de la tierra sin escatimar esfuerzos,
sin evadir naufragios, sin decir nunca «no» a la más mínima insinuación del
Espíritu lo hace comparable a esa barca que ilustra la cubierta de este libro.
Es una buena metáfora. Algo de ello intenta reflejar este soneto: Esa barca es
Jaime.
Esa barca
desafiando los vientos,
ese bregar contra
viento y marea,
ese decir «sí»,
sea lo que sea,
y ese no decir
«no» a nuevos intentos.
De orilla a
orilla, contadas a cientos,
por la ribera, de
aldea en aldea,
predicando ese
evangelio que crea
el resurgir de
nuevos movimientos.
Solo «oración y
evangelización»
son la energía de
esa barca «a solas»,
cual pionera de
nuestra embarcación.
Se calman las más
encrespadas olas
porque en el «a
solas» de la oración,
Dios va en la
barca y es su rompeolas.
PRESENTACIÓN
En el ocaso de la vida de nuestro fundador, Jaime Bonet, este libro
titulado A solas. Oraciones de un evangelizador ofrece una recopilación
de algunas de sus oraciones escritas tú a tú, cara a cara, corazón a corazón,
en casa y de camino.critas, no para ser leídas y menos aun publicadas, sino
para ser compartidas «a solas» con Dios. Pero, como «nada hay oculto que no
llegue a ser descubierto ni nada secreto que no llegue a saberse»[4],
las publicamos por ser un acceso al interior de Jaime y un exponente de su
espiritualidad contemplativo-misionera.
Tras conocer su escrito: «Pregón del evangelizador», estas
oraciones se convierten en un acceso a la «Oración del evangelizador».y enseñar a orar es una de las tareas de los maestros de
oración a lo largo de la historia de la humanidad. En los albores del
cristianismo, los discípulos del Jesús orante le pidieron a su Maestro:
«Enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos»[5].
También nosotros, como los discípulos de todos los tiempos, queremos saber cómo
oraron nuestros maestros de oración. A las generaciones que no han tenido la
suerte de convivir con Jaime les surge espontáneamente la pregunta: ¿Cómo oraba
y cómo nos enseñó a orar nuestro fundador?
La respuesta a esta pregunta merecería un amplio estudio teológico
de sus escritos. Pero algo más simple está a nuestro alcance. Para ello,
invitamos a leer retazos de oraciones que dejó escritas en sus cuadernos de
apuntes.
¿Cómo oraba Jaime? Los que convivimos con él lo recordamos entrañablemente
orando ante el Sagrario. Con la biblia, un cuaderno, un bolígrafo y también con
unas concordancias que le introducían a los temas de meditación, desde la
lectura orante de la Palabra.
Esta sería la foto de sus diarias madrugadas de oración, con las
que iniciaba su jornada ante el sagrario. «A solas», amasando y
preparando el pan caliente que iba a servirnos. Siempre allí, siempre; siempre
así. A los pies del sagrario, habitualmente empotrado en el centro de un muro
esculpido con los cinco continentes y flanqueado por las imágenes del Crucifijo
y de la Virgen. Una pequeña luz. Nada más. Nadie más. Horas y horas orando y
escribiendo «a solas» una colección de cuadernos, custodiados actualmente en
los archivos de nuestro Patrimonio histórico-espiritual, casi totalmente
inéditos.
En esta colección de cuadernos dejó estampado su más auténtico
autorretrato: su alma, su ser, su hacer, su «hacer hacer», su vocación y
misión, su historia, sus crónicas y la esencia del carisma Verbum Dei. Ahí
están reflejados sus pensamientos, sentimientos, luchas, ideales y sueños,
fuente de una densa teología espiritual. Y de ahí están extraídas estas oraciones.
Son conversaciones íntimas y familiares que contienen la frescura
de su vida orante, amasada en la mística del «a solas» con Dios, de la que
brotaba su predicación.
Son un pequeño tesoro de su vasto legado espiritual, que se pone a
disposición de la entera Familia Verbum Dei y de quienes aprecien la
espiritualidad genuina de un evangelizador contemplativo-misionero, gestado y
madurado «a solas» con el «Cuarteto de sus Amores»: la Trinidad y María,
la Mamá querida.
Isabel Mª Fornari (FMVD)
Loeches, 21 de mayo de 2015
ES una delicia creer en Ti
4-11-1990. Siete Aguas
Gracias, Señor, por la fe. Es una delicia creer en Ti,
fiarse de Ti, confiar en Ti; poder dialogar en plan de amigo, tener absoluta
seguridad de tu Amor infinito, de tu misericordia que se abalanza sobre la
miseria, que hace, de la podredumbre y hojarasca, llama de fuego, hoguera que se
convierte en luz y calor de Hogar.
Mi Dios, Amor completo, Amor plenificante, Amor de padre y de
madre; Amor que por la mirada entrañable de María se hace personificado,
personal y a la medida y capacidad de captación de nuestra pequeñez. Amor de
esposo en el Espíritu Santo derramado abundantemente en nuestros corazones.
Amor de brazos abiertos del amigo, del compañero inseparable, siempre pronto al
abrazo, de un Jesús hermano, de carne y sangre, palpable.
2. «A solas» con
Él
13-11-1990. Siete Aguas
Santa Misa en Siete Aguas. Preparación
para el mes de Ejercicios. Es una prueba, no pequeña, de la confianza de Dios
para con nosotros, estar una doceava parte del año, de todos los
años, «a solas» en exclusiva para Él, «a solas» con Él. No para estar
simplemente, sino para compartir: compartir con Dios amorosamente en plan de
amigos íntimos. Donde Él nos abre su corazón, nos confía y declara todos los
asuntos de su Iglesia, los designios del Padre. Donde el Espíritu de Amor nos
manifiesta la situación de la diversidad de los miembros de Cristo, en sus
urgencias vitales, cuya solución y remedio está en nuestras manos.
María, Mamá querida, entregada a todos y
cada uno de tus hijos, los hombres todos, redimidos por la sangre de Jesús,
eres el impulso, la fuerza, la constancia, el dinamismo y entusiasmo de nuestro
«sí» ininterrumpido y feliz.
3. Como uno más,
«a solas» con el Señor
15-11-1990. Siete Aguas
¡Cuántas gracias, Señor, has derrochado
sobre mí! Actitud temeraria de mi Dios, abusiva, de dones y condescendencias,
de misericordias y perdones, de fianzas y garantías, avales e hipotecas de todo
un Dios que me rescata, adquiere, salva y redime a precio de su sangre.
Gracias, Señor.
Gracias, Mamá querida, la principal
causante y administradora de tanta bendición. Gracias por tanto mimo y
consentimiento, que hasta me da vergüenza[9]. Con
toda humildad y generosidad quiero corresponder.
Es un regalo inmerecido, después de
veintisiete años de dirigir el mes de Ejercicios, tres y cuatro veces al año en
estos últimos tiempos, tener la dicha de poder, con la comunidad Verbum Dei, como
uno más, «a solas» con el Señor, participar de la oración, en
secreto, cerrada la puerta de mi corazón, sin más dedicación que el diálogo
íntimo, interpersonal, totalmente comprometido, en amor verdaderamente
esponsalicio[10].
Yo solo pendiente de Él. Gracias, Señor. Gracias, Madre.
[…] Gracias, Señor, por poder iniciar
estos Ejercicios. Quiero darme del todo, corresponderte del todo, ser tuyo del
todo, parecerme más a Ti, llegar a confundirme contigo. Madre, en tus manos,
como Hostia del altar, pongo mi vida y misión.
4. Quedarme «a
solas» contigo
16-11-1990. Siete Aguas
Mi Jesús, excesivas preocupaciones
desviarían mi fuerte conexión contigo. Hoy me has hecho la gracia de despedirme
de todo y de abrazarme a Ti. Necesito de tu Persona, de una plena unión
contigo. Una fiel correspondencia a tu insistente llamada me lo exige. Un amor
de gratitud, de afecto creciente, de amistad sincera, injerta mi vida en la
tuya para vivir la misma Vida.
Me siento uno contigo, pese a mis
frecuentes indecisiones, demoras e indeterminaciones frente a la cruz, a quedarme
«a solas» contigo, a que solo Tú y tus deseos cuenten en mi vida.
Pero me ilusiona, de veras, la vida
escondida contigo en Dios, sin que nada ni nadie, ni mis pequeños caprichos,
puedan distanciarme de un amor práctico, vivo y totalizante entre Tú y yo.
Gracias, Jesús, por esta ilusión que has puesto en mí de ser uno contigo.
Gracias, Mamá querida, gracias. Me siento infinitamente feliz con vosotros. No
lo merezco. Gracias. Magnificat anima mea Dominum.
5. Avanzar
pacientemente
16-11-1990. Siete Aguas
En esta primera jornada se da uno cuenta
del entumecimiento de los músculos de la vida espiritual. El mecanismo
espiritual está muy oxidado. Es necesario avanzar pacientemente hasta
adquirir la elasticidad suficiente para un conocimiento inicial del Señor. Lo
primero: «cuida tu propia vida, desentumece los músculos, lánzate sin miedo al
Señor».
Mi Jesús, presente en mí, Uno conmigo,
todo Eucaristía, todo acción de gracias. Mi Trinidad, presente en mí, todo Uno,
Amor comunitario en mi pobre cuerpo de pecado, ánfora rota, admirablemente
restaurada, admirablemente sellada con Amor y llena de Amor. Así es mi deseo,
Trinidad Santísima.
Mamá querida, llena de Gracia, todo Amor,
solo Amor. Copón de amores, sagrario vivo es mi cuerpo, que no puede quedar
mudo, cual si fuere de oro o de plata. Mas, siendo de barro, del polvo de la
tierra, siente, pregona y sabe a eternidad, al Amor que contiene. Pange lingua gloriosi corporis misterium.
Expande, lengua mía,
revela a todos los hombres el gran misterio eucarístico, trinitario, el Amor de
Dios y de María en mí.
6. Manantial de
amores
17-11-1990. Siete Aguas
Manantial de amores, cascada sonora, que saltas cantora a mi
corazón, en lluvia de flores que caen al son de mil ruiseñores y entonan,
cantores, eterna canción. Canción al Amor que en mi santuario, de mi pobre
cuerpo de vil pecador, hará su sagrario, será relicario de mi gran Señor.
Trinidad querida, me rindo a tu Amor. Ya
vivo al calor que das a mi vida, cuando en mí escondida respira tu ardor,
quedando prendida, toda enardecida del vivo fervor de tu llama viva. Y en tu
hoguera brilla, en lenguas de Amor, la escoria podrida de este pecador, toda
refundida en tu resplandor. Gracias, mi Señor.
Gracias, mi Señor, mi Trío cantor, que de
mis amores, eternos cantores, a los pecadores tornaste en amor. Santo, Santo,
Santo, eterno Cantor, al que uno mi canto, mi canto de amor. Santo, mi Señor[11].
7. El tiempo me
sabe a Ti
17-11-1990. Siete Aguas
Mi Señor Jesús, mi entrañable amigo
Jesús. Otra vez lo experimento en mí y también en mis compañeros con los que
comparto, compartimos, tu Pan de Amor: te excedes en Amor, ternura de Amor,
delicadeza, mimo, derroche de Amor.
Este Amor es alimento de mi fe, de mi
gozo, ya aquí y ahora, y de mi esperanza, como compendio, como esencia
comprimida de tus amores.
Pudiera prolongar la velada contigo, me
ilusiona. ¡Tú dirás! La experiencia me dice que es mejor hacer dos horas en la
madrugada, tal vez como de un tirón, pues estoy más despejado para un diálogo
íntimo contigo. En cambio ahora, al final de la jornada, estoy más rendido, más
cansado... No obstante, muy a gusto me siento contigo. El tiempo se me escapa.
Me sabe a algo superior a todos los tesoros y aun a todo lo creado. El
tiempo me sabe a Ti. Por esto estoy tan a gusto. ¡Se me concedió estar
contigo sin más!
[…] Mi anhelo es ser tu Palabra, pero no
siempre hablar de Ti es hablar contigo. En cambio, hablar directa-mente
contigo, así, familiarmente, muy amigablemente es uno de los mejores medios de
propagar tu Reino: «fraternidades orantes».
Se trataría de formar «fraternidades orantes»
unidas en tu Amor. De hecho, no solo como proyecto, sino con el testimonio vivo
de tu Amor y de la oración. Unidos a Ti visiblemente, palpablemente con el fin
de dar razón de la maravilla de tal revelación: ser como sacramento de la
Trinidad, de la Iglesia, de tu Eucaristía. Dar sencillamente razón de ello para
gozo completo de todos. Gracias. Ave María.
8. Gustar de las tres divinas Personas
19-11-1990. Siete Aguas
¡Qué bueno,
mi Señor! Mientras la fe se dilata como la niña de los ojos, mi vida se fija y se
clava en tu mirada seductora para quedar cautiva de tu semblante divino,
indescriptible con rasgos humanos.
Toda mi miseria queda ahí volcada, como serrín en la llamarada de
Amor que consume mi malicia para tornarla en Amor. En abrazo estrecho,
apretado, como amor ninguno de la tierra, mi vida descansa, se recrea y
rejuvenece en tus brazos. Una a una, me es dado gustar de las tres divinas
Personas.
Así, Papá, te quiero querer como me quieres. Quiero y necesito
abandonar todo mi amor en tu Amor que arde sin consumirse, pero que cauteriza y
consume mis males. Beso tu frente divina y esta es hoy mi conversación y mis
buenos días: un beso que no se despega en toda la jornada.
Mi Jesús, mi precio, mi sangre, mi rescate, mi Amor, […] tu gracia viste de lana mi frialdad y
tibieza hasta quedarme hecho un «cordero» como Tú, capaz de quitar el pecado
del mundo...
Espíritu de Amor, viento recio, torrente
caudaloso de aguas vivas, río sin riberas de amores fecundos, de fértiles
sementeras. Esposo fidelísimo, con el «sí, quiero» del triunfo esponsalicio
perpetuado para la fiesta de hoy, de amores definitivos, de hogares en perenne
ser, nuevos como brotes de olivo, como vergel siempre en primavera. Santo,
Santo, Santo.
9. Vida de mi vida, razón de mi existir
19-11-90. Siete Aguas
Buenos días, mi Papá querido, no puedo
dejar de amarte, de quererte con todo mi corazón y con todo mi ser.
Jesús, Tú me has cercado y me has pegado
a Ti mismo; mi vida se sentiría partida, rota, separada de Ti, porque casi
inconscientemente, pero necesaria y vitalmente, mi vida eres Tú.
En Jesús, Papá querido, te me acercas, me
abres los brazos y me abres tu corazón. Me limpias con tu sangre, curas las
cataratas de mis ojos, crónicamente miopes, y puedo verte con tus rasgos tan
característicos, tan tuyos e inconfundibles: todo Amor, solo Amor, siempre
Amor, misericordia infinita.
Eres, Papá querido, mi mejor garantía,
seguro total. Poco alterará mi estado de ánimo todo cuanto no seas Tú, porque
muy poco es ya para mí cuanto hay fuera de Ti. Poco cuenta, poco brilla y poco
me atrae todo cuanto por Ti abandoné, no por propia iniciativa, discernimiento
y decisión, sino por resolución tuya.
Y, aunque ingrato y pecador, estoy ya en
tus brazos, al calor de tu infinito amor. Gracias, Papá querido, Vida de mi
vida, razón de mi existir.
Jaime, me
pongo en tus manos»
19-11-1990. Siete Aguas
Papá querido, tus derroches de Amor para
conmigo subliman todo mi ser. Es algo tan inefable, inaudito, que lo veo de
locura, me parece una barbaridad. ¡Como si me diera un vuelco el corazón y mi
mente! La misma oración que te dirige Carlos de Foucauld: «Padre, me pongo en
tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea…», la siento como
invertida. Eres Tú, Padre, quien te me das, te me confías, te pones en mis
manos, en Jesús y en muchos de sus miembros. Y yo, con gran asombro, como
consternado, escucho tu diálogo, hecho ternura de amor, locura de amor
diciéndome: «Jaime, me pongo en tus manos».
Perdona, Papá, pero así es como lo veo.
Tú me dices: «Haz de Mí lo que quieras, sea lo que sea te doy las gracias. Me
confío a ti con todo el Amor de que soy capaz -¡oh,
capacidad infinita!- porque tú eres mi hijo y necesito darme, ponerme en tus manos, con
una confianza infinita, porque tú eres mi amigo, mi apóstol y misionero». Ojalá,
Papá querido, pudieras complacerte en mí, tener en mí tus complacencias, como
en Jesús, y pudiera ser tu hijo en el que te complaces. Sencillamente, no deseo
otra cosa que brindarte mi cuello, como el hijo pródigo, para que, al echarte
sobre mí, no caigas en el vacío, sino sobre mi miseria para dejarla cubierta de
tus besos de Amor, de Vida, de Gracia, de Ti mismo; pues esta es la realidad
que me brindas: tu Ser, todo Amor, solo Amor, invariable-mente Amor.
Mi variabilidad, volubilidad,
inconstancia, fallos e infidelidades no perturban tu Amor que, más bien, como
un vértigo, se abalanza sobre mí y cae en picado sobre todo mi ser, dejándolo,
por eso, endiosado, entusiasmado, poseído, fundido en Ti.
Gracias, Papá, por tus gracias, por tus
complacencias, que Tú mismo siembras en la ingrata tierra de mi corazón. Vi tu
rostro, te conocí en Jesús, en Él te recibo todos los días, en Él te beso y
abrazo efusivamente. Tu amor y tu fisonomía, tu imagen fraterna se me pega,
emerge de mi lepra, resucita al calor del contacto con la Vida, me torna Cristo
vivo.
Tu rostro materno, tu semblante de Madre
me acaricia en María. Percibo tu dulzura, el tacto de tu mano que me salva, me
eleva y me sublima, me cuida y me colma de Amor.
11. Verdadero
diálogo entre amigos
19-11-1990. Siete Aguas
Mi Papá Dios, mi Papá querido, nada puedo
por mí mismo, mas todo lo puedo en Ti. Nada hay imposible para Ti.
El hecho mismo de llevarme al diálogo
contigo es la prueba más elocuente de una amistad preparada, predispuesta,
querida por Ti, Papá. Y querida con todas las consecuencias y medios propios
para ello: los Ejercicios, gran medio[12] de
amistad en que, de hecho, se da la apertura de corazón a corazón: «Vosotros
sois mis amigos porque todo lo que sé de mi Padre os lo he dado a conocer»[13].
Este conocimiento teórico-práctico de la
mente y el corazón lleva a una respuesta efectiva y afectiva. Por una parte es
diálogo efectivo, real, de hechos y por otra, es diálogo afectivo, vivencial,
de vital comunión de vida[14]:
«Cenaré con él y él conmigo»[15], compartiremos la Vida, el Amor. Es el
conocimiento propio de Cristo con que Él se revela y se declara a sus amigos.
Es declaración amorosa, fruto característico del diálogo sincero, humilde con
Él.
Gracias, mi Papá querido. Gracias por el
diálogo que, con o sin sentimiento, sabemos que es afectivo cuando es efectivo[16].
Esto es, cuando sigue las leyes de juego del verdadero diálogo entre amigos:
sinceridad, verdad, confianza, fidelidad.
Tú, Mamá querida, das a mis diálogos con
Jesús el calor y fruto propio de la genuina y normal conversación.
12.
Responsabilidad de mi oración
19-11-1990. Siete Aguas
Entiendo, Papá querido, que todo diálogo contigo implica una gran
responsabilidad. Pide necesariamente una respuesta porque, de tu parte, diálogo
es propuesta, revelación, entrega, proyecto de Amor. Pero queda siempre a la
espera de la respuesta libre y voluntaria; a merced de nuestra opinión,
aceptación, adhesión y unión a lo revelado y propuesto, al proyecto de Amor.
Implica, pues, de nuestra parte, la respuesta fiel, sincera y efectiva a tu
diálogo y al contenido del mismo; esto es, implica responsabilidad.
Responsabilidad en la línea y nivel del Amor. Porque de Amor son
todos tus designios, proyectos, propuestas e invitaciones, llamadas y misiones,
confianzas y diálogos. Porque de Amor son tus confidencias y sueños, que siendo
utopías amorosas para la mente humana son, a la luz de la fe, realidades,
hechos, empresas llenas de trascendencia, lindantes con el infinito, rayando
con los extremos de tu Amor.
Responsabilidad derivada de tus diálogos de Amor. Porque recibe el
impulso, el impacto y la dinámica irresistible de tu mismo Amor: Amor creador y
creativo; Amor redentor y liberador; Amor santificador, transparente de tu Amor
siempre Vida. Y por eso, es responsabilidad vital en la dimensión del Amor, de
tu Amor universal, gratuito, sacrificado. Responsabilidad, pues, sin limitación
de ningún tipo en la línea y proyección del Amor. Es la respuesta y
responsabilidad del mismo Jesús con el Padre.
Responsabilidad consagrada, en el orden de lo sagrado, espiritual,
sobrenatural y sobrehumano. Responsabilidad de la Vida divina, de la Vida del
mismo Dios. Esto es, respuesta, correspondencia, responsabilidad sobre Ti,
Papá, que en Cristo te entregas y confías a mí y te me das, sujeto y sumiso a
mi responsabilidad, a mi arbitrio, de acuerdo con mi correspondencia.
Tu suerte está en mis manos. Tu vida está bajo mi responsabilidad,
tal como me entregas a Cristo, a Ti en Él, y a multitud de hijos tuyos, miembros
del Cuerpo de Cristo. Papá querido, dame conciencia de mi responsa-bilidad, de
la responsabilidad de mi oración.
13. La fragua del Amor
20-11-1990. Siete Aguas
El responsable es un «fogonero» de Dios, el que prepara la
fragua del Amor.
Buenos días, mi Papá, mi Dios, mi Jesús, mi Amor con el que me
desposé, con el que reafirmo mi matrimonio pese al sinnúmero
de mis infidelidades. Buenos días, mi queridísima Mamá, cuánto me agradaría
complacerte, ser tu complacencia; no salirme, ni por un momento de tu Hogar,
atento y dedicado solamente a tus intereses, gusto y agrado; unido todo mi
amor, tal vez como hoja seca del árbol de la vida que va rodando por la tierra
o como tronco carcomido o como trozo de chatarra medio oxidada que, junto a la
llama de tu Amor, al que me acerco muy de madrugada, se torna brasa, llamarada,
luz, calor, vida.
Soy consciente del gran contraste entre mi vida y el
calor de Hogar que abres en mí. Tengo miedo de no ser yo como agua, antagónica
al fuego. Mas el agua, acercada al fuego, puede caldear el ambiente, hacer
agradable la Casa de Dios, facilitar y hacer agradable el diálogo y la
convivencia, y aun ayudar a mantener la casa limpia de inmundicia. Y todo ello
sería ya suficiente para ofrecerte mi miserable aportación y colaboración, pues
hasta el estiércol puede aprovecharse como combustible y generar fuego y
calefacción.
Gracias, mi Dios, por la bella y fácil oportunidad -y
hasta oferta- de participar en el fuego de tu Amor, en el calor vital de tu
Hogar. Así, Papá querido, mi entrañable Jesús, mi
incondicional Amor, me vas responsabilizando, ya muy de mañana, de la
ambientación de este bello y amplio Hogar de ámbito internacional, con ansias y
amores de mundo, de universo, de Fraternidad universal.
Gracias, mi Dios,
gracias. No por mis méritos, sino por tu gran misericordia para conmigo y para
muchos me salvas[17] y me entregas
esta gran vocación y bonita misión, como de «fogonero», diría yo en nuestra
habla vernácula familiar[18]. Y también la de
«prender la luz» y la energía, la vida y el movimiento, cuando los pájaros
despiertan al nuevo día con sus «Mañanitas»[19], cuando las
flores abren su ojo, en iris de mil colores, cuando las estrellas disminuyen su
volumen, estilo Juan Bautista, para dar paso al sol del Amor, al que sus
amigos, los amigos de este Novio único, preparamos el camino haciendo, de
nuestras vidas, puentes para que a Él llegue el tropel de discípulos. Gracias,
Trinidad. Gracias, María.
14. Sequedad y desolación
20-11-1990. Siete Aguas
La sequedad, la desolación, el verdadero desierto, el
desahucio de todo y de todos menos de Dios, lo cual sabemos por la fe[20].
Tal vez la sequedad y desolación sean de los
momentos en que uno más se acerca al Señor y más en contacto con Él se sitúa[21].
Los sentidos no acusan ni detectan nada. Es mejor. Lo natural, lo humano, la
materia no es el medio más adecuado para lo sobrenatural, lo divino, lo
espiritual.
La firmeza de nuestro fundamento sobrenatural no está en
los sentidos, de sí tan variables e inconstantes. La roca firme está en la
Palabra de Dios: «Pero mis palabras no pasarán»[22],
aun cuando pasen el cielo y la tierra... Y, ¡oh muerte feliz! «Los montes se
correrán y las colinas se moverán pero mi alianza para contigo no se
tambaleará»[23].
Para el que cree en Dios y cree a Dios es hasta[24]
conveniente y ventajoso que se desmoronen los montes y que sucumban al valle
las colinas, que el cielo se tambalee y que se cuartee la tierra, para
experimentar la Verdad de la Palabra del Señor. Y no aspirar a lo no aspirable[25]
y no apoyarnos en la nada y no buscar donde no hay. Y salir de nosotros y
liberarnos de la mentira y del engaño. Solamente la persona que vive de fe es
libre. Quien no vive de fe es un esclavo, se mete en un callejón sin salida y
cae en una total frustración de la vida, que termina trauma-tizada.
«Madre de los creyentes que fuiste siempre fiel, danos tu
confianza, danos tu fe»[26].
Que en la noche de los sentidos, de la misma razón y del saber de los hombres,
mi vida sea solo y toda ella un rasgo y una huella de tu «sí».
15. Mirada llena de Dios
21-11-1990. Siete Aguas
Festividad de la Presentación de María. Se presentó María
porque fue totalmente y siempre limpia de corazón. Se ofreció, se consagró, se
dedicó, convivió con el Señor y convive eternamente.
Ser limpio de corazón y estar con el Señor, convivir con
Él y estar consagrado solo a Él, total e íntegramente, es una misma realidad.
María, limpia de corazón, vio a Dios y vio la mirada de Dios fija en Ella. Y
esta mirada de fe de María en la mirada de Dios fija en Ella no fue jamás
perturbada, desviada ni desconectada. Fue siempre, y sigue siendo, mirada
llena de Dios, llena de la Vida divina, llena de Gracia.
Lo que impide la unión vital con Dios es la falta de
limpieza de corazón. Y como la unión vital con Dios es el fruto propio de la
oración, al no haber limpieza de corazón, se nos dificulta la oración y
desconectamos de Dios. De ahí que nuestra Madre Iglesia, al inicio de toda
oración o liturgia, propuso previamente limpieza de corazón, perdón de los
pecados. El pecado es lo único que mancha y oscurece el corazón, privado de la
Luz que alumbra a todo hombre, por su desconexión con el Señor.
Lo normal y espontáneo del corazón limpio es presentarse,
ofrecerse, consagrarse al Señor. Es una necesidad vital, para la vida propia y
la de los demás. Por esto, a la llena de Gracia, a la llena de Vida, no nos
cansamos de repetirle: «ruega por nosotros pecadores, ahora y hasta la hora de
la muerte». Porque, por la ceguera o miopía de nuestro pecado, nos exponemos a
dejar al Creador por la creatura, a Dios por las personas y a menospreciar,
postergar, demorar o condicionar nuestra consagración total y exclusiva a Dios.
Mamá querida, porque soy pecador, porque me confundo,
porque me enredo y no logro esta consagración total y exclusiva a Dios, mi
presentación decidida y definitiva solo a Él, ayúdame a limpiar más y más mi
corazón. Ayúdame a fijar la mirada en la mirada de Dios fija en mí, para que
desaparezcan las tinieblas de mi alma y exulte contigo en Dios mi Salvador. Ya
desde jovencito pude fijar la mirada en esta fecha de hoy: tu presentación al
Señor, tu entrega total y exclusiva a Él. Hoy, Mamá querida, llena de Gracia,
sin mancha alguna, Inmaculada, con tu mirada en mí y la mía en Ti, me decido y
determino a tener siempre limpio el corazón, para orar bien y estar siempre
unido al Señor.
16. Mis grandes amores: mi «Cuarteto»
21-11-1990. Siete Aguas
Mamá querida, hoy al final de tu gran fiesta, no puedo menos que
felicitarte. Mi felicitación es toda gratitud. Me siento indigno de mirar al
cielo y presentarme ante los que yo considero y sé que son mis grandes
amores: mi «Cuarteto» inseparable, la Trinidad y Tú, Mamá querida.
Cuanto menos os correspondo más unido a vosotros me siento, más os
necesito. Sin duda, porque experimento mi incapacidad, mi flaqueza y debilidad,
mi pecado y miseria. Y, correlativa y recíprocamente, vuestra infinita misericordia,
este Amor que todo lo excusa, que todo lo perdona, que todo lo espera[27].
Es este Amor el que me recupera y me reconstruye sin cesar. Es el gotero, la
transfusión o por lo menos el Amor con que me gestáis y amamantáis. Por todo
ello, me siento mil veces tuyo, absoluta y exclusivamente.
No haría mención de cuanto pudiera ensombrecer tu velada, Mamá
querida, ni poner notas en bemol en el coro mayor de la coral majestuosa y
solemnísima que festeja tu efeméride. Pero sentiría muchísimo no tomar parte,
aunque fuera detrás de la puerta. Y por eso, era necesario excusarme por mi
presencia, si bien me sentía invitado por Ti. Y, si no en público, pero sí a tu
oído, como perdido y disimulado entre tus hijos queridos y más dignos, poder
hablarte y besarte sin que los demás lo adviertan.
Algo de egoísmo hay en este beso, además de mi sincera y eterna
gratitud. Es la seguridad de que al besarte me contagias tu vida, tu gracia, tu
humildad, tu fe y confianza. Y me regreso menos yo y más Tú. Y si no retorno
lleno de gracia, sí me sé lleno de esperanza, lleno de luz, feliz de llevarme
un rastro de tu semblante luminoso, que es lámpara para mis pasos y siempre
aurora feliz de mis noches.
Este encuentro contigo, en este sexto día de Ejercicios que me
preparaste, es mi mejor cena. El sagrario iluminado en estos momentos y tu
imagen en la penumbra es la lección que de Ti aprendo como alumno de tu
escuela. Cuanto mayor sea mi sombra más resaltará la luz de mi Jesús. Pienso
que en lo que me resta de vida en este mundo, mi mejor situación y oficio sería
dar relieve al «Cuarteto» de mi amor. Gracias, Mamá querida.
17. Júbilo inefable
22-11-1990. Siete Aguas
Progreso de la oración: júbilo inefable. Hoy, fiesta de
Santa Cecilia, San Agustín comenta el salmo 33 (32): «¡Gritad de júbilo, justos, por el Señor! De los rectos es propia
la alabanza. ¡Dad gracias al Señor con la cítara, salmodiad para Él con el arpa
de diez cuerdas, cantadle un cantar nuevo, tocad la mejor música en la
aclamación!»[28].
San Agustín da aquí una bella explicación del proceso progresivo de
la oración o diálogo con Dios. El santo se detiene en el sentido de la palabra
«júbilo», como sentimiento profundo del gozo del corazón, que los labios y las
palabras no pueden expresar, porque es el efecto del gozo del trato con el
Señor, que es «inefable». De manera que toda palabra, conversación, explicación
y aun toda canción aclaratoria sería inadecuada para revelar al «Inefable» y el
gozo que comunica Dios al alma fiel que ¡no puede con tanto júbilo!
Aquí se expresa este gozo, esta gratitud, este «cantar nuevo». No
por palabras, de por sí ineptas, sino por el canturreo de júbilo. El que está
lleno de gozo deja de hablar, pues las palabras no salen, ni alcanzan a
expresar su gozo que -de algún modo- solo es expresado por el canto de júbilo.
Por un «re-canto» sin palabras con que se da rienda suelta con notas y trinos y
variedad de tonos improvisados, al gozo inaudito, nuevo, inefable, inmenso y
como infinito al que lleva la genuina oración: trato, diálogo, afecto,
contemplación amorosa y experiencia personal del Señor, que es júbilo del
corazón.
En esta línea está la oración litánica -bien entendida y mejor bien
cantada- como proceso progresivo del verdadero y fiel ejercicio de oración. Primero,
oración vocal o de conversación; luego meditación, oración afectiva, oración de
fe; finalmente contemplación amorosa y oración de unión transformante. El
júbilo del corazón, el «cantar nuevo», sería […] consecuencia y efecto de la
asimilación del primer fruto: el Amor-Vida que da el Esposo al alma fiel,
sinceramente enamorada y que se traduce en fecundidad espiritual, que se
difunde, irradia y expande por generaciones. Es el estallido de júbilo de María
al recibir, ponderar y gustar el Amor en su corazón.
Entonces, la vida comunitaria, la genuina vida apostólica es feliz
y eficaz. Es, primera y principalmente, revelación del Amor y del contagio de
Dios. Es expresión de un gozo inaudito, nuevo e inefable que, personal y
comunitariamente, se expresa y revela con júbilo salido del corazón. No de
motivos o razones terrenas o humanas, sensuales, sino de motivos que vienen del
Invisible, del Inmenso, del Inefable, del Infinito. Júbilo propio de los que
siguen al Cordero sin mancha, de los fielmente consagrados, dedicados de
corazón al Amor fontal, al Dios de la alegría, de la Vida y del Amor, a nuestro
Dios, Uno y Trino, por medio de la Virgen, la Mamá querida.
18. Madre de la Vida
22-11-1990. Siete
Aguas
Mamá querida, eres casa de Dios, morada de
Dios. Porque le amaste vino a morar en Ti la Trinidad. Eres Amor pleno porque
todo el Amor y solo el Amor habita en Ti. Por eso, eres Vida, la Vida, el Amor.
Eres generadora de la Vida, Madre de la Vida, que en Ti germina,
florece, grana y se multiplica.
De acuerdo, Mamá. Quieres que sea continuidad
del que es la Vida, nacida, nutrida, repartida y multiplicada en tus manos. Así
me quieres: casa de Dios, morada de Dios, morada de la Trinidad, Amor pleno,
hasta que todo el Amor y solo el Amor habite en mí. Por eso, quieres que todo
mi ser se transforme en la Vida, en el Amor generador de la Vida y en padre y
madre de la Vida que has sembrado en mí, para que germine, florezca y dé fruto
que permanezca. Vida-Amor que se multiplique por generaciones.
Di por mí[29],
Mamá querida, tu Fiat, hágase en mí según me indicas. Ayúdame, pues,
Mamá a erradicar de mí, a extirpar de raíz, cuanto no es tuyo en mí. Elimina y
extirpa la vieja herencia del mal; todo virus de carne, que impediría generar
Vida sana, abundante. Ayúdame a vencer y superar, a abandonar para siempre,
todo apetito sensual, carnal, mundano. Que triunfe plenamente el Espíritu en
mí, con todos sus frutos. Que sus dones eclipsen y trasciendan en mí toda
sabiduría humana y fuerza puramente intelectual para penetrar en el corazón de
Dios, en la infinita y eterna sabiduría. Contágiame, Mamá querida, tu facilidad
y liberación total para ponderar ampliamente en el corazón los insondables
designios de Dios, con un Fiat permanente, definitivo.
Mamá querida, no te lo pido por mí, sino por
tu Hogar; por tus hijos, mis hermanos innumerables, que tienen que nacer de mí,
del Amor puro, santo, perfecto en mí y -en mi escuela- formarse, divinizarse,
conocerte a Ti y a la Trinidad Santísima. Por esto no puedo tener
escuela propia en propiedad, sino que debo enseñar el «Nombre de Dios», dándolo
a conocer en tu escuela, en la del Maestro de la Verdad, de la Vida, del único
Camino. Camino, Verdad y Vida formado en Ti, por Ti y contigo, desde el
principio hasta el final, hasta el cumplimiento fiel de su misión: «todo está
cumplido», delante de tu presencia, Maestra única, más allá aún a continuación del
Maestro.
Así
que, de tu mano, Mamá querida, no quiero, no puedo desprenderme ni un momento,
ni ahora, ni en la hora de la muerte, ni después de esta muerte hasta más allá
de esta vida. Contigo, Mamá querida, siempre y después del tiempo, en la
eternidad, para que todos tengan Vida, la tengan en abundancia y
conociéndote se consagren. Y por Ti y en Ti conozcan al Amor-Vida que te dio la
Vida-Amor, para que Tú, Mamá querida, fueras Madre del Amor-Vida.
19. Junto a Ti, Mamá querida
24-11-1990. Siete Aguas
Gracias, Mamá querida, me siento muy a
gusto en la madrugada de este sábado. Antes de que asome el día, ya es día en
mi alma, por tu favor. Porque Tú has abierto la puerta, apretando en la tuya mi
mano torpe e indecisa, para entrar en convivencia amorosa con todo mi
«Cuarteto».
«Si alguno me abre la puerta, si alguno
me ama...»[30].
Y Tú, Mamá querida, tiras de mí y tiras de la puerta. Y preparas la mesa. Y es
buena la cena. Y pones Tú y sirves Tú el plato suculento y la bebida de grado
embriagador: el Amor que enloquece, que arrebata, que libera y que droga, que
crea verdadera dependencia. Siento esta aurora de tu sábado como un despertar
de la semilla enterrada, como el polluelo que picotea la cáscara para nacer,
como el capullo que empuja los pétalos para ser flor y vestir sus galas y
repartir aromas de gratitud por toda la pradera. Porque fiándome totalmente de
Ti, Mamá querida, y jamás de mí, cantaré a dúo contigo y a coro con tus hijos
un Magníficat sin fin a la Trinidad Santísima.
Solo por Ti, Mamá querida, sé andar en la
Vida de mi Dios. Me siento como Jesús pequeño. Mucho sabría Él del calor de tus
manos, de la fuerza de tus brazos, del refugio de tu regazo, de la dulzura de
tus labios y mejillas, de la serenidad y paz de tu semblante, de la
comprensión, compenetración y acogida de tus ojos. Eres, Mamá querida, el mejor
regalo de la Navidad.
«Una mujer -diría el Padre- solucionará
tus problemas, acabará con tu enfermedad, aplastará cuanto de virus y herencia
del pecado haya en ti».
«Sígueme -diría el Hijo, Jesús- continúa
los misterios de mi Amor. Tus pecados serán luz, te dará a luz mi Madre. Es ya
la tuya: Ahí tienes a tu Madre».
«El Espíritu Santo es derramado en mi
corazón, en todo mi ser. Y, amorosamente, como el Novio a la novia, me dice:
«Ven. Que la Esposa, Madre y Maestra de todos y de todas me dé tu sí, pronuncie
cuanto tú no podrías ni acertarías, y como en Ella, formaré en ti a Jesús».
Por esto, Mamá
querida, de tu mano, bajo tu mirada, con la fuerza de tu brazo, con el calor de
tu corazón, con la firmeza, serenidad y dulzura de tu semblante, sigo avanzando
por la vida. No preciso saber más, no me es necesario sentir, ni pido tampoco
ver. No quiero buscar más garantías. Sencillamente sé de Ti, María. Percibo tu
presencia. Conecto con tu mirada, quiero dirigir mis ojos y mi vida donde miras
Tú, proyectar mi mente donde Tú piensas. Quiero aplicar todo mi corazón donde
se posan tus amores. Sé que somos uno. No puede ser de otra forma porque Tú me
formas, Tú me creas y recreas, Tú me gestas y me das a luz, me haces crecer, me
nutres y desarrollas de tu plenitud de Gracia, de Vida-Amor; sencillamente
porque en Ti, por Ti, desde Ti y contigo, la Trinidad Santísima despliega todo
su saber, todo su poder, todo su Amor.
Junto a Ti, Mamá querida, siento la liberación del pecado como
Juan Bautista, cumplidos mis mejores anhelos como Simeón y hasta el triunfo
mayor que el fracaso como los novios de Caná; pero además[31], sí
que contigo puedo deportivamente saltar a la cruz y sumer-girme en el Amor
eucarístico, hacer Iglesia y formar el «Quinteto» del Amor, contigo y la
Trinidad Santísima.
20. Mi Rey y
Señor
24-11-1990. Siete Aguas
Mi Jesús, mi Rey y Señor, mi amigo
y compañero, que compartes todo conmigo.
Me doy cuenta de que quieres,
ciertamente, compartirlo todo. Es señal de sincera amistad. A tus amigos
quieres tenerlos al corriente de la vida y salud de todo tu Cuerpo, de todo tu
reinado. ¡Cuánto me ilusiona que reines plenamente en mí, en mis hermanos y en
todo el mundo!
Este triunfo y crecimiento tuyo en mí
implica que siga y entienda la paradójica elevación de tu cruz, que fracase yo
escandalosamente, temerariamente, para que tu Reino, con sus valores y
categorías, consiga el objetivo de tu gran amistad para conmigo.
¡Qué bien, mi Jesús, si ya llegara la
hora! La hora por ti deseada, a la que apuntabas pese a tu turbación y que, no
por tus fuerzas sino por la oración al Padre, solo y abandonado de los tuyos,
pudiste emprender y llevar a término. Rey y reinado tan contradictorio,
irrisorio, humanamente catastrófico, pero suprema glorificación del Padre.
Por tu obediencia a sus designios, aquí
me tienes, Jesús, quiero que reines de verdad. ¡Tal fuera mi misión!
21. Duro es el
combate
25-11-1990. Siete Aguas
Fiesta de Cristo Rey. Duro
es el combate de la vida espiritual mientras uno no
se ponga detrás de Cristo para seguirle a Él.
Gracias,
Jesús, mi querido Jesús. Gracias por haberme tirado del caballo cada vez
que he querido montarme en él y ser yo el jinete. Gracias, Jesús. Gracias Mamá
querida, por estar siempre Tú en el camino y haberme tendido la mano, por
haberme rescatado del polvo y haber curado mis heridas. Por eso, mi Jesús,
gracias por poder hablar y dialogar contigo ahora. Gracias por la ilusión
primera que siento en mí, por mi alegría juvenil de seguirte, de ser tu amigo,
de que Tú lo seas todo para mí: mi vida y mi muerte, mi fracaso y mi triunfo,
mi día y mi noche, mi riqueza y mi pobreza, mi pasión y mi resurrección, mi
supremo gozo y alegría.
Por esto, por favor Jesús, ve Tú delante siempre.
Manda Tú. Haz que yo sea solo tu seguidor, tu admirador, tu imitador fiel,
pendiente siempre de Ti, solo de Ti, con la misma actitud que tuviste Tú con el
Padre, desde tu encarnación hasta tu vuelta a Él. Porque Tú me envías, todos
los días, minuto a minuto, como Él te envió a Ti.
Venga tu Reino incesantemente sobre mí.
Que viva siempre tu Reino en mí, conviviendo con vosotros, adorable Trinidad,
querida Trinidad, en compañía de mi Mamá querida, sin la cual no acierto a dar
un paso. Y en esta feliz convivencia, conocer, experimentar, saborear las
dulzuras del Reino.
Y sobre todo, mi queridísimo[32]
«Cuarteto», prenda de mi corazón, mi tesoro ya único, que pueda anunciar y pregonar,
proclamar y propagar a los cuatro vientos por los cinco continentes, a todo
pueblo, raza y nación este Reino. Reino de Amor vivo, de Vida inmortal, que es
Amor. Gracias por invitarme a participar ya de tu Reino. Gracias por invitarme
a compartirlo, a fundar tu Reino por toda la tierra, entre todos los hombres y
en todos y cada uno de mis hermanos. Para esto me habéis llamado, para esto es
la vocación y misión que me reiteráis todos los días y por la que lo invertís
todo y os entregáis a mi disposición. Os ponéis todos los días en mis manos
para que todos los hombres tengan vuestro Reino, vuestra Vida, vuestro Amor.
Gracias, Trinidad y María.
22. Pasaron
cincuenta años
25-11-1990. Siete Aguas
Conversión en diciembre del año 1940[33].
Entré en el Seminario el segundo trimestre del curso l940-1941.
Gracias, mi Rey, Señor y Amigo. Pasaron
cincuenta años desde que percibí tu mirada sobre mí. Gracias. Infinitas
gracias por estas bodas que, en diciembre próximo, podré renovar, reconstruir,
consolidar como alianza eterna. Feliz año jubilar -para mí- de bodas de oro
continuas.
Purifícame, más y más, en el crisol de la
humillación, para que solo quedes Tú en mí y seamos uno, como Tú eres uno con
el Padre.
Gracias porque me mantienes la ilusión de
aquella primera mirada recíproca, de aquel amor mutuo, de aquella alianza y
entrega que Tú has hecho irreversible y definitiva.
Gracias por la mayor conciencia de la
vocación y de la misión, por el más vivo conocimiento de Ti y de mí; de mi nada
y de tu todo; de mi pecado y de tu gracia, de mi miseria abundante y de tu
misericordia que no tiene fin y que me supera y desborda. Gracias, sobre todo
por la amistad creciente con la Trinidad y María.
23. Cincuenta años
de mi conversión
26-11-1990. Siete Aguas
Buenos días, mi Jesús, Mamá querida,
Esposo de mi alma, Papá tierno, dulce, todo perdón y Amor, que me cautivas y
seduces. No puedo menos, mi «Cuarteto» entrañable, mi sustancial Familia, mi
pandilla inseparable, mi todo definitivo y eterno, que concelebrar con
vosotros, lleno de gratitud, estas bodas de oro.
En diciembre próximo hará cincuenta
años de mi conversión, que quiero sean de pura esencia divina; no de oro,
diamante o metales preciosos, sino de gracia de ley, de vuestra pura voluntad.
Bodas de solo Amor. Cincuenta años con vosotros, con los nubarrones que fueren,
pero siempre muy agarrado a vuestra infinita bondad, sin desabrochar el
cinturón de seguridad, sin abandonar la Casa, el Hogar, ni los hijos.
Ciertamente, cincuenta años.
Aquí, a ras de tierra, tienden como a una
jubilación, retiro, descanso. Todo esto y mucho más me supone hoy a mí, pero en
sentido opuesto: «Jubilación»: júbilo, nuevo y creciente, como de primavera. «Retiro»:
situarme cada vez más «a solas» con vosotros, para un hogar más fecundo, más
jubiloso, de mayor bullicio y movimiento, de algarabía celestial. «Descanso»:
descanso exterior con infinita activi-dad interior, como los granos en el
surco, como la noche orante, como una galaxia en silencio, como los trigales de
cabeza madura y meditabunda, camino de las mieses y del altar.
En realidad, estos cincuenta años, desde
el primer guiño, desde el beso inicial, desde el abrazo fuerte, sincero, desde
la total declaración de Amor, no son más que como la primera letra, la inicial,
del prólogo de la Vida. Es la letra que intenta marcar en todo mi ser el diseño
de tu Palabra, Palabra del Padre por los hombres a los hombres, tu mismo Amor
en mi carne, a toda la humanidad. De ahí la íntima relación vital y
existencial, ciertamente entrañable, con María, la Mamá querida y el despliegue
del Amor trinitario por todo mi ser.
Que mi corazón sea ya definitivamente[34] un
surtidor perenne, abundante, de este Amor vivo, de gratitud creciente sin fin.
Cincuenta millones de años serán el inicio de la fiesta eterna. Gracias.
24. Por un clavo
se perdió una herradura
26-11-1990. Siete Aguas
Ciertamente, la desobediencia es la raíz
de todo pecado.
Pero el pecado que advertimos, del que nos
damos cuenta y que nos duele normalmente o con toda seguridad, va precedido de
una cadena de desobediencias a la oración, a la fraternidad, al trabajo y a los
«medios» prácticos para estar en forma en la fidelidad a la voluntad de Dios y
seguimiento de Jesús.
Lo terrible es esta cadena de
desobediencias a los «medios» de vida por los que viene el Amor. «El que cumple
mis mandamientos, el que hace la voluntad del Padre ese es el que me ama»[35].
El no obedecer a tal cantidad de
detalles, ya rutinarios y semiconscientes, a base de una moral subjetiva,
arbitraria, de conveniencias, acarrea las grandes catástrofes y pecados
mortales. Es decir que, sin la obediencia a los «medios» para vivir la gracia y
para ser discípulo de Cristo, será uno gran pecador y probablemente un Judas.
Por un clavo se perdió una herradura. Por una herradura se perdió un caballo.
Por un caballo se perdió un caballero, una batalla y toda una nación con
cantidad de hombres. De ahí la importancia en obedecer los detalles de oración,
ascesis, fidelidad al Espíritu.
25. Fidelidad
detallista
26-11-1990. Siete Aguas
Fidelidad en los inicios de la llamada.
Fidelidad a los medios aparentemente insignificantes.
Dame, Mamá querida, una fidelidad
detallista y minu-ciosa, delicada, atenta y agradecida al Espíritu Santo.
Ayúdame a esta respuesta, pronta, inmediata y tajante a sus insinuaciones.
Ayúdame, Mamá buena, a cerrar todos los
accesos de la carne, de la sangre, del mundo y de los hombres, para percibir
siempre las llamadas, advertencias, avisos y reclamos del Espíritu. Ayúdame,
Mamá, a cortar de tajo, sin demora alguna, total y radicalmente, las ofertas e
invitaciones de los frutos de la carne: de pensamientos, palabra u obra, ya en
el primer indicio o asomo de su presentación, exigencia o recuerdo. Y tiéndeme
la mano para llevarme y ser pronto en acoger y aprovechar al máximo los frutos
del Espíritu, para guardar el calor de Dios, con atención a las fugas y
grietas.
Hazme, Mamá, a semejanza tuya, huerto
cerrado en el que solo el Amor a Dios y a los hermanos se siembre en
abundancia, sin que acepte jamás otra semilla en la tierra de mi alma, en mi
mente, en mi corazón, en mi memoria e imaginación, en mis ojos y en todo mi
ser.
Porque así como los fracasos y grandes
catástrofes dependen a menudo de las infidelidades, los grandes logros y éxitos
de Jesús en nosotros dependen de la fidelidad detallista, delicada y
atenta a las pequeñas insinuaciones del Espíritu: «Porque fuiste fiel en lo
poco…»[36], así
se da la entrada en el Reino y en el gozo. En
cambio, porque no se aprovechó y no se hizo rendir lo poco, se acarreó la
desgracia e inutilidad en lo
mucho para siempre. La atención y fidelidad en los detalles salva la Iglesia.
26. Compañeros
inseparables
28-11-1990.
Siete Aguas
Buenos
días, amigos fidelísimos, compañeros insepa-rables. Papá
queridísimo, para Ti es esta jornada íntegra, toda mi mente, corazón y fuerzas.
Inúndame de tu infinita misericordia. Gracias por la recreación de todo mi ser
y haz que no se salga de tu servicio.
Mi
Jesús, mi libertador y fiador total. ¡Cuánto has pagado por mí, y cuánto y
cuánto has vuelto a pagar! La paga, el abono vale más que lo adquirido. Tu Amor
de cruz, de eucaristía, supera todos los valores de este mundo. Soy ciertamente
adquisición tuya.
Nada
hay bueno en mí que no lleve tu sello. Haz que todo mi ser sepa a Ti, hable de
Ti, te revele y te contagie. Amor, mi Amor, ¡cuántos remiendos y parches en mi
vida, cuántas transfusiones y operaciones, cuánto oxígeno y aire puro has
tenido que derrochar!
Ayúdame,
Espíritu de Amor, a respirar a tu aire, a ser santo para que cuantos me rodean
se santifiquen. Que todo este día sea para mí un altar y sea mi existir una
ofrenda sagrada de comunión.
Mamá
querida, cógeme fuertemente de la mano, no me sueltes ni un segundo. Solo
prendido de Ti para guardar fidelidad. Gracias.
27. Convirtiendo mi tiempo
en redención
28-11-1990. Siete Aguas
Gracias,
mi Señor, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Gracias, Mamá querida. Me parece
excesivo todo lo que me dais. Bien sé que no merezco nada de cuanto me
reserváis y me confiáis, conociendo mi pobre miseria.
Tal
como soy, me pongo de nuevo en la patena, que tantas veces he elevado en mis
manos. El pan sí se ha ofrecido para ser Jesús. No tanto mi pobre vida que, a
diferencia del pan y el vino, no ha podido recibir tal transformación ni
alcanzar ser carne y sangre de Jesús.
De
nuevo, Señor, reclamas mi consagración sincera, total, definitiva. Así lo
siento y deseo de veras en mi corazón. Me humilla verme tan falto de virtud, de
vida coherente a pesar de tanta gracia recibida y de tal derroche de confianza
de tu parte para conmigo.
¡Cómo
quisiera suplir con fuego de Amor tal desproporción, convirtiendo mi tiempo
en redención abundante para mi pobre alma y para tantos hermanos que
reciben la influencia de mi conducta positiva o negativa!
Por
todos ellos ruego y me consagro de nuevo a Ti, Santísima Trinidad, por
manos de la Mamá querida.
28. «A solas» contigo, mi Jesús
29-11-1990.
Siete Aguas
Estar
«a solas» contigo, mi Jesús, sin la influencia del mundo, sin que me
pueda la opinión y la mirada de los hombres, ni mi carne ni mi sangre,
significa aplicarte todo mi ser a Ti, a tu Cuerpo.
No
vengo, Jesús, a pedirte, ni a cumplir, ni a reclamar tu fuerza y apoyo, ni a
desahogarme o recrearme. No, mi Jesús. Mi obligación es aplicarte todo mi amor,
hecho bálsamo, medicina eficaz, transfusión de vida, trasplante de mi piel y de
mis carnes, de mi corazón y pulmones, sobre tu Cuerpo roto, mutilado,
terriblemente inerme en sus miembros más vitales. Mi tiempo, Jesús amado, es
quirófano continuo. Mi mente es aplicación de mis cinco sentidos y de toda mi
capacidad sobre tu situación, para cortar y extirpar, con mis manos muy
limpias y desinfectadas, todo tumor y plaga purulenta en todo tu Cuerpo.
No
puedo enredarme en inútiles sentimientos o comentarios. Mi comentario, mi
criterio, mi decisión eres Tú. Los otros, expectantes fuera del quirófano,
mirando y comentando los pros y contras de las intervenciones que Tú me pidas o
me insinúes, ya no pueden llegar a mi mirada fija solo en Ti, ni a mis oídos,
atentos a tus gemidos y reclamos, ni a mi corazón, conectado al tuyo para
compartir contigo mis latidos y todo el impulso de mi corazón; de todo mi amor
volcado en todo tu ser.
Mi
Jesús, mis horas y momentos pueden ser, son de vida o muerte para Ti en
multitud de miembros de tu Cuerpo, pendientes de tu cuello, místicamente
conectado a tu cerebro, a tu cabeza, que es mi cabeza, que es mi propio ritmo
vital. Por esto, Tú, Jesús, eres mi horario, el programador de mi día y de mi
noche, de mi dormir y mi vigilar, de mis comidas y ayunos, de mi salud y
enfermedad, de mi vida y de mi muerte.
Por
esto, no tengo, no puedo tener proyectos, programas, calendario, agenda
propios. Mi libro de cuentas eres Tú, todo tu Cuerpo. Tú, mi examen a mediodía,
por la noche y a cada golpe de reloj. De mis vicios y pecados ya no sé; de mis
virtudes y vida de perfección casi ni me acuerdo. Perdona, Jesús, pero mi
mente, corazón y fuerzas eres Tú.
29. Participar de tu oficio de Madre
29-11-1990.
Siete Aguas
Trinidad amadísima, ando como a la deriva de vuestro querer, de
vuestro amor. No me interesa nada propio. No puedo nada, no tengo nada, no sé
nada. Fácil y oportuno me es andar a vuestro aire, bailar a vuestro son. Es
para mí la mayor liberación, el mejor descanso en este mundo, a impulsos de
vuestro Amor, al ritmo de vuestro plan redentor, de acuerdo a la necesidad del
Cuerpo de Cristo, empeñado en la salvación y consagración de los hermanos.
Mamá querida, decir sí al Padre, sí a Jesús, sí al Espíritu, que
resulta un sí a mis hermanos, es asemejarme más y más a Ti, volcarme en tu
Hogar y participar de tu oficio de Madre, con tu Amor humilde,
escondido, gratuito, generoso, feliz, participando de la felicidad de los hijos
por generaciones. Gracias, Trinidad Santísima. Gracias, Mamá querida.
30. Con
tu imagen del Crucifijo
1-12-1990. Siete Aguas
Se
acercan, Señor, los cincuenta años de tu llamada, mejor diría de mi respuesta.
Porque tu llamada creo que empezó algo antes de mi uso de razón.
Mas,
del interés que despertaste o conseguiste en mí por Ti, por tu Persona, pronto
se cumplirán los cincuenta años. Este tiempo, Señor, me estremece, me
sensibiliza fuertemente, me emociona, me encanta, me hace muy feliz. Ahí
arranca mi encuentro, o ahí sé de mi encontronazo con mi Amigo extra, contigo,
mi Jesús. En aquel momento me
compenetré con tu imagen del Crucifijo.
Más
tarde, doce años después, en aquel célebre Congreso Eucarístico de Barcelona
quisiste que se nos entregara otro Crucifijo, que llevo siempre conmigo. Pero
Tú, en Persona viva, ya te me habías entregado.
31. Amar con Amor
de Madre
2-12-1990. Siete Aguas
Mamá querida, necesito tus entrañas de
Madre, tu corazón de Madre, tu mente materna, todo Amor.
Ya no puedo pensar mal de nadie, dejar de
amar a nadie. Necesito vivir y sentir, como propio de mis entrañas, la vida,
sufrimientos y gozos de mis hermanos, sus fracasos y sus éxitos. Lo quiero,
Mamá querida. Y ahí va mi propósito y quehacer diario, mi ejercicio a través de
toda la jornada: amar, libre y voluntariamente, adrede, a propósito. Amar
con Amor de Madre, con el Amor tuyo, Mamá. Amar con amor totalmente
gratuito, oculto, velado, profundo.
Madre de pecadores, de enfermos, débiles,
tarados e indeseables a los ojos de los hombres, quiero amar así, en el mismo
tono que Tú, Mamá querida, me quieres, me amas a mí. ¡Tu Amor en mí! ¡Tu Amor
como Tú!
Que puedas, en mí y desde mí, comunicar Tu
mismo Amor; sin que lo adultere demasiado, sin que lo desfigure, sino que todos
puedan reconocerlo, apreciarlo y hasta sentirlo y recuperarse con él.
Sería el mayor rendimiento de mi vida:
pensar bien de todos, ayudar a todos, buscar el bien de todos, dedicarme a
servir y a complacer a todos. La exigencia vendrá después y solo de ahí: del
amor sincero, profundo, normal, familiar, casero, seguro, sin protocolo ni alarde
alguno. Es el verdadero y único Amor de Madre, de la Mamá de todas las mamás
del mundo, manantial único y perenne del Amor.
32. Madre de la
Palabra
2-12-1990. Siete Aguas
Mamá querida, a punto de dar a luz al
Niño Dios, ¡cuántas cosas me transmites y me ayudas a ponderar en mi corazón!
¿Cómo serán las personas que de mí van a renacer a la Vida? ¿Cuál será su
suerte? ¿Cuál su Navidad?
Solo desde el Amor del que Tú, Mamá,
estabas llena, podrán ver la nueva luz. Necesito ser Amor; no hacer cosas, ni
aconsejar cosas: amar, predicar, hacer apostolado... ¡No, sino ser Amor! De tu
mano, María, por los caminos y sendas de este mundo, entre la maraña, espinos y
cardos, zarzas y maleza de mi vida, enséñame el camino, el pasadizo del Amor. Y
en medio del ajetreo, bullicio y trajín de la vida diaria, entre las gentes que
van y vienen con tambaleo de vértigo, dame, Mamá querida, ambientación del
Amor: tu serenidad, tu andar en Dios y con el Dios que hay en Ti; tu seguridad,
tu confianza, tu fe, tu abandono en los caminos, encrucijadas, laberintos,
despistes y desconciertos de la fe.
Así, al término de estos caminos y
sendas, de estos virajes imprevistos a la razón, opuestos y enfrentados a la
corriente multitudinaria de los hombres, es donde nacería la Iglesia para la
que me llamó el Señor. Ahí, al final del contradictorio y desconcertante
camino, tras la arriesgada travesía, después de la andadura rutinaria y
fatigosa o de la aventura temeraria, ahí está Belén.
Es el lugar previsto, preparado y
dispuesto por el Padre. Pero por nadie más. Es inútil consultarlo, ni
comentarlo o compartirlo con los hombres. Solo María y José me darían algún
rastro de luz, una esperanza, con su actitud más que con sus palabras.
Porque María es mujer de pocas palabras,
pues se ha contagiado y se ha dejado poseer por la Palabra. Y es,
sencillamente, la Madre de la Palabra, que empezará a hacer, a
actuar y más tarde a dar razón, como Jesús, en uno y otro tramo de su misión,
acompañado siempre de la mano de María, desde el nacimiento y gestación en su
seno hasta caer, misión cumplida, en su regazo materno. Mamá querida, dame de
tu Amor materno, de tu paz, serenidad y entrega responsable, día a día, paso a
paso, hasta Belén y el Calvario.
33. Examen diario
sobre el Amor
3-12-1990. Siete Aguas
Examen diario sobre el Amor. Gracias, mi Señor. Me mantengo con la
ilusión creciente de amar, de hacer de mi vida sacramento del Amor.
Para ello, he comprendido el ejercicio de
no aceptar, de rechazar cualquier pensamiento para con mis hermanos que no sea
pensamiento de amor. No escuchar a nadie ni de nadie sino con amor; con el
mismo Amor de Cristo. No hablar a nadie ni de nadie sino con amor. No alimentar
recuerdos, agradables e incluso desagradables, del hermano que fuere, sino con
amor. Pensar bien, mirar con amor; amar bien, recordar y proyectar sobre todos
y cada uno solo por amor y con amor. Por amor al mismo Cristo y con su mismo Amor,
tratar los casos y causas perdidas y desgraciadas de todos los hermanos, fueren
los que fueren.
Para ello, Mamá querida, te pido tu paz,
tu serenidad, tu afecto materno, tu tacto dulce, tu semblante afable y
acogedor. Aunque tuviera que volver a nacer, no importa, puesto que la única
Vida, así, con mayúscula, es la del Amor. Mas no se trata de un Amor de verdad,
profundo, solamente interno. Evidentemente este Amor es el manantial, la
cantera, la mina, la fuente y Vida de verdad. Se trata ya de la forma de
elaborar tal Amor en el corazón y también de servirlo: «servidores de la Vida».
Y aquí está el trabajo, la tarea y los
ejercicios diarios, constantes, paso a paso, durante la jornada. Y es en este
ejercicio y aprendizaje, Mamá querida, como celebro contigo las bodas de oro de
aquel «sí» tembloroso, pero decidido, que hiciste Tú pronunciar a mis labios y
más a mi corazón. Aquí, ahora, pronuncio y profeso, gozosa y decididamente,
también atraído por Ti, mi «sí» al Amor, de forma definitiva, irreversible,
para siempre. Ello implica una entrega al Amor con todo mi ser, y un «sí»
íntegro, cual precisa e implica el amor maduro, pleno, perfecto, para que así
se revele, llegue y alcance a mis hermanos, con todo el poder liberador y el
dinamismo recreador y santificador que tiene el Amor.
Como hace cincuenta años, Mamá querida,
al entregarme Jesús el tesoro de la vocación, corrí hacia Ti tembloroso y con
miedo y la puse con toda garantía en tus manos, viendo que así la has defendido
y guardado, alimentado, acrecido y desplegado, hoy igualmente, no con menos
interés, ilusión y gozo, pongo en tus manos y en tu corazón mi vocación y
misión de solo amar, siempre amar, a todos amar, por los medios, estilos y
formas más expresivas, asequibles a todos y más efectivas según tu corazón de
Madre. Gracias, Madre.
34. Preludio de
una sonata sin fin
3-12-1990. Siete Aguas
Noche de oración. Noche de paz, noche de
luz, noche de gracia. Mi Niño Dios, mi queridísimo Jesús, solo Tú sabes,
querido compañero, las noches o madrugones que me concedéis, mi «Cuarteto»
querido, mis Amantes de verdad, en este confuso mundo. Ayudadme a aprovechar de
corazón tantas horas de mis noches amontonadas ante el solitario o muy
acompañado sagrario. No por mí, y pese a mi mediocridad, misioneras y
misioneros han consumido horas y horas, noches y medias noches, formando cerco
a este Belén continuo de Jesús-Hostia de Amor.
Gracias, Jesús, por las largas y
continuas audiencias, velas y cenas prolongadas hasta la mañana, como jóvenes
pernoctadores, como amantes alocados, como «festeros y parranderos», sin
horarios ni cálculos, olvidando la cama y el hogar. La juventud tiene muchas
reservas y es digno de infinita gratitud invertir tales reservas y energías
solo para Ti y todas para Ti. Es una juerga y como una borrachera que produce
resaca y deja un alcoholismo difícil de abandonar. Porque Tú, mi Niño Jesús,
dejas una dependencia y apego, cierta afición y hábito difícil de abandonar. Yo
diría imposible, porque apegas de tal forma que si uno intenta despegarse o
desprenderse de Ti, una parte de Ti se queda pegada y prendida en el corazón.
De manera que a cada latido, algo se presiente del tuyo, algo sabe a la esencia
de tus licores, que hace que no pueda uno olvidarse de tu copa, de tu cáliz: el
de las noches de fiesta, el de las cenas opíparas, el de la mesa de tus manjares
suculentos y vinos de solera. Noches en que uno, con la fuerza de tal bebida,
queda como fuera de sí, olvidando toda inclemencia y hasta olvidándose de sí
mismo.
Pienso, delante de tu mirada, y como
siguiendo el ritmo de tu corazón, que también la misma fiesta parece que hace
olvidar para siempre los males, los vicios y pecados de la vida. Porque la
fiesta es para los íntimos y en ella se olvida uno de todo y no hay nada que nos
separe; y comemos sin reparo ni protocolos todos del mismo plato y bebemos de
la misma copa. Y estas cenas son cenas solo de Amor. Nada hay ficticio, ni
falsificado, vivimos la Vida-Amor que no sabe de muerte. Y perdona, Señor, que
por la fuerza del «cóctel» o mezcla que hago de nuestros amores, y que el
«Cuarteto» me vais echando ininterrumpidamente, vuelva a mis bodas de oro, como
los buenos pernoctadores, algo «tomado» y llevado por mi arraigado egoísmo, o
por mejor aclararme, a nuestras bodas de oro. Porque se va aproximando la fecha
de nuestros esponsales, en que hicimos promesa eterna, alianza definitiva.
Desde entonces, son muchas las noches que
hemos pasado juntos, sin negocio ni interés a tratar, sino sencillamente a
gustar, a gozar y a emborracharnos, a embeberme y empaparme como una sopa de tu
Amor. Porque es precisamente al clímax que se crea en estas noches contigo,
cuando uno, sin querer, ni pretenderlo, sino de forma espontánea y necesaria,
advertiría y proclamaría a todos los insatisfechos e inquietos buscadores del
placer, de la fiesta, de comidas y bebidas: «Olvido de lo creado, memoria del
Creador, atención a lo interior y estar amando al Amado»[37]. O a
voz en grito con el profeta: «¡Oh vosotros los sedientos! Venid, gustad,
probad, bebed gratis, sin pagar»[38] lo
que colma todas las ansias del corazón; lo que desborda todas las intuiciones y
festivales de amores; lo que permite derrochar eterna juventud; lo que mana
como panal de miel, la dicha y alegría de vivir. Estrenad lo que es la Vida,
manantial del vivir sin morir. Inaugurad el Amor do[39]
manan todos los amores genuinos y fecundos, donde los amigos siembran amistad
perpetua, como árbol de fruta perenne, de flores siempre primaverales, de aroma
y sabor a solera eterna. Por esto, Señor, tal es el sabor, el ambiente de
fiesta, el festival y cena palaciega de tales bodas de oro, desde que nos
hicimos la mutua declaración de Amor y promesas selladas y refrendadas con la
vida hasta más allá de la muerte.
Estamos ya a punto de cumplir los
cincuenta años. Perdona Jesús, mi euforia, pues pese a las torpezas de mi vida
y a la vergüenza que te he hecho pasar, somos como los buenos amantes de luna
de miel: besos y abrazos, sin noción del tiempo, ni del lugar, como si fuera un
breve prólogo de una historia bella, como el preludio de una sonata sin fin,
como el introito de un Pontifical de Pascua florida, o de la Inmaculada y
queridísima Mamá. Bodas de un matrimonio en tono mayor, siempre in crescendo
de amores, de Amor, para brindar a todos.
35. Mi mayor
realización y misión
4-12-1990. Siete Aguas
Vencerme a mí mismo y tomar la cruz que
Tú, Jesús, me des y ponerme ya en camino detrás de Ti, en esto consiste mi
mayor realización y misión primera y principal, para lo que Tú me llamas.
Ahí está la fuerza y sentido de la vocación y misión: seguirte a Ti, mi Jesús.
Es, pues, cuestión de voluntad. Estar a
tu disposición, no pasiva sino activamente. Esto es, unido a Ti con todo mi
amor. Convivir contigo, pendiente de Ti, mirándote solo a Ti, escuchándote a
Ti, amándote solo a Ti.
Ayúdame, Mamá querida, a vivir con Jesús.
36. Las aguas del Jordán
5-12-1990. Siete Aguas
Mi Jesús, Amigo muy querido, encorvado, besando con tu
frente pura las aguas del Jordán, bajo el peso de mi pecado, que te
hunde en la corriente del río.
Mi Jesús, hecho pecado, cubierto por mis pecados,
vistiendo mi traje, revestido o disfrazado de mi piel, confundido entre la fila
de pecadores, como uno más, buscando misericordia y perdón. Pedigüeño de Dios,
siendo el agua viva. Pidiendo el agua turbia y contaminada de pecado para lavar
mi vergüenza, mi profunda y velada soberbia, que yo me resisto a que se la
lleve la corriente, y presentarme con lo que soy.
Identidad, la mía, de miseria y pecado, mi Jesús, de la
que Tú te revistes. Y es en Ti apariencia lo que en mí es realidad viva,
encarnada. Pero con mi actitud opuesta a la tuya, tomo tu apariencia siendo
otra mi realidad. Y Tú tomas mi vergonzosa realidad apareciendo con ella,
haciéndola tuya, ocultando tu verdadera identidad, todo lo opuesto a la mía:
amor, justicia, pureza, luz, gracia, suma bondad y sumo bien. Quítame Jesús, todo miedo y reparo a aparentar lo que soy, a
presentarme siempre con mi verdad, sin temor alguno[40] a
perder todo prestigio o eficacia apostólica.
Mamá querida, ayúdame en tu escuela diaria a aprender tus grandes
lecciones de pequeñez, de verdad, de humildad, hasta abrir paso para los
hermanos, esclavos como yo, de la soberbia, del cuento, de la mentira, que se
puede hacer habitual, crónica en nosotros.
Ayúdame, Mamá querida, a bajar y a sepultarme en las aguas de mi
bautismo. Ayúdame a vivir con decisión la ratificación y proclamación de la
profesión del bautismo con la solemnidad y votos de la consagración, que son su
concreción y fruto.
37. Como Tú, a tu
mismo aire y estilo
6-12-1990. Siete Aguas
Mi querido Jesús, mi vida en Ti, contigo,
como Tú, a tu mismo aire y estilo. Mi Jesús, el Nazareno, el Hijo de
María y del carpintero de Nazaret, de un pueblo corriente y vulgar, tal vez el
menos o peor considerado de Palestina.
El Jesús bueno, que pasó haciendo el bien[41],
sanando a los enfermos, comprendiendo y acogiendo a maleantes y ladrones, sin
despreciar a las prostitutas, amigo de los pobres y solidario de su suerte. Pero
a la vez, o tal vez por esto, un Jesús incomprendido por exagerado e
imprudente, temerario y poco comedido, demasiado arriesgado y revolucionario, diciendo
que su intención no era poner paz, sino guerra. Ciertamente sí: una revolución
de amor, de justicia, de guerra y espada al egoísmo, al fratricidio, al odio,
la avaricia, la soberbia, y a sus aliados y secuelas.
Ayúdame, mi Jesús, a realizar en mí el
proyecto «hombre de Dios» sobre mi ser. Que puedas, mi Jesús, abrirte paso en
mi pobre persona y puedas seguir, en mi carne y en mi sangre, haciendo el bien,
curando enfermos, encontrándote con maleantes y ladrones; y repetir, primero en
mí, las obras que hiciste en tu humanidad, recibida y gestada de María y en
Ella. Y aún obras mayores, si así le place al Padre, desde el cual proyectas
sobre mí tu misma proyección y continuidad redentora. Entréname pues, Jesús, mi
Maestro. Dirígeme a la ascética necesaria para que mi mente, corazón y fuerzas
se acoplen perfectamente a tu Amor, por lo que me has llamado a un estado de tu
Amor perfecto.
Dame agilidad, gran flexibilidad y
elasticidad de respuesta pronta, exacta, feliz. Que sepa saltar a la cruz
deportivamente y zambullirme en el Amor eucarístico y bucear hasta el fondo de
la humillación, a tu estilo perfecto, Jesús, a tu aire, Mamá querida, para que
al seguirme después los discípulos lleven tu patente, presenten tu identidad. Pueda
enseñarles perfectamente tus movimientos y acrobacias, en sus sentidos y en sus
afectos, y avancemos por el mundo habiendo adquirido y perfeccionado más y más
cada día tus mismos reflejos; los reflejos casi instintivos de tu evangelio, de
tus mandamientos, consejos y bienaventuranzas. Es mejor, Jesús, seguirte a Ti,
tomar parte en tu jugada, correr codo a codo contigo, tomar parte en tus
mayores pruebas y llegar hasta los extremos y hasta exprimir la vida. Es mil
veces mejor que simplemente contemplarte, pedirte, rogarte, adorarte y
admirarte, alabarte y aplaudirte.
Por esto, Tú nos empujas fuertemente,
como en una carrera de relevos por equipos, en tu misma carrera, en tu misma
misión y competición, siendo en realidad Tú mismo. Así como Tú, Jesús, lo pedías
al Padre, con todo el poder de tu Vida-Amor en nosotros, lanzando Tú mismo
nuestra humanidad pilotada por Ti mismo: «Sí, Padre, para que mi Amor esté en
ellos y yo en ellos»[42].
Prepárame, entréname, adiéstrame, Jesús, para que animando yo a los demás, no
quede yo descalificado[43]. Mamá,
en esta dura competición, larga y llena de obstáculos, cógeme de la mano y no
me sueltes, partiendo de Belén, Nazaret y así, por todas las etapas hasta el
premio de la montaña y la etapa final de la cruz.
38. Gracias
9-12-1990. Mallorca
Oración en casa de mi hermano Guillermo. Gracias, mi querido
Jesús, por la fe, por la esperanza gozosa, que es ya participación de la dicha
eterna, por el Amor que tanto cultivas en mi corazón. Gracias, María, mi guía y
compañía inseparable, Mamá querida, que me enseñas a saborear, y ponderar en el
corazón las delicias de la amistad con Dios.
Gracias, Espíritu Santo, surtidor del agua viva de la gracia en mi
corazón, manantial inagotable, gratuito, generoso, que proyectas tu Amor en mí
por todos los puntos de la tierra, por todo el Cuerpo de Cristo y por
generaciones.
Gracias, mi Papá, eterno cariño y ternura, que con cuerdas de Amor,
con lazos divino-humanos[44],
vinculas tu misma Vida a mi miseria y me tornas misericordia tuya. Me ablandas
el corazón, me estremeces el alma y compartes conmigo tu insondable Amor de
Padre y Madre en bien de multitud de hijos tuyos, mis hermanos por todo el
mundo.
Gracias, Trinidad querida, que con la Mamá querida, Madre dulce de
Dios y de los hombres, sois mi «Cuarteto» inseparable, huéspedes y más que
huéspedes, dueños y señores, propietarios absolutos de este templo y santuario,
que os habéis edificado con mi carne y con mi sangre en mi miserable corazón,
regenerado, limpiado y dispuesto para ser casa de oración para todos los
pueblos, como embajador vuestro, para tratar de amistad y de salvación,
santificándome así con tantos hijos vuestros de todo pueblo, raza y nación.
«Santo, Santo, Santo, Señor Dios del universo, llenos están los
cielos y la tierra de tu gloria». Gloria a Ti, Papá. Gloria a Ti, Espíritu de
Amor, forjador de mi ser nuevo, inmortal, eterno. Mi Mamá querida, cuánto me
recrea anunciarte. Compartir con hermanos y amigos, todos hijos tuyos, la
situación de tu Hogar, que es nuestro Hogar. Responsabilizarnos de la suerte
temporal y eterna de todos tus hijos, los hombres de toda raza, de todo credo,
de toda condición y estado. Gracias, Cristo adorado. Somos Uno. Es Navidad
eterna.
39. A los catorce años
14-12-1990. Siete Aguas
¡Qué grande eres mi Señor, mi Amigo Jesús! En Ti quiero invertir[45]
toda mi vida y fundir mis horas del día y de la noche. Todo y solo para Ti. A
tu gusto.
Ya sabes, mi Jesús: ¡Cincuenta años que me miraste, que arrancaste
de mis ojos, distraídos, perdidos entre las aspiraciones del mundo y la
vanidad, una mirada fija en Ti! Y te comprendí. Y penetré con mi mirada hasta
muy cerca de tu corazón. Diría que permití con fuerza el impulso fuerte de tu
latido. Creo que repercutió en todo mi ser.
Recuerdo que rompió totalmente la venda de mis ojos y la corteza de
mi corazón y pude, sin intervención, entrar en contacto vivo con tu Amor. Todo
fue Amor. Ni hubo coacción alguna, ni siquiera esfuerzo. Todo fue obra tuya,
empeño tuyo. Quedé abierto ante Ti como en un quirófano, palpaste mis entrañas
y yo puse gozosamente lo más íntimo de mi ser en tus manos.
Hoy, a distancia de cincuenta años, con mayor experiencia de vida[46]
y penetrado por tu incisivo, agudo y desbordante Amor misericordioso, siento
por Ti, mi Jesús, la misma gratitud. Perdón, Papá Dios, por tanta infidelidad
por mi parte. ¡Cómo me dolió haber esperado tanto a acercarme a Ti: a los
catorce años! Me duele hoy no haberte correspondido como era de esperar,
como debía y como necesitaban tantos hermanos que observabas cariñosamente
cuando me abrazabas con tus brazos sangrantes y me besabas con tus labios
ardientes, con fiebre de Amor. Pero hoy, sí, mi Jesús. Sí a todo y para
siempre.
Mamá querida, es un «sí» el que se oye aún, cuando Tú me das el
tono, para que yo corresponda a tanto Amor de la Trinidad. ¡Cuánto quiero
corresponder a esa multitud de manos tendidas, de tantos hermanos que esperan y
me reclaman al Dios que debía entregarles! Mi «sí» al Padre, a Ti, Papá, a Ti,
Jesús y Espíritu de Amor, es un «sí» para multitudes. Gracias, Mamá querida.
40. Heme aquí, envíame
15-12-1990. Siete Aguas
Gracias, mi Papá Dios. Nos estás recreando más y más a tu imagen.
Nos regalas todo. Te nos das del todo. Tus dones en nuestras manos, en nuestra
mente, en nuestro corazón, elevan a Ti nuestras manos, transforman nuestra
mente, cambian nuestro corazón por el tuyo. Gracias, Papá.
Jesús, Amigo fiel, constante, imperturbable, socorrista,
libertador. Cada día me salvas, me redimes, me llamas y me envías. Heme
aquí, envíame. Pero siempre te vienes conmigo, aunque yo me distraiga o me
olvide de andar contigo. Mi Jesús, mi querido Jesús, ya no me interesa ir aquí
o allá. Lo que me llena, me realiza, me libera y recrea todo mi ser es ir
contigo, estar contigo, vivir y sufrir, gozar y morir, resucitar contigo, por
Ti; abrir contigo mis brazos, abrazarte a Ti y al mundo contigo, como Tú.
Espíritu de Amor, que me purificas, me limpias para derramarte en
mi corazón. ¡Cuántas distracciones, tonterías y olvidos, desprecios y
abandonos, retornados en Amor por Ti! Regalo continuo de un Dios para mí,
entrega del corazón divino. Germen de la Trinidad en mi corazón miserable, en
mi tierra árida de cardos y espinas, en mi viña de agraces, en mi tugurio
destartalado y cochambroso. Y con todo, me has escogido para tierra tuya,
morada tuya, sementera tuya. Y, como fragua, siempre llameante, me cauterizas
de tanto mal, me purificas como el oro en el crisol y desplazas el montón de
basura de mis frutos de carne para instalar tus frutos, acompañados de tus
dones. ¡Cuánto ansío ser instrumento vivo, atento, eficaz, en tus manos de Amor,
serte fidelísimo, ser voz de tus llamadas e insinuaciones, para cuantos
hermanos pasen cerca y lejos de mí!
Mamá querida, retenme en casa, en el círculo íntimo familiar con la
Trinidad, en la morada, que Tú misma, Mamá querida, has ido preparando en mí,
dentro de mí. Mantenme, Mamá querida, muy atento, despejado, en diálogo, en
coloquio vivo y lleno de interés. Volcada mi mente, mi corazón y todo mi ser en
este Amor trinitario, que cubra toda mi existencia ya sin fin, eterna,
divinizada, en el mismo Amor transformada.
Vamos, pues, Mamá querida, formando el «Quinteto» vivo y
vivificante, justificador, vida y resurrección de tantos; cielo en la tierra;
reino dentro de mí, germen, semilla y seminario de tantas fraternidades por
todo el mundo. Que mi paso sea vuestro paso, la verdadera Pascua:
redención, santificación. Sea Navidad para todos: Belén de Pan y de Pan para
todos. Gracias, Mamá querida.
41. Terminan los Ejercicios de mes
15-12-1990. Siete Aguas
Terminan los Ejercicios de mes
con la Eucaristía concelebrada de quince sacerdotes, en la profesión de un buen
número de misioneros, misioneras y matrimonios.
Fervor, entusiasmo, convivencia misionera. Fraterni-dad contagiosa,
con gran gozo, participada y compartida con todos. Desde el primer día de
Ejercicios hasta el final: ilusión, interés personal y comunitario, oración
intensa, sin límites, recogida; que colma de alegría y esperanza.
Gracias, Mamá querida. Este Adviento ha sido fecundo, de
responsabilidad y cariño universal; de proyección fraterna; de Hogar sin
fronteras; de oración sencilla, como de próxima Navidad, llena de cariño
familiar contigo Mamá, con el «Cuarteto» querido.
Gracias,
Papá querido.
Gracias,
Amigo Jesús.
Gracias,
fuerte amante, Espíritu Santo, siempre en mí. Siempre con nosotros, siempre en
Ti, mi Jesús.
1990-1991
Venezuela, Colombia,
Perú, México
16-12-1990.
Alcalá de Henares
Hoy, Santa Misa en Alcalá con un grupo de misioneras que no caben aún en
Loeches. Breve homilía sobre los tres argumentos y los medios para desempeñar
con fruto nuestra misión en la evangelización y en el anuncio del Reino por
medio de la oración, del testimonio fuerte de fraternidad y del ministerio de
la Palabra.
Preparación y ejercicio diario permanente, toda la vida,
de estas tres atenciones y dedicaciones: oración, fraternidad y predicación,
aplicando todo nuestro ser a esta misión concreta y mejor aún, con estos medios
concretos. Aquí está la voluntad de Dios. Y aquí, por tanto, nuestra perfección
y santificación en la misión; consagración y dedicación total y exclusiva a la
oración y al ministerio de la Palabra, para que todos los hombres vivamos y
convivamos en fraternidad cristiana.
Para ello: ejercicio, gimnasia diaria, con la aplicación
del primer mandamiento, con toda la mente, todo el corazón, toda el alma y
todas las fuerzas. María, Mamá
querida, acompáñame siempre.
43. En el avión
hacia Venezuela
16-12-1990.
Hacia Venezuela
Ya en el avión hacia Venezuela,
pasando por Amsterdam con vosotros, mis queridos Papá, Jesús, Espíritu Santo y
Mamá querida.
En el avión Caracas-San Antonio: Buenos
Amigos queridísimos, entrañable «Cuarteto» y mis compañeros más íntimos;
cercanos y familiares compañeros.
Papá dulce, tierno, fuerte y seguro, en
tus manos está mi vida, esta jornada, todo mi ser. Queridísimo[47]
Jesús, hermano fiel, siempre al quite para agarrarme y redimirme, salvarme,
llamarme y enviarme en tu lugar. Espíritu de Amor, purificador mío[48] y santificador mío, Esposo de Amor, de
gozo, de fuerza y de paz, germen inmortal de fraternidad, de unidad, de comunión.
Mamá querida, siempre de tu mano, bajo tu mirada, hacia donde mira tu corazón,
hacia mis hermanos, tus hijos, hacia todo el Hogar, mi Hogar, mi único Hogar.
Mi tarea, mi quirófano y un «sí» festivo en mi casa y en la de todos mis
hermanos.
Todo el «Quinteto» entrañablemente compenetrado
formando UNO, creando, formando unidad, comunión y fraternidad. Que todo
vuestro Amor esté en mí y que irradie y contagie la imagen perfecta de vuestra
imagen, fuente de toda santidad, Vida-Amor.
Que en estos Ejercicios todos os descubran[49] y reconozcan que me habéis enviado, que
hablo por vuestra cuenta, a vuestro servicio amoroso y que gozosísimamente y
con desbordante alegría convivo con vosotros, como un amigo habla a su amigo,
familiarmente, ciertamente, viendo, escuchando, sintiendo, entendiéndome
contigo perfectamente y enamorándome del Invisible.
Gracias, mi «Cuarteto», todo misericordia,
porque no merezco tan deliciosas «audiencias» y vida continua y permanente en
vuestra casa, mi casa, la casa de todos vuestros hijos. Aquí mismo, estás
presente en el santuario de mi cuerpo ruin, pobre e indigno de ser la morada
habitual de su Creador, Redentor y Esposo santificador, ante tu mirada tierna y
cariñosísima, María, Mamá querida. Santo, Santo, Santo, Señor Dios del
universo, llenos están los cielos y la tierra de tu gloria. Gloria a Ti, Papá. Gloria a Ti, mi Jesús.
Gloria, Amor. Gloria,
Mamá querida.
44. Todo por los
elegidos
18-12-1990. Venezuela
Meditación: Trinidad Santísima, no cae un
cabello de la cabeza[50], ni
una hoja del árbol, ni un pajarito del cielo, sin disposición vuestra.
Aquí, Papá querido, amadísimo Jesús,
Espíritu, fuerza, luz y gracia, vuestra disposición, determinación y decisión
han recaído con poder y eficacia sobre nosotros. Y, omnia propter electos:
Todo por los elegidos. «Por esto, todo lo soporto por los elegidos, para
que también ellos alcancen la salvación, que está en Cristo Jesús con la gloria
eterna»[51].
Mamá querida, ayúdanos a centrar mente,
corazón y fuerzas en el proyecto del Amor de Dios, de la divinidad, sobre cada
uno de nosotros y, por nosotros, en multitud de hermanos.
45. María, Mamá
querida
21-12-1990.
Venezuela
María, Mamá querida, dame de tu pureza incon-taminada,
de tu salud plena, de tu Amor sin mengua. Amor hecho ternura, delicadeza,
afabilidad, generosidad, sacrificio y paciencia imperturbable, hecho
misericordia perenne, creciente e infinita. El mismo Amor y miseri-cordia de
Dios.
Forma en mí, Mamá querida, con el Amor del
Espíritu, derramado en mi corazón, al Jesús libertador y redentor de mis
hermanos, tus hijos, que tanto amas, y que por mí les quieres entregar tu mismo
Amor que es dulzura, acogida, abrazo y beso de Madre.
Haz, Mamá querida, que mis ojos estén
fijos en tu mirada, atentos al semblante, todo Amor, de Papá Dios, de Jesús, mi
Amigo fiel, del Espíritu de Amor, para llenarme y transformarme totalmente en
vuestro Amor, familiar, gratuito y universal, que comunique el Amor vital a
todo el Hogar que acoge y abraza a los cinco continentes. Gracias, mi
«Cuarteto» entrañable.
46. Íntimos compañeros de viaje
31-12-1990. Venezuela
En el aeropuerto de La Chinita[52],
a las 6:30. Mi querida Mamá, Papá bueno, mi Amigo Jesús, Amor fuerte y suave,
dulces huéspedes de mi corazón. «Cuarteto» querido, entrañablemente amado,
gracias, infinitas gracias por todo, sobre todo por vuestra compañía continua,
inseparable, plenificante y fuerte e íntegramente recrea-dora de todo mi ser, íntimos
compañeros de viaje[53].
¡Qué bien la marcha de este centro de Rubio, el entusiasmo de todos,
la trascendente decisión del grupo de jóvenes aspirantes a misioneros y misioneras!
Guíalos Tú, Mamá querida, hacia una conformación en Cristo. Que te vayan
tratando con estas expresiones llenas de cariño filial de «Mamaíta», tan
familiar e íntimo de su afectividad latina. Que su vida quede anclada en Jesús hasta una
total transformación en Él, para que gusten el sentido pleno de la vocación y
realización lograda de su misión.
Gracias, Trinidad amadísima, Mamá dulce, por esta sabrosa amistad
que me regaláis en este fin de año 1990, en este paso por la sufrida y dolorida
Colombia. Santo, Santo, Santo.
Gloria a Ti, Papá bueno, Amigo Jesús, Amor ferviente, Mamá querida.
47. Ejercicio de oración, de diálogo amoroso
3-1-1991. Medellín
Empezamos
el Mes de Ejercicios espirituales en Medellín, para los Cursos de formación y
discípulos de Medellín, Pereira, Bucaramanga, Bogotá y Zipaquirá. El tema será
pues: ejercicio de oración, de diálogo amoroso con la Trinidad y
María, en el tono de este tiempo de Navidad: «Te diré mi Amor, Rey mío»[54].
48. De puerto en puerto
30-1-1991. En el vuelo hacia México
En
vuelo desde las 2 de la madrugada, con parada en Guayaquil y Panamá, hacia la ciudad
de México, sobre-volando Centro América.
Gracias,
Papá bueno, Amigo Jesús, fuerza, ánimo y gozo mío, Espíritu de Amor, Mamá
queridísima. El sueño, el cansancio, los problemas y preocupaciones son para el
mayor bien, perfección y santificación de todo el Verbum Dei. En torno a
nuestra mesa en el centro de mi ser, se tornan coloquio amoroso. Y como de un
surtidor de agua viva, brota la gratitud, la alabanza; el amor filial,
fraterno, esponsalicio, bañado de ternura y delicia materna.
No
es, pues, actividad ajetreada, cargada de urgencias y proyectos propios, sino
que resulta una travesía apostólica, familiar, íntima. Vuestra invitación a
acompa-ñarme, a bordo de mi viejo barco, está marcada de asombrosas aventuras
de Amor que abren por todos los horizontes auroras y alboradas de esperanza,
crepúsculos de oro y de sangre, de muerte y de vida, de muerte y resurrección.
Por
encima de dudas e incomprensiones, de sospechas e interrogantes, de miedos e
indecisiones, tu «sí», Mamá querida, se dibuja como un puente feliz sobre el
que gratuitamente se apoya y descansa nuestra vida en permanente Amor,
esperanza y gratitud. Es el arco iris que torna la bruma y la llovizna de un
día inseguro, en colorido y fiesta.
Santo,
Santo, Santo. Papá queridísimo, mi Jesús amigo, mi entrañable Cristo y Amor
fecundo siempre joven. Lupita encantada que me esperas y me acoges. Brazos
abiertos, ojos cristalinos que se clavan de modo[55]
imperdible en mi corazón.
Y
con el inseparable «Quinteto» vamos atracando en mi viejo barco, de puerto
en puerto, deparando Amor, prodigando ternura, cariño eterno, calor de
Hogar universal, de Fraternidad sin fronteras.
Roma y Guatemala
49. Contigo
29-4-1993. Roma
Solo
Tú, mi Jesús. María, ayúdame a no salirme ni evadirme y pasar de largo de mi
Jesús. Que no seamos dos. Que en mí le veas a Él, en mí le hables, le acompañes
y le veas sufrir, agonizar, morir y resucitar en multitud de hermanos.
Contigo, Madre, siempre junto a Ti. Nuestros esfuerzos y anhelos, metas e
ideales, fatigas y angustias, sacrificios y triunfos ante los hombres no son
nada si el móvil y razón de todo ello no es el Amor de Cristo.
Bendito
Amor de Jesús en nuestros corazones, varita mágica, que todo lo transforma y
todo lo recrea. Que vuelve las tinieblas en luz, los obstáculos en trampolines,
la miseria en misericordia, los inconvenientes en ventajas, los malos entendidos
e incomprensiones en una mejor comprensión, entendimiento y unión con Cristo y
con todos los hermanos, amigos y enemigos.
Contigo,
Jesús, la muerte se torna vida, la vida se torna cielo y el tiempo eternidad;
el pecado, contigo, es invadido por la gracia y es desplazado por ella; el odio
se torna amistad, la indiferencia se torna amor gratuito y la mediocridad fuego
de amor vivificante y creador.
Contigo,
Jesús, los enemigos se tornan hermanos muy queridos y preferencia de nuestros
amores, entrega de nuestras vidas y dueños de nuestro tiempo y dedicación
atenta y delicada. Porque son los enfermos los que tienen necesidad de médico y
son los débiles los que piden mayor apoyo y defensa.
50. Un eslabón más
3-11-1997. Guatemala
Mi Mamá buena, mi Mamá querida, guarda mi consagración a la
Trinidad Santísima como guardabas en tu corazón las palabras y los hechos de
Jesús. Acompá-ñame por los caminos del Jesús ungido, consagrado, ofrecido e
inmolado, muerto y resucitado.
Que mi «sí» sea total, humilde, sincero, generoso y agradecido, un
eslabón más en la cadena de generaciones que da la vuelta al mundo hasta el
fin de los tiempos y eternidad.
Que tus hijos, que has puesto a mi cuidado, puedan agarrarse a la
anilla de mi sí, semejante al tuyo, Mamá.
51. Trampolín seguro
14-12-1997. Guatemala
Nuestra firmeza, nuestra gloria, nuestro gozo y nuestro canto de
entrada se inicia con la antífona de Isabel: «Feliz tú, María, porque has
creído». Sigue enseguida el canto del Magníficat, que ameniza todas las
jornadas sin interrupción de fiestas.
Los apuros y nerviosismos se convierten en festivales en los que
el agua de todas las jarras se transforma en vino de calidad[56],
porque nos vino del cielo y no de las bodegas del mundo. Nuestro canto es de
fiesta incesante, porque además es inmortal y traspasa y se extiende a los
salones de luz perpetua, de flor perenne, de aroma de eternidad. Tal es el
convite día y noche, sin edad ni sucesión de años, en eterna primavera, en
clima sabroso. Sin nada artificial, solo con la naturaleza de Dios, donde los
ángeles van y vienen con un plato nuevo con el que te sirven el saber de Dios,
el placer recién inventado y jamás antes conocido ni gustado. Tal es la Palabra
de Dios de la que uno se nutre y es el auténtico pan que sale de la boca de
Dios, siempre nuevo y siempre mejor, no tocado ni amasado ni cocido por manos
humanas, sino salido del fuego divino al calor del latido del Amor.
¿Qué es, pues, hablar con Dios sino recibir de sus labios y de su
mismo corazón el manjar que el alma busca y que siempre apeteció? El pan
preparado para sus amigos mientras duermen que al alba te espera ya caliente.
No el de días anteriores, duro de roer y poco asimilable e incluso caducado,
que pronto deja de apetecerse. Es el pan presentado a quien ansía y espera
poder descubrir el Amor nuevo: el Amor de la Navidad, el de la vida nueva o el
paso de Pascua florida, el del gozo de una vida resucitada que ya no vuelve a
probar las cosas de la tierra, sino que saborea apeteciendo el manjar del
cielo.
Gracias, mi Dios, que desde el hombre viejo y de sus raíces
antiguas has hecho brotar el injerto del hombre nuevo creado según Tú en la
divina justicia y santidad de la verdad, sin asomo de injusticia ni de mentira.
Pero más aún, gracias porque desde la misma raíz y del mismo tronco, ya por Ti
santificado y consagrado, ha ido brotando la vida eterna desde el humus y desde
la savia que nos precedió. Porque desde el amor humano, ya bañado y fecundado
por la lluvia y sazón de la Palabra, se fue iniciando la unión y comunión con
el Amor divino en exclusiva, con toda su vitalidad sobrehumana, sobrenatural,
divina y eterna; porque el paso del amor de carne y sangre, pero ya bautizado,
fue ocurrente, trazando[57]
la senda hacia tu Amor, purísimo manantial de todo amor, uniéndose, casándose
fácilmente el amor humano con el divino.
De este modo, el amor del padre de la tierra fue ya como un puente
para encontrarme con el infinito amor del Padre de todos, el de los cielos; y
el amor de la mamá de la tierra fue como trampolín seguro e inmediato
para abrazar-me a Ti, Mamá querida del cielo. No fue más que pasar de unos
brazos ya débiles, amortiguados y próximos a soltarme a tus brazos llenos de
juventud, de una Mamá con fuerza y espontaneidad acogedora, con energía, valor
y entusiasmo ascendente. Gracias, Mamá querida, que preparaste como de tu raza,
la mamá de la tierra. Al cielo la subiste muy cerca de Ti, como eslabón al que
agarrarme para asirme a Ti definitiva y eternamente.
52. Soy y quiero ser todo tuyo
14-12-1997. Guatemala
¡Cuánto agradezco, Mamá querida, el que me vayas comentando la
situación de tu Hogar en todo el mundo!
Siempre me explayé contigo en mis problemas más personales e
íntimos, en mis gozos más profundos y en mis tristezas más oprimentes, en mis
éxitos pequeños y en mis fracasos más dolorosos, tal vez de grandes
repercusiones en todo vuestro Hogar.
Tu acogida fue siempre la de una Mamá riquísima en comprensión y
condescendencia, casi excesiva. Temía, a veces, que te sobrepasaras porque me
sentí como tu consentido.
Reconozco que mi infinita gratitud de ningún
modo puede reducirse a palabras bonitas o ñoñas. Solo mi vida, puede, desde la
miseria, como bosquejar un agradeci-miento que apunte a satisfacer tu
entrañable cariño maternal para conmigo, para que, desde la escasa
fructificación de tu siembra de Amor en mi pobre alma, rinda algún síntoma de
tu huella por mi vida.
Soy y quiero ser todo tuyo.
Cuánto me alegraría, ¡hasta el colmo de gozo y gratitud! Mamá querida, que en
mí te pudieras explayar y contarme, sin reparo alguno, todo el acontecer de tu
-y ya mía- gran familia de todos tus hijos. Y, por todos y cada uno de ellos,
recorrer todos los caminos de Jesús hasta quedar con los pies rotos y las
espaldas hinchadas y el pecho todo partido y el corazón todo abierto y toda la
sangre derramada y, como Jesús, caerme exánime en tus brazos.
Cochabamba (Bolivia)
53. Tú a tú en la más íntima familiaridad
1-1-1999. Río de Janeiro
Gloria al Padre, Papá bueno, gloria a Ti.
Gloria a Ti, mi Cristo, mi amigo. Gloria a Ti,
Espíritu del Amor, con María, la Mamá querida siempre de tu mano. En Río de
Janeiro, en tránsito para Sao Paolo, Santa Cruz, de Bolivia, destino
Cochabamba.
[…] Gracias, Papá bueno, por estos espacios y largos viajes; porque
entre sueño y despertar, como el niño en brazos de su mamá, me veo fácilmente[58]
en tus brazos con total confianza, tú a tú en la más íntima familiaridad.
Gracias, mi Jesús, compañero a quien jamás quisiera defraudar, ni
marginarte en nada, ni que jamás te quedaras en la penumbra.
Lo que deseo yo es apartarme para que la gente se dirija y se
apegue a Ti. Mi gozo, mi ilusión y labor maravillosa está en esto, en apuntar
hacia Ti a todos, todos. Y disfrutar observando la alegría de tu
corazón y el sorprendente asombro, el fascinante y arrebatador atractivo que
sienten muchos al dar contigo. Gracias, mi Jesús, siempre en Uno.
Gracias, Espíritu de Amor, experto y cautivante director de todo
este concierto a coro con el cielo, con la coral angélica. Gracias, Mamá
querida, que con tu semblante todo dulzura y gozo, nos convocas felices en el
Hogar de todos.
54. Hacer, practicar, vivir
2-1-1999. Cochabamba
Ejercicios espirituales. Introducción. […] Sí, mi Señor Jesús,
quiero pedirte y te pido ya hacer, practicar, vivir lo que más le
complazca al Padre, lo que más le agrade, sus preferencias, sus consejos e
insinuaciones de su Espíritu.
55. Avanzando hacia la plenitud de Dios
4-1-1999. Cochabamba
Meditación: El Don de Dios. La Vida eterna. […] Ayúdame, María, la Gratia
plena, como te proclamamos incesantemente tus hijos, a ir avanzando
hacia la plenitud de Dios[59].
56. Hasta
que todo mi ser sea Palabra
7-1-1999. Cochabamba
Meditación: Nuestro cuerpo, morada de la Trinidad.
Aunque pobremente, no con el decoro, honor y dignidad que se merecen
las divinas Personas y María y no como yo desearía, pero sí con todo mi afecto
y gozo que me desborda, voy entendiendo su lenguaje de Amor sobrehumano-divino.
Deseo no querer ya más que la convivencia continua y pertenencia
total, perpetua y eterna a mi Papá dulce, amantísimo, a mi Compañero único, mi
Jesús que comparte diariamente y a lo largo de la jornada su pan de Amor
haciéndose una misma carne y sangre conmigo. Y a mi Guía y Abogado defensor,
intérprete siempre a mi lado para darme a saborear la Verdad completa, hasta
que todo mi ser sea Palabra viva de la Vida-Amor de la divinidad, que el
mismo Espíritu derrama como manantial de gracia divina, brotando de mi propio
seno, ríos de agua viva en dirección de todas las tierras y sementeras de Dios.
57. Permaneced en mí y yo en vosotros
8-1-1999. Cochabamba
Meditación: Cuando ores, entra en tu habitación[60].
[…] ¡Oh Papá bueno, oh mi Jesús Amigo y Redentor, oh Espíritu de Amor, santificador,
permaneced en mí y yo en vosotros! con la mirada de «Gratia plena» de la Mamá. Gracias,
Trinidad y María.
58. Los papás de
la tierra
9-1-1999. Cochabamba
Meditación: Conocer al Padre. Abba,
Papaíto bueno. ¡Qué bien me encuentro en tus manos! Haz de mí lo que quieras,
sea lo que sea, te doy las gracias. Sí, que me hallo tranquilo, sereno y feliz,
consagrado a Ti. Ya no quisiera salir jamás de tu Hogar.
Como el amigo Carlos de Foucauld, así me
entrego a merced tuya. Como el inseguro y dubitativo Unamuno aprovecho su
rendición, pero con seguridad, gozo y entusiasmo: «Recíbeme, Padre eterno, en
tu pecho, misterioso hogar…pues vengo deshecho del duro bregar»[61].
Puede, Papá, que en alguna que otra
encrucijada haya sido apretada la andadura, pero has estado Tú, Papá. Tú me mirabas con
cariño y siempre con perdón. Por esto, no he querido soltarme de tus brazos en
la fuerte refriega ni en la encrespada galerna. Gracias, Papá. «Desde que mi
voluntad está a la vuestra rendida conozco yo la medida de la mejor libertad.
Venid, Señor y tomad las riendas de mi albedrío, de vuestra mano me fío y a
vuestra mano me entrego, que es poco lo que me niego si yo soy vuestro y Vos
mío»[62]. Doblo mis rodillas ante
Ti, Papá, eres mi Todo.
Mi Papá bueno, dulce, acogedor y más
sensible que la más tierna de las mamás de carne y sangre, no me abandonaron
jamás los papás de la tierra que pusiste a mi cuidado. Muy bien me
hablaron de Ti y a Ti me acercaron indicándome que con verdad fijara mi mirada
pueril e infantil en Ti antes que en ellos. Cuando otros se quedaron en la duda
de tu sorpresiva e instantánea llamada por Cristo Crucificado, ellos, mis
papás, la acogieron serena y respetuosamente, pero además, con gozo velado pero
sincero y con efectivo entusiasmo, como si fuera una prueba de confianza y
complacencia a su fe sencilla pero firme. Su alegría y apoyo incondicional y
feliz se expandió, como una flor que abre su aroma contagiándose a toda la
familia.
En su esperanzada ancianidad, mi unión
contigo, la suya y la mía, era como un puente abierto y directo hacia Ti, sin que nada ni
nadie impidiera la continua conexión e íntimo intercambio contigo, más familiar
y hogareño que con todo el mundo que nos envolvía.
Juntamente, Padre bueno, con tu
maternidad en María, la Mamá querida, en las jornadas -aunque siempre a
distancia de ellos físicamente, por atención y cuidado a los hijos que me ibas
confiando, que en cantidad ellos adoptaron- permanecimos como sintiendo y
viviendo el calor del mismo Hogar. Era el Hogar tuyo, Papá bueno, amplio y
dilatado, que no dudo siguen caldeando muy junto a Ti, cara a cara contigo.
Por esto el «Ave María… ahora y en la
hora de nuestra muerte» cerraba los labios, detenía el latido del corazón
mortal de mi padre de la tierra para fijar la mirada del alma eternamente en Ti. Y mi madre de la
tierra, rozando los noventa años, sintiéndose igualmente mamá adoptiva de los
cinco continentes, te entregaba a Ti, Papá, su último suspiro abrazando
también en mis brazos a la Mamá del cielo quedándose ya muy junto a ella.
Por toda esta cascada de gracias, de las
que recuerdo y permanece en mí este sabor de eternidad, gracias, Papá bueno.
Gracias, Padre, me siento en tu seno. Algo así lo daba a entender tu
evangelista Lucas: «Todos a tientas te buscamos, en Ti nos movemos, existimos,
y somos de tu linaje»[63]. Y la gloria es para Ti, como también
cantamos en tu venida en la Santísima Eucaristía: «Por Cristo, con Él y en Él a
Ti, Padre, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por
los siglos de los siglos».
Así, Papá, siempre en Ti, totalmente en
Ti, eternamente en Ti, gozosísimamente en tu seno, desarro-llándome y
creciendo, como en continua gestación, perfeccionándome más, y pareciéndome más
a tu imagen. Siguiendo muy de cerca al Hijo Unigénito en el que residía la
plenitud de la divinidad corporalmente.
Ya, Padre. Ya dispuesto por tu Espíritu,
ve extirpando cuanto queda del hombre viejo: todo tumor, todo conato de droga y
de virus maligno; todo el fuerte resabio del yo; toda soberbia y orgullo que se
resiste a la misma divinidad. Que la paternidad fecunda de tu lluvia y rocío,
descen-diendo desde arriba, haga fructificar, Papá bueno, tu esperanza en mi llamada:
«la gloria de mi Padre -me recuerda Jesús- está en que des mucho fruto»[64]. «Di, pues, mi Papá, que
a todo diré que sí»[65].
La que recibió abundantísimamente el
rocío del cielo, al llover las nubes del cielo al Justo, me prestará como
siempre tu fecunda Palabra, susurrándome al oído tu santísima voluntad, la que
contiene la Vida-Amor de multitudes.
«Gracias te damos, Padre, porque nos
haces dignos de servirte en tu presencia», siendo con todo mi ser tu Palabra,
estando siempre vuelto a Ti, atento a Ti, pendiente de Ti. Siempre en tu
presencia, sacando cuanto queda de vileza en mí y extrayendo cuanto de precioso
sembraste en lo más íntimo de mi ser. Y entonces, de la abundancia de mi
corazón prorrumpirá en mi boca, que será como tu boca, un cántico nuevo: Eructavit
cor meum Verbum bonum[66]. Tu casa, Papá, mi
casa, ya es la casa de todos tus hijos, sin excepción alguna, ni acepción de
personas, porque a todas por igual les compartes Tú la herencia de tu Amor
inmortal y eterno.
59. No vas solo,
recuérdalo
11-1-1999.
Cochabamba
Meditación: En diálogo con la Segunda
Persona de la Santísima Trinidad, Jesucristo.
Mi Jesús, mi Maestro, mi Camino, mi
Verdad y mi Vida, que me miras con Amor, volcando en mí toda tu ilusión en
sangre viva. Apostando[67] a diario todo tu ser por
si me alcanzas total y definitivamente, ganándome la partida. Y ante tus
fracasos, intentos, una y otra vez, el caer en picado sobre la roca de mi
corazón va dejando a trizas tu infinito Amor y misericordia. Mi boca está
empapada de Ti. Por mi pecho rezuman tus venas. A mi corazón se pega el tuyo
como un emplaste. Sin duda, esperas y confías quedar trasplantado en mí, aun
sabiendo que hay peligro de rechazo[68].
Mas tu injerto en mi tronco viejo está a
punto de agarrar, de asumir toda la savia de mi espíritu y de mi carne,
abundantemente sazonada, irrigada de Amor, sangre y agua que mana de tu costado
abierto. De tu sagrario a mi corazón y de mi corazón a tu cáliz se va como
consolidando un permanente acueducto, un fluido sanguíneo que intenta circular
por mis venas. Es caudal suficiente para transfusiones, salvando al acto otras
vidas para las que me has elegido, haciendo de todo mi ser un banco de sangre,
reserva de plasma para salvación de muchos.
Mi Jesús, no deseo otra cosa sino
invertir mi vida y mi muerte como eco de tu Amor, como huella de tus pies
perforados y rotos. Son las huellas que me ilusiona pisar y así contagiar mis
pies del roce de tus llagas, y dejar en ellos la marca de tu paso por donde
ponga mi pie, por donde acerque mis manos, en donde respire mi pecho partido. Y
entregar[69]
así hasta la última gota de mis amores, por Ti consagrados, a Ti dedicados y
solo a Ti aplicados, llaga por llaga, en todo tu Cuerpo y en mi cuerpo, desde
la cabeza a las plantas de los pies. Que quede perpetuamente marcado el camino
de arena rojiza, capaz de hacer germinar una flor que sepa a tu aroma, el del
Amor de arriba.
Tú, Jesús, mi gran Amigo y Compañero, en
casa y de camino. ¡Cuánto te agradezco que te me adelantes siempre y que venga siempre
de Ti la iniciativa! Sin duda, el Espíritu que me envías incesantemente me
previene, me anuncia los proyectos trinitarios y mis peligros o prontitudes
personales. A cada empresa y envío tuyo, siempre en acto, oigo de Ti, mi Jesús:
«Recibe el Espíritu Santo[70]. No vas solo,
recuérdalo. Vamos siempre contigo, estamos contigo. Haznos lugar, danos
espacio, oído atento y una fidelidad instantánea, flexible y refleja, fruto del
entrenamiento y ejercicio diario de mantener a raya tu yo, teniéndolo siempre
sometido».
60. Tener buen
tino
12-1-1999. Cochabamba
Meditación: Otro
Cristo. Relevo de Jesús de Nazaret. Jesús, camino. […] Prestarme a que Jesús sea camino en mi arcilla, en
mi arena, en mi piedra o gravilla, extendido y apisonado, ancho o más estrecho
como convenga a cuantos, por Cristo, con Él y en Él tienen que llegar al Padre.
«Este mundo es el camino para el otro, que es morada sin pesar, mas cumple tener buen tino para andar esta jornada
sin errar»[71].
61. Pastorear según tu corazón
13-1-99. Cochabamba
Mi Jesús, mi buen Pastor, aunque ocultamente, sé que me acompañas
de cerca muy junto a la grey que me confías, invitándome a dar la vida por las
ovejas.
Al tomar abundantemente del pasto riquísimo que me preparas, Pan de
Vida amasado con tu sangre, haz que aprenda a pastorear según tu corazón.
Purifica más y más mis entrañas, para que, conociéndome mis ovejas
y gustando abundantemente de tu conocimiento, acudan a nutrirse de lo sabroso,
deleitable y sustancioso de tu Amor hecho Pan, de tu Sangre hecha Vino. Y que
en tu misma masa, como un puñado más de harina, eche todo mi ser y contigo, a
una, pueda ser servido, nutritiva y saludablemente, con el conocimiento
delicadamente personificado de una a una de mis ovejas, que son las tuyas.
Que puedan todos aprovecharse divinamente sin que toda mi entrega y
donación sepa a nada, ni a nadie, más que a Ti, mi Pastor bueno y único.
Porque solo de Ti, de tu costado abierto se riega, sazona y germina el buen
trigo. Solo de tu pecho abierto rezuma el buen vino, fruto de tus cepas
exquisitas, guardadas en tu huerto cerrado, maduradas por el agua pura de tu
fuente sellada. Para ello has querido cercar mi corazón. Porque mi pobreza,
castidad y obediencia no pueden ser sequedad, desolación, ni sombra alguna de
esterilidad, sino plenitud de Vida abundante, manantial de Amor fecundo para la
numerosa grey sumada al rebaño universal del Reino del Padre. Porque le ha
parecido bien al Padre abrir nuestra mirada a su Reino universal que llena
cielo y tierra.
Así me invitas a proclamar desde los terrados y azoteas[72]
por todas las encrucijadas del mundo: «Vosotros, los hambrientos, los sedientos
venid, comed y bebed; gustad lo que es bueno, lo que sacia, lo que de veras
nutre y deleita muy saludablemente»[73].
Gracias, mi Pastor.
62. La tierra como un espejismo del cielo
14-1-1999. Cochabamba
En diálogo con el Espíritu Santo. Ven, Espíritu Santo, desciende
hasta lo más oculto de mi miseria, de mi ser[74],
tal vez ya corrompido y descompuesto, sin imagen ni fisonomía; perdida
totalmente la imagen primigenia, la que procedía del mismo Espíritu, quien replevit,
llena y renueva la faz de la tierra como un espejismo del cielo, pero
que en realidad, lo que a los ojos humanos parecería apariencia se torna Vida
eterna.
63. Directores espirituales
15-1-1999. Cochabamba
Partícipes de la acción del Espíritu. El Espíritu Santo nos hace
partícipes de su misión, directores espirituales, humildes peones del
Espíritu Santo.
[…] Noche de oración final de la primera
etapa de este mes de Ejercicios. Acompáñame,
María, con tu entrañable Amor de Madre universal. Gracias, mi Papá del cielo, del cielo instalado en
nuestro pobre cuerpo pecador. Hemos conectado con tu Amor, del amor al Amor, y
nos hemos sabido habitados por Ti. No hay ni puede haber Amor tan
cercano, íntimo y familiar, tan uno con nuestro propio ser, externa e
internamente Uno.
Gracias, mi Jesús, yo estoy en Ti y Tú
estás en mí. ¿Quién es quién de los dos? No quiero, mi Jesús, que seamos
ya dos. Feliz, te cedo todo cuanto pueda ser para no ser sino Tú; solo Tú; para
siempre Tú; gozosamente Tú. Que no quede nada, ni rastro de mí fuera de Ti,
único Ser presente a mis ojos, a mi corazón y a mi mente, que ya no son míos
sino totalmente tuyos. En mi sombra te revelas mejor Tú.
Gracias, Espíritu Santo, compañero y
guía diurno y nocturno. Guardaespaldas inseparable, seguro de Vida-Amor, aunque
aparezca la muerte. Amor esponsalicio de Hogar, calor de fecundidad eterna, juventud
perenne de aroma primaveral, cosecha continua de frutos maduros en una sucesión
interminable y perpetuamente novedosa, dulce Huésped del alma.
Buenas noches, Madre de todos, Mamá
querida, de brazos abiertos, de manos tendidas, de ojos que cautivan, de
semblante de paz e irresistible acogida. Imposible separarme de Ti, anfitriona señera
y Madre de Dios y de los hombres en la fiesta sin fin.
64. Día libre en
vida orante
16-1-1999. Cochabamba
Día libre en vida orante. […] Ya soy propiedad tuya o más bien por
Ti y contigo, Tú eres propiedad mía[75]. Tú eres la parte de mi
herencia y mi heredad. Por eso, se me alegra el corazón, sienten regocijo mis
entrañas, todo mi cuerpo descansa tranquilo.
[…] Y la gratitud conecta festivamente
con el Magnificat de la Mamá, abrazando con cálido afecto hogareño todas
las generaciones, tendiéndonos las manos a coro con los que contigo nos
contemplan desde arriba.
65. Festividad de
la conversión de san Pablo
25-1-1999. Cochabamba
San Pablo Apóstol. Festividad de la
conversión de san Pablo Apóstol.
[…] Gracias, mi buen Maestro, ante mis
miserias e infidelidades, mencionadas también en Pablo: «Líbrame de este cuerpo
de muerte, porque mi proceder es como incomprensible, pues lo que quiero no lo
hago, y lo que no quiero lo hago... ¡pobre de mí! ¿Quién me librará de este
cuerpo de muerte? ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo Nuestro Señor!» [76].
[…] Gracias, mi Jesús ¡qué suerte verte
siempre junto a mí, en mí mismo, guardaespaldas seguro, casi más ante el cielo
que ante los hombres!
[…] Gracias, Mamá querida, patrona
nuestra en la festividad de la Anunciación. Gracias, Apóstol Pablo, compatrono,
ejemplo de nuestra misión. […] María, Mamá queridísima de la Fraternidad,
Pablo, pionero excepcional de nuestro carisma y misión Verbum Dei, bajo vuestro
excelso patrocinio queremos confiar la Fraternidad extendida por los cinco
continentes.
Acompáñanos María, Madre de la Iglesia y
tú, san Pablo, apóstol de las gentes; san Pablo apóstol, crucificado de Cristo,
para que, bajo tu continua asistencia, nuestra vida misionera constituya, junto
con la de nuestros discípulos, un fruto permanente de nuestro ser y actuar y un
afectivo y real saber a Cristo crucificado. Así sea.
66. Sobre el
Cuerpo de Cristo
26-1-1999. Cochabamba
Ejercicio diario de oración, vida orante.
La desproporción entre la misión que nos confiáis y nuestra
realidad personal no tiene otra salida ni respuesta más adecuada que la del niño
atemorizado buscando refugio y apoyo seguro en brazos de la mamá. […] La vida orante es el fruto propio de una
vida de fe.
¿Cómo es posible no orar siempre y además
conscientemente, si nuestra vida a tiempo completo y en exclusiva es «orationi
et ministerio verbi instantes»?[77]. ¿Cómo no orar, si nuestra vida es
propagar la fe viva, la Palabra de Vida, la Vida eterna sin cesar, para que
todos tengan Vida y la tengan en abundancia? ¿Cómo no orar incesante-mente si
en nuestra misión de predicar el Evangelio, de hacer discípulos a todas las
gentes, Jesús nos acompaña siempre y está siempre con nosotros? ¿Cómo no orar
siempre, estar siempre en presencia viva de las divinas Personas, si nuestra
labor diaria es dar a conocer a todas las gentes, las veinticuatro horas del
día, a nuestro Dios Uno y Trino, de la mano de María, bautizándolas en el
Nombre, en la Vida-Amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo?
Toda nuestra jornada se integra a actuar
e intervenir sin descanso sobre el Cuerpo de Cristo, sobre el Cristo
total; en conexión, a mirada y consulta continua con Cristo Cabeza, con el
Padre, con el Espíritu y con la presencia atenta de María, la Mamá tan querida,
operando delicada y atentamente en los miembros de Cristo, según mis
acompañantes me van asesorando, exigiéndome amorosa-mente invertir la mente, el
corazón y las fuerzas en aplicar Vida, en inyectar Amor en el mismo Jesús
herido, atropellado, necesitado urgentemente de reanimación, de transfusión de
la misma Vida-Amor, que me pide compar-tir incesantemente oración, amor,
entrega.
Dar y aplicar la Vida, por Cristo, con
Él, y en Él, de la mano de la Mamá, es nuestro vivir y morir […]. Gracias, mi Señor, por tus delicias, incomprensibles a la mente
humana, simplemente por estar. Por estar «con» nosotros, pero no solo «con»
sino «en» nosotros; «en» nosotros mismos, como nosotros «en» Ti, porque así
somos permanentemente Uno.
67. ¡Quién
pudiera!
29-1-1999. Cochabamba
Meditación: El Señor nos llama para dar
mucho fruto. ¡Qué más quisiera que acercarme a tu altar y mirar como de reojo
tu cáliz y, desde lo más profundo de mi ser, como a escondidas, preguntar
quedamente!
¡Quién pudiera participar de este
cáliz! ¡Quién pudiera disimuladamente refugiarse en esa patena para poder
convertir tanta miseria en pan de misericordia, en bebida de salvación! ¡Quién pudiera caerse como pegado a
esta Hostia que se va a ofrecer «por vosotros», entre los que yo soy el que más
necesito comer de este pan!
Yo soy el que más
necesita comer de este pan y caer en este cáliz, como una gota de agua
conectada con el vino, uno con Él y ser ofrecido, como disimuladamente, y tomar
parte en la misma bebida de tantos «que por vosotros y por todos se derrama». Y
mirar, como con envidia inmerecida, desproporcionada, pero sí ansiando la
cercanía del Cordero al que pegué[78] y [79] herí,
y al que vi que sangraba: sangre de mí, sangre por mí.
Y ahora… ¡si pudiera ser sangre con Él! y,
lavados mis pecados, ser con Él la venda, lavabo y
limpieza; purificar, quitar,
hacer desaparecer y hacer olvidar el pecado del mundo…
El pecado, por tanto, de muchos, del
mundo de hoy y del de mañana, pues son generaciones lejanas en el tiempo y
cercanas, al alcance de la mano en el Amor; en el Amor que hoy, ahora, nos
elige: «os he elegido yo. Sí, yo mismo». Y no es casualidad, sino causalidad:
«os he elegido yo con una intencionalidad concreta, no improvi-sada, pensando
en mucho fruto, un fruto que perma-nezca[80].
68. Como Tú, Mamá, contigo
30-1-1999. Cochabamba
«Acompáñanos, María, con tu entrañable Amor de Madre, para que
nuestra consagración a la Palabra viva de Dios y predicación de la misma sea
una propagación continua de la Vida de Dios por generaciones. Así sea»[81].
Porque la desproporción entre la misión que nos confiáis y nuestra
realidad personal no tiene otra salida, ni respuesta más adecuada que la del
niño atemorizado, buscando refugio y apoyo seguro en brazos de su mamá.
Por esto, a Ti acudimos, Mamá buena, tratando de mirar atentamente
tu actitud, conducta y respuesta, para repetir lo más fielmente tu misma
imagen; y así intentar apuntar a la imagen del mismo Jesús, formado de tus
mismas entrañas. «He aquí la esclava del Señor»[82].
Ojalá, de corazón pudiéramos mantener esta misma actitud: esclava
del Señor, sin pertenencia propia de mi ser, ni de la vida ni de la muerte. Sin
libertad propia, sin poderes ni derechos a ningún nivel. A libre disposición del
Señor, exterior e interiormente, en mi pensar, sentir y querer. Propiedad
absoluta de mi Dios, pertenencia temporal y eterna de Él. Como Tú, Mamá,
contigo, en Ti, para Ti.
«Hágase en mí según tu Palabra»[83].
No solo pasivamente sino activamente, decidida y pretendida-mente, con todo mi
poder, saber y querer; apoyando, dando la vida, con todas las fuerzas,
capacidad y potencia de mi miserable ser y existir hasta el último latido de mi
corazón, el Fiat, el «sí», lo más detalladamente posible e imposible. Porque
nada hay imposible para Dios, que me llamó y eligió.
Porque en Ti, Mamá querida, miró Dios la humildad, la gran verdad
de tu vida, de la que nacería la Verdad, la Vida, el Camino para todos.
En mí pudo solo mirar la miseria y tuvo de mí gran misericordia. Y
misericordia, Mamá buena, es lo que puedo y debo cantar y me atrevo a cantar
eternamente como estribillo, humillado y contrito, escuchando feliz tu Magnificat
sin fin.
69. Consagración a la
Santísima Trinidad
31-1-1999. Cochabamba
Renovando nuestra consagración
a la Santísima Trinidad, de manos de María.
Al Papá Dios
¡Cuán cerca está mi Dios! ¡Cuán bueno es mi Dios! ¡Cuánto me ama mi
Dios! ¡Cuánto se fía de mí mi Dios! ¡Cuánto confía en mí mi Dios! ¡Cuánto se
confía a mí mi Dios!
Mi Papá bueno, enséñame a amar como Tú, a valorar a todos como Tú,
a esperar, a confiar en todos como Tú. Enséñame, Padre, Papá bueno, a estar de
corazón muy cerca de todos, como Tú. ¡Contigo! Acompáñame, Papá bueno, con tu
buena paternidad, a participar y contagiar tu misma paternidad. Ayúdame, Papá
bueno, a sentir a todos como parte de mi vida, de mi ser, a ser uno conmigo.
Que te pueda amar en todos, que descubra tu Amor en todos, que no
aparte tu Amor de nadie, que con tu Amor ame por igual a todos; a sanos y
enfermos a buenos y malos, a amigos y enemigos, a santos y a pecadores. Que ame
a todos como hijos; hijos del mismo Hogar, que es el tuyo.
Papá bueno, haz de mí tu Hogar, de mi cuerpo, tu Hogar. Que todo lo
tuyo, lo sienta mío. Que todo lo mío lo sienta tuyo. Papá bueno, que sea yo uno
contigo, que seamos uno, que me sepa uno contigo, siempre, a todas horas y en
todo lugar. Que jamás me sepa solo, ni me sienta solo, contigo.
Que yo contigo me sienta y me sepa uno con todos, sin excepción ni
acepción de personas. Que me sienta, Papá bueno, uno con todos tus hijos. Que
sienta a tus hijos en mí, no lejanos, no extraños. Mi Papá bueno, quiero ser
uno contigo, unir los hermanos, ser cuerda y ser nudo. Contigo ser buenos, unir
nuestras manos y los corazones. ¡Buen Papá! ¡Nuestro Papá bueno!
Mi Jesús
amigo
Mi amigo fiel. La amistad no se impone, no se improvisa, no se
propone; la amistad se conquista.
Y la amistad no es una propuesta ni es una consigna, no puede ser
comprada ni vendida. La amistad no se da por pedirla, es más bien regalada y es
muy gratuita. Es fruto de un encuentro y es siempre recíproca.
Me encontraste, Jesús, y no pude evadirte porque me agarraste y
bien me pudiste. Tú me conquistaste y me sedujiste. Ya toda mi vida es solo
seguirte. Mi Jesús amigo, ¿qué es lo que me diste? Tú me contagiaste tu Amor
que resiste a todos los amantes que en el mundo existen. Amor de talante y
fuerza invencible, Amor transformante, que Amado y amante, solo en uno viven.
Así, Jesús amigo, quédeme contigo para siempre amarte. Quédate conmigo que así
bien vivirme es a Ti vivirte. Y es Vida abundante por la que viniste a Ti mismo
darte y ser mi convite. En pan te compartes. ¡Cómo te moliste cómo te amasaste
para a mí nutrirme! Porque al comulgarte Tú me asumiste y al asimilarme eres Tú
quien vive.
Mi Jesús amigo, a Ti muy unido. Es todo un cantar el hablar
contigo, amor compartido al cantar y amar, amar al unísono sin poder callar.
Unidos los dos a eterna coral, al canto divino, al Amor fontal del Dios Uno y
Trino, al que sin cesar todos repetimos: Santo, Santo, Santo, Dios universal,
que cae en rocío de colores vivos de eterno rosal, cual capullos vivos de aroma
inmortal.
Mi Jesús amigo, a Ti siempre unido por todo camino. Desde el despertar
hasta el fin del brillo de la luz solar. Desde el primer guiño de estrellas que
envidian mi prez matinal. Junto con la aurora vienen a rezar.
Espíritu de Amor
El Amor se queda a la espera, permanece como huérfano,
sin su bajada en cascada espumosa y festiva, con saltos de alegría, como
cortejo nupcial, descendiendo entre ondulantes encajes y tules o nubes de
arroz, signo de fecundidad.
Es
el amor esponsalicio de la novia en espera del Novio para formular y jurar un
amor esponsalicio, perpetuo, eterno. Todo apuntando a un Hogar sin calcular ni
números ni medidas. El Esposo es mi Hacedor y su acción, esperanza e ilusión
esponsalicia, nada tiene de improvisación: «con Amor eterno te amé»[84].
Gracia abundantísima se fue reservando para este día. Día que continúa y se
prolonga, sine die, sin espacio y trasciende en el «sin tiempo».
Son las bodas con el Cordero sin tacha y sin mancilla, que encubre
toda deficiencia de la esposa y la reviste con sus galas, sin defecto ni
arruga. La descendencia no heredará nada imperfecto, porque si abundaran las
deficiencias e imperfecciones sobreabundaría la gracia y el don superabundante,
traduciéndose en perdón.
Porque todos los hijos llevarán una diadema, el semblante del Amor,
la imagen viva del Amor que no muere ni se corrompe, ni mengua ni se marchita. Porque
se desposó el Amor con todo el patrimonio y herencia invariable. Con todo el
derecho del Amor que lo transforma, todo en llamas; si hay bien o mal en mí
todo se eleva en hoguera de luz y calor.
Y como un voraz incendio de aspiración universal prende como
huracanado en todas las direcciones de la tierra. Tal es el conocimiento,
contagio y propagación inextinguible del mismo fuego de Amor.
La Mamá de
todos
Mi queridísima Mamá, desde los primeros gestos de la vida, todavía
inconsciente y sin uso de razón, toda persona, como a tientas, busca al Amor.
La Palabra de Dios dice que toda persona a tientas busca a Dios. En
el caso del niño[85],
Dios le sensibiliza por la mamá. Así la más fina sensibilidad del hombre y de
la mujer siente un apoyo y atractivo especial hacia la mamá en todo el
transcurso de su vida mortal. Y aun al perder sus facultades, como por
instinto, sigue hasta el último de sus movimientos buscando el agarrarse a su
mamá.
Dios ha querido revelar su ternura materna particularmente y en
concreto en las mamás. Mas, en la Vida inmortal, eterna, por la que somos
verdaderos hijos de Dios, ha querido nuestro Padre del cielo dejar en el
corazón y entrañas de María, su tiernísima y cariñosísima maternidad espiritual
divina, para que Ella la aplicara dulcemente a todos y cada uno de sus hijos. E
igualmente ha dispuesto que todo hijo de Dios hallara en María y gustara en
Ella esta riqueza inefable de la afectividad divina del mismo Dios.
Esta afectividad, este cariño amorosísimo, infinita-mente amable de
Dios, transmitido por María a todos sus hijos es como la esencia purísima, la
flor y nata del infinito Amor de Dios para con sus hijos. Ellos disponen de la
gracia singular y de la sencillez, humildemente familiar, de acercarse y tratar
con la Mamá hasta conocerla, amarla entrañablemente y poner la confianza plenamente
en Ella.
¡Qué alegría, Mamá querida, estar siempre con esta compañía tan
íntima, tan familiar, como calor vivencial constitutivo del Hogar más propio y
permanente! Preludio o prólogo del Amor eterno, con el Amor materno en donde
todos los hermanos permanecen unidos con el vínculo que garantiza la unidad
familiar: Mamá, centro de todos los amores. Mamá en perenne juventud con toda
la madurez y plenitud del Amor. Mamá actual y eterna.
El «Quinteto» divino
Mi «Cuarteto» adorado, mi Vida en la tierra, mi Familia íntima
inseparable, de día y de noche, en la salud y en la enfermedad, en la vida y en
la muerte. Mi Hogar aclimatado y modus vivendi en el ambiente más
favorable y adecuado a mis pobres facultades. Haga frío o calor, me siento con
vosotros en el aire más agradable y con todo placer y gusto. Papá, Jesús, Espíritu
Santo, María, los amigos fidelísimos, sois mi recreo, mi paz y la plenitud de
mi existencia en este mundo. Y sois también mi antesala de la eternidad, en la
que me introducís en las fiestas de los cielos.
Con vosotros, Papá mío, mi Jesús, precio de mi don y mi perdón,
Espíritu de Amor, guía y viático en todos mis caminos de la tierra y Tú, Mamá
queridísima, sin soltarme de la mano en las amplias calzadas del mundo y plazas
públicas ni en las soledades de los desiertos ni en las sendas oscuras y
peligrosas ni en las escaladas y despeñaderos ni en las llanuras y valles ni
por los aires, tierras y mares ni entre fieras y peligros de muerte.
¡Qué alegría, ir así en pandilla, tan seguro, en equipo, todos uno!
A corazón abierto, aportando el interés, alegría, cuidado y preocupación de
todo el Hogar del mundo. Sin ghettos
ni compartimentos estancos de comunidades, congregaciones o grupos indiferentes,
sino aplicando a todos el mismo Amor, la misma Vida, el mismo interés. Todo
compartido y amorosamente comentado, con la mirada puesta en toda la Iglesia de
Jesús -pues todo es el Cuerpo de Cristo- aplicando en bien de todos el mismo
afecto divino.
Gracias. Gracias, mi Comunidad primigenia, mi Comunidad invariable,
mi Comunidad siempre unida, Padre, Hijo, Espíritu Santo y María, Madre de Dios
y Mamaíta tan querida y Mamá de todos; mi Comunidad siempre actual, siempre en
mí mismo. Mi Hogar del que nunca me salgo, siempre en el mismo clima, en verano
y en invierno, de día y de noche, en cualquier pueblo, ciudad o continente en
que me halle. Como una nave para todo terreno, ya sea mar, tierra o cielo, sin
casi cambio en los cielos eternos, siempre en uno, ya inseparables. En donde
reina en plenitud el Amor puro, el Amor vital. Venero limpísimo de todos los
amores que nutren sobreabundantemente todos los afectos más apasionantes,
placenteros y deleitables del corazón divino humano, del espíritu y de la
carne, del cuerpo y del alma.
La plenitud del Amor filial, del Amor de noviazgo y Amor
esponsalicio, el más íntimo y fecundo. Amor de hermano, el afín e igual, el
mismo. Amor de compañero inseparable. Amor de padre y madre, más fuerte que la
muerte. Amor entrañable, superior al amor de toda creatura porque se gusta de
la Divinidad, en la mayor prueba y expresión. Amor que alcanza los extremos de
su capacidad inalcanzable e infinita. Por lo mismo, Amor inefable, inmenso,
infinito, inmortal, eterno, del que nada ni nadie, ni la vida ni la muerte, ni
las fuerzas ni las potestades me pueden separar[86].
Gloria, gloria, gloria a mi Dios, a mi Mamá queridísima. Santo, Santo, Santo.
Ave, Ave María. Gracias, por este mes de Ejercicios espirituales en Cochabamba.
70. Gran clima de
fervor
1-2-1999. Cochabamba
Después de una velada en dulce fraternidad
con Jesús Eucaristía, hoy despierto una horita antes, junto al «Cuarteto»
adorado en torno a Jesús Eucaristía.
Celebramos a las 7 a.m. la Santa Misa,
como despe-dida de las distintas fraternidades de Sudamérica.
[…] Gran clima de fervor y amor
fraterno universal. Gracias, Trinidad Santísima. Gracias, María, Mamá
queridísima de todos.
Hay distintas reuniones de aplicación
práctica de los medios de apostolado con una vida orante y dos reuniones
plenarias de las dos semanas: «Ruegos y preguntas» para la mayor aplicación del
carisma y una práctica ayuda fraterna en el desempeño fiel de la misión.
A las 6 p.m. todo un grupo hacia el
aeropuerto para sus destinos propios. Tomo yo el viaje hacia Guadalajara
(Jalisco) a las 10.30 p.m. con escala en Santa Cruz de la Sierra y en Panamá, llegando
a México a las 5.30 a.m. hora mexicana.
1999
Guadalajara (México)
. Para bien y
provecho de generaciones
3-2-1999. Guadalajara. México
Ejercicios espirituales para bien y
provecho de genera-ciones[87].
Ante un mundo tan falto de fe, danos,
Señor, el poder despertar cuanto nos has dado de inteligencia y de voluntad
para aplicarla íntegramente a dar Vida abundante a tantos hermanos nuestros...
«Vale más un día pasado en tus atrios que otros mil días»[88].
Gracias, Señor, por si podemos en este
mes resarcir las gracias, la Vida perdida de muchos hermanos por los que Tú nos
llamaste y elegiste para darles abundantemente esta Vida inmortal. Cierto que
en estos treinta días nos das la oportunidad de llenar años que se quedaron en
el vacío y en la esterilidad de la Vida comprada con tu sangre, Señor, y que
ahora podemos recuperar por gracia singularísima de tu infinito Amor y
misericordia.
Viviendo poco tiempo, como nos dices por
la Sabiduría, podemos rellenar de plenitud el tiempo[89], vivir
la Vida en plenitud. Con el apóstol Pablo, con gozo y gratitud, podemos
sobreabundar en fidelidad, supliendo infidelidades y pecados, completando en
nuestra carne lo que falta a la pasión de Cristo en mí y en mis hermanos[90].
De un modo especial con aquellos con los
que Tú, mi Señor, quisiste que nos encontráramos en nuestro peregrinar por este
mundo, cuando no les dimos lo que Tú, Jesús, por todos ellos nos diste; y por
la falta de testimonio, con que les herimos y dañamos en nuestro pensar, sentir
o juzgar, en nuestras obras u omisiones. Acompáñanos, María, con tu entrañable
Amor de Madre, para que abunde en nosotros tu Amor materno para con todos tus
hijos.
72. Porque no tiene fin tu Amor
7-2-1999. Guadalajara. México
Gracias,
Papá bueno. Toda dádiva buena, todo don perfecto viene de Ti. Gracias a tu
fidelidad permanente, gracias. Gracias a tu misericordia infinita, porque no
tiene fin tu Amor. Sí, porque no tiene fin tu Amor.
73. Nuestra Señora de Lourdes
11-2-1999. Guadalajara. México
Con una fe sencilla, no estudiada y sin teorías, con un sí de niño,
con una actitud de pobre, con un amor de madre que nace de las
entrañas, sin miradas alrededor, sino centrado todo el ser en el Amado, como
todo el ser de la mamá en el niño, carne suya y sangre suya. Así mi oración,
así mis miradas, pensamientos y latidos del corazón en uno con los latidos,
sentimientos y el respirar de mi Cristo […].
Nuestra Señora de Lourdes, solo de tu
mano, Mamá querida, al ritmo de tus pasos, centrado mi corazón en el tuyo, mi
pensamiento en el tuyo. Compartidos todos mis afectos totalmente con los tuyos,
volcados íntegramente en tu Hogar.
Sin descanso
cronometrado, sin tiempo disponible, inmerso en el calor o frío de todos los
hijos, fuertemente afectado por los que no hallan descanso ni reposo, sino que
precisan urgentemente del amor y de los brazos, del corazón o de la vida, de la
sustancia vital de la mamá, que calme y permita algún descanso a los hijos de
Dios del mundo entero.
Sin más gozo
ni paga, ni alabanza ni honor, que el bienestar, la salud, el desarrollo y la
promoción divina de todos los hijos de la Mamá, de todos mis hermanos, amados
por igual por la Madre universal, la Madre de la Iglesia, que multiplica su
afecto materno, sin mengua, entre todos, para todos y con todos, llevando[91] a
cada uno pegado a su corazón. Contigo, Mamá querida, haciendo de todo mi ser
afecto materno, gratuito y sacrificado, dando la vida para Vida de todos.
¡Mamá buena! ¿Cómo formar tu Hogar
aclimatado al calor de tu Amor materno? Con Amor materno, sin acepción de
personas, sin diferencias ni distinciones, sin posibles divisiones ni
particularismos. Con tu mismo Amor, sin mengua ni disminución, con el Amor
íntegro, sin sombras ni dudas, sin demoras ni prevenciones, sin premeditación,
sino con el Amor, como instintivo, espontáneo, limpio, total, sin reservas ni
precauciones. Amor volcado al máximo a uno y a otro, como carne de mi carne,
como vida de mi vida.
En
el Hogar de la Mamá no hay variedad de Amor, es todo para cada uno, sin
diferencia alguna. Nadie es extraño ni lejano o ignorado; menos presente o
menos recordado. Todos sin excepción alguna están grabados, en imagen viva, en
la mirada del corazón de la Mamá. Uno a uno como la niña de sus ojos. Miles y
miles de hijos, y como si cada uno polarizara, acaparara y concentrara en sí
todo el ser entrañable de la Mamá volcada más en cada uno de sus hijos que en
sí misma.
La
mamá no puede encajar nada malo de ninguno de sus hijos, sino solo amar. Puede
enterarse de cualquier enfermedad o herida de cualquiera de sus hijos[92],
pero para atender el remedio inmediato. Para la mamá, ahí no hay culpa, no hay
condena alguna, ni siquiera error. Si se hirió el hijo es porque perdió la
vista y no se le tendió la mano. Si no pudo curarse a tiempo es porque no hubo
quien le ayudara a descender a la piscina del agua de salud. Si no se levantó
es porque le llegó tarde el socorro imprescindible para seguir viviendo. Murió
el hijo, pero no como desertor o fugitivo del Hogar, sino por abandono de un
amor comunitario más fuerte. Para la Mamá, el hijo resucitará, el hijo
retornará, el hijo no está perdido. Vive y revive en el corazón de la Mamá,
junto a los demás.
74. Vida escondida con Cristo en Dios
14-2-1999. Guadalajara. México
Meditación:
Cuerpo Místico de Cristo.
Mi Mamá buena,
ayúdame, guíame y llévame de tu mano a convivir a tiempo completo con mi
Cristo. Por Él y en Él, en mi Dios, con la luz y acompañamiento constante del
Espíritu de Amor.
No quiero
dejar de ser uno con mi Papá Dios, con Jesús y como Él: «Yo y el Padre somos
uno»[93].
Porque «en Él nos movemos, existimos y somos»[94]. La pobreza, castidad y obediencia evangélicas están propuestas en
función y al servicio total de esta plenitud de Dios en cada uno de nosotros;
plenamente unidos en convivencia interna y externa con Cristo. Esta divina
convivencia pide una unión vital de mente y de corazón, el mismo pensar y el
mismo Amor, el mismo deseo y el mismo afecto, apego y dependencia.
Para
ello, para esta vida escondida con Cristo en Dios preciso recogimiento interior
y exterior, centrar en Ti, mi Jesús, mi imaginación y afectividad interpersonal
con todo el ardor de mi corazón. Con un afecto vivo y actual que no pueda
dejarme indiferente a los intereses del Cuerpo de Cristo, viva y fuertemente
afectado por la salud, enfermedad, vida y muerte de todos y cada uno de sus
miembros.
Mantener
la mirada fija y recíproca contigo, mi Jesús. Sensibilizado con tus
sentimientos y afectado en todo mi ser por el estado de debilidad, anemia y
también corrupción y contagio de muerte de una extensa parte del Cuerpo, en el
que convivo y con el que comparto sangre y carne divina.
75. La necesidad de una vida orante
19-2-1999. Guadalajara. México
De
san Juan Crisóstomo, en la segunda lectura de hoy, primer viernes de cuaresma:
«De la oración permanente»[95].
Es
lo que consideramos vitalmente necesario para nuestra misión: el diálogo, no
como una ráfaga pasajera o como una chispa u hoguera momentánea, sino como
hogar propio y convivencia continua y habitual con el Amor que habita en mí. Así,
a lo largo de la jornada, en días de sol y de niebla espesa, de frío y de
calor, en casa y de camino, en los éxitos y en los fracasos, en la salud y en
la enfermedad, en la vida normal y al avecinarse la muerte. En los momentos de
fervor y en el temporal de las más duras tentaciones, «adoremos al Señor que
por nosotros fue tentado y por nosotros murió»[96].
¡Cuánto
nos complace vivir sin dificultades, vivir sin pruebas, sin contradicciones sin
tentaciones ni fallos ante los hombres y ante Dios! ¡Cuánto nos cuesta el
quedar mal, el fracaso ante los hombres y ante Dios, los constantes errores! Como
también lamentaba san Pablo: «Mi proceder no lo comprendo, no hago el bien que
quiero y caigo en el mal que no quiero»[97]. Las
faltas e infidelidades, decía Santa Teresa, las tenemos unas por debilidad y
otras por necesidad, para que no nos apartemos de la humildad.
De
ahí la necesidad de una vida orante, jornada de súplica e invocación
continua al Señor como hace con su mamá el niño débil, enfermizo, tímido. Tal
es nuestra condición en este mundo: así en la bonanza como en la temerosa
tempestad, no apartar la mirada de Jesús, de la Trinidad en nosotros.
Fijos
los ojos en Él. Y también cómo no, siempre de la mano de María. Debería darnos
miedo el desprendernos de su mano. En las sendas y caminos llanos, suaves y
placenteros, como en los abruptos, entre espinas y abrojos, al borde de abismos
y peligros continuos, siempre de la mano de María, como el niño en brazos de su
mamá. Agarrándonos fuertemente a Ella, atravesamos lo más dificultoso y
terrible.
Bien
sabemos que nada podemos. Nada sin el poder de lo alto, sin la guía, fuerza,
luz y fuego del Espíritu de Amor. Nuestra respuesta y fidelidad a Él es la que
nos comunica en abundancia sus poderosos frutos y dones sobrenaturales. Es la
respuesta que nos enseña a pronunciar desde lo más profundo y sincero de
nuestro corazón María nuestra Mamá, irradiación cercanísima de la ternura
maternal de nuestro Dios. Ave, Ave, María gratia plena, plenitud de
Vida-Amor.
76. Jamás me cansaré de suplicarte
20-2-1999. Guadalajara. México
Mamá
querida, ¡cuán lejos está mi vida de mis deseos! Cómo anhelo, Mamá
buena, ser como Tú, sentir en mí tu entraña materna y gestar en mi seno los discípulos
de Jesús, de los que por la Palabra debo ser madre de verdad; con un amor
tierno, supersensible, limpio e inmaculado, conforme al designio amoroso del
Padre, quien nos eligió en Cristo, antes de la fundación del mundo para que
fuéramos santos e inmaculados en su presencia en el Amor[98].
Mamá,
extírpame toda raíz de pecado y de fruto de la carne, para que solo tu pura
ascendencia, tu etnia sobrehumana, sobrenatural y divina, permanezca en la
tierra y en mi alma. Que florezca en mí, abundantemente, solo el aroma de tus
rosarios que, como oleadas de rocío dejas caer sobre mí todos los días de mi
vida. Sazona, sí, todo mi ser de la plenitud de tu Gracia hasta desbordar.
Jamás
me cansaré de suplicarte, como
niño débil, delicado, pobre y tímido: Ave, Ave María, llena de gracia, ruega y
suplica, Mamá buena, por mí, pecador, hasta que me asemeje y alcance
identificarme con tu plenitud de gracia. Ahora, aquí mismo, en la milicia, en
el combate y lucha de mi yo, resistente a la gracia y al Amor puro de mi Dios.
Que
no vean mis ojos, que no perciban mis sentidos más que tu mirada y la ternura
materna. Que no palpite mi corazón más que al latido de tu Amor. Tú, Mamá
buena, que en lo más alto de la gloria del cielo, participas de los planes y
proyectos de Dios, danos el poder acertar su santa voluntad.
Aquí, en El Copo, lejos del mundanal
ruido exterior, concédenos, Medianera de todas las gracias, que tu gracia pura,
fecunda y plena de la Vida-Amor de Dios planifique íntegramente nuestra mente y
nuestro corazón. Los responsables de toda la Fraternidad Verbum
Dei, aquí reunidos, acudimos espontánea y necesariamente a Ti con el intento de
compartir comunitariamente los designios de nuestro buen Dios sobre nuestra
universal Familia Verbum Dei.
¡Cuánto
nos apremia y cuánto[99] bulle
nuestro corazón por complacerte, Mamá querida, Tú que eres complacencia de
Dios! Que de tu mano, podamos tratar ante la Trinidad Santísima, que nuestras
vidas y nuestros corazones permanezcan, ante todo, como hostias vivas sobre el
altar de nuestro buen Dios, Uno y Trino, a fin de que todos los responsables, unidos[100] en
el Amor mismo trinitario, pongamos total y definitivamente nuestro pensar,
sentir y querer solo en el Amor-Vida de Dios.
Que
en Dios y con Dios seamos pan de Vida y bebida de salvación para todos los
miembros de la Fraternidad. Que de veras nos seduzca y fascine participar del
destino del Cordero, para que este «ser Él» elimine en nosotros todo rastro del
hombre viejo. Que nuestras miserias y egoísmos queden ya sepultados como cieno
y abono bajo la tierra sembrada de Amor; basura que dejamos, felices, para que
en nosotros germinen solo los frutos del Espíritu, la imagen viva de Jesús,
Mamá querida, fruto de tus entrañas, tu misma fisonomía, tu ternura materna
para todos.
77. El
misterio pascual en mí
21-2-1999. Guadalajara
Mamá,
María, sigue acompañándome por los caminos de la cruz que conduce al Calvario,
esto es, a la máxima humillación. Ahí está la auténtica resurrección: en la
muerte real del yo, sin desertar de la cruz.
Para
ello no puedo, como Jesús, apartar la mirada del Padre. «Padre, si es posible,
aparta el cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya»[101]. Y
esta, la voluntad del Padre, es precisamente mi misterio pascual, el
misterio pascual en mí, que no tiene como punto de mira sufrir, sino[102]
precisamente el gozo de la resurrección, para el que tengo necesariamente que
morir. Tiene su punta de lanza en el terrible temor del escándalo.
Todos
se escandalizarán por mí. Todos os vais a escandalizar, ya que está escrito:
«Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. Pero después de mi resurrección,
iré delante de vosotros a Galilea. Pedro le dijo: Aunque todos se escandalicen,
yo no. Jesús le dice: Yo te aseguro: hoy, esta misma noche, antes que el gallo
cante dos veces, tú me habrás negado tres...»[103].
Este
fracaso escandaloso de Jesús, humillado entre los más degenerados y
vergonzosamente apresados y ajusticia-dos[104], escándalo
público ante todo el pueblo en general y ante los suyos, avergonzados,
abandonándolo como todos, desmoronándose así todo el apostolado y apariencia de
bien, es la suprema cruz del apóstol.
1999
Inglaterra
Loeches y Siete Aguas (España)
78. ¡Cuán
bueno es nuestro Dios «a solas»!
15-6-1999. Vuelo Londres-Madrid
En
el aeropuerto de Londres[105]. A
Ti, Santísima Trinidad, de la mano de María, encomiendo con gran interés, en
función y servicio de nuestro carisma Verbum Dei estos Ejercicios que vamos a
empezar, Dios mediante.
Hágase
el cumplimiento de nuestra misión preferente de enseñar a orar; oración y ministerio
de la Palabra: predicar la Palabra de Dios, tu Palabra, que tiene que ser antes
orada, contemplada y gustada, asimilada y vivida con toda nuestra mente,
corazón, y fuerzas, para, así aplicarla lo más elaborada posible.
La
Buena Nueva, en efecto, será mejor y más eficazmente acogida, cuanto mejor
contemplada y dispuesta, para ser entendida, captada y acogida, de la mejor
manera posible, para Vida de muchos. Porque será así, más buena y más nueva.
Buena, con la bondad del mismo Dios y nueva con la novedad del Infinito.
Palabra de Dios que, por muy gustada y novedosa, resulta cada vez con nuevo
sabor y con el hallazgo sorprendente de lo inédito, siempre superior a lo
conocido anteriormente.
Esta
bondad divina y esta novedad del Amor infinito no se recibe de manos, ni de
lengua humana, que por muy original que parezca es ya palpada y masticada, sin
el encanto de la fruta cogida del árbol y madurada con todo su sabor, sin nada
artificial ni presionada; sino de la savia pura, del aire limpio y del calor
natural; sin presión alguna, ni forzadamente.
¡Cuán
bueno es nuestro Dios «a solas»! Fuente
pura de toda santidad y manantial jamás interrumpido ni menguado, sino como el
agua pura, que ve la luz por primera vez nacida de la entraña de Dios. Orar y
orar; estar y estar, fluyendo cada vez el agua más pura y cristalina, manando
en silencio y cándidamente, como las gotas brotan de la nieve, al beso admirado
y contemplativo del sol.
79. La
gracia de los Ejercicios
16-6-1999. Loeches
Gracias,
Señor, por el infinito interés, amorosamente manifestado y pretendido, de una
plena purificación en nuestra vocación y misión. Gracias, Trinidad Santísima,
por tu fidelidad invariable, impertérrita, a toda prueba y en toda
circunstancia. Gracias por tu donación total en la Santísima Eucaristía y en la
oración a todas horas.
Gracias,
Mamá querida, por llevarme de la mano en todo lugar y tiempo, en la bonanza y
en toda adversidad. Acompáñanos, Mamá, en estos próximos Ejercicios
espirituales. Que nos dispongan a poder ejercitar espiritualmente todo nuestro
ser, cuerpo y espíritu, sentidos y potencias para acoger, con manos pobres y
vacías, la riqueza y plenitud de gracia. Que la gracia de los Ejercicios nos
enriquezca con el carisma propio de la Palabra fecunda que enseña a orar.
80. Renuevo mi consagración
17-6-1999. Siete Aguas
Santísima
Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo que habitas en mí, como único Dueño de
todo mi ser en propiedad privada, te adoro y con toda humildad y gratitud renuevo
mi consagración total y exclusiva solo a Ti, de la mano de mi Mamá querida,
Madre de Dios y de la Iglesia.
Renuevo
mis votos de fidelidad a Ti, Padre, Hijo y Espíritu Santo, como Dueños
absolutos de toda mi vida y de mi muerte, de mi existencia en este mundo y en
la eternidad. Concédeme la sabiduría del Espíritu para gustar en profundidad el
sabor divino de tu Amor, y guardarlo solo dependiente y pegado a Ti.
Que
quede libre de todo, de todos y de mi yo, para estar solo dependiente y
adherido totalmente a Ti. Que ninguna creatura me separe de Ti o me distraiga
de tu mirada limpia, de tu escucha atenta, de tu afecto totalizante, que
transforme todo mi ser en Ti.
Guíame,
Mamá buena, Madre del Amor, todo Amor y solo Amor, en la que reside la plenitud
de la divinidad corporalmente, para que cada vez pueda acortar más la distancia
de tu plenitud de gracia.
Que
así, mi vida sea un perpetuo Fiat a la voluntad de mi Dios, para que
solo Él disponga de mí a su aire y complacencia, en unión con los moradores del
cielo y su canto: Santo, Santo, Santo. Ave, Ave María.
81. Ejercicios espirituales
18-6-1999.
Siete Aguas
Mes de Ejercicios espirituales[106].
Tendrían que ser unos Ejercicios espirituales en función de nuestra
espiritualidad y carisma. En vistas también a nuestra vida orante, propia
de nuestro carisma y misión específica: «oración y ministerio de la Palabra».
Con el fin de formar «fraternidades» de vida evangélica de personas de diversa
condición y estado que oren y enseñen vivencialmente a orar, constituyendo así
la Familia Verbum Dei, conjunto de personas de todo estado y condición que
viven ya nuestra espiritualidad en los cinco continentes.
Se trata de revivir cada día más abundantemente
y conscientemente nuestra consagración a las divinas Personas. De la mano de
María, con toda fidelidad a la voluntad de Dios, al Amor de Dios concretado en
nuestra dedicación[107] «a
tiempo completo» a la Palabra de Dios orada y practicada. Por lo que nuestros
Ejercicios se centrarían en la convivencia, lo más viva y consciente posible,
con las divinas Personas, que con nosotros y en nosotros conviven como en casa
propia y propiedad personal, enteramente suya.
Esta es la fuente primera de nuestra
espiritualidad, junto con las demás fuentes y ejercicios propios que
constituyen nuestra vida contemplativa-activa, con el lema de «contemplata
aliis tradere et omnia verba tradenda, antea contemplare et convivere»[108].
82. No
menospreciar la mirada
19-6-1999. Siete Aguas
María, Mamá querida, que tan limpiamente
descubriste sobre Ti la mirada del que es Todopoderoso, ayúdanos a no
menospreciar la mirada misma sobre la pobre miseria.
1999
Siete Aguas (España)
Poco a poco, Señor
25-8-1999. Siete Aguas[109]
En esta noche, Jesús, queremos agradecerte mucho tu confianza y tu
generosidad para con nosotros. Tu gran ilusión de que tu encarnación, tu venida
al mundo, tu muerte y pasión voluntaria y libremente aceptada y querida por Ti
mismo, dé el fruto que Tú quieres y esperas de cada uno de nosotros. Te
agradecemos tu entrega, pues te entregaste por cada uno pero, además, te sigues
entregando por nosotros, adquiriéndonos no con oro y plata, sino con el precio
de tu Carne y Sangre que recibimos todos los días.
Tal vez, nuestra conciencia, nuestra inteligencia y sobre todo
nuestra fe no tenga el alcance suficiente para valorar, como Tú quisieras, el
gran precio que Tú estás pagando por nosotros. Y no solo por nosotros, sino
para que muchos se beneficien del reparto que Tú pones en nuestras manos y de
la administración que nos confías para multitud de gentes de todas las
generaciones que no están en el tiempo, sino más allá del tiempo.
Por esto, María, te pedimos que nos ayudes a comprender este gran
radio de acción, este sin tiempo por toda la eternidad, por todas las
generaciones. Mujer de fe viva, auméntanos la fe, ayúdanos a entregar mente y
corazón a este Amor de Dios, para que percibamos cuánto nos quieres, cuánto nos
amas a todos y a cada uno y cómo quieres que este Amor trascienda a mucha
gente.
Sobre todo te agradecemos inmensamente esta elección, Jesús, ya que
nos dices: «Te hemos elegido nosotros». Al intervenir también el Padre, el
Espíritu y nuestra Madre la Virgen, lo normal es que estemos tranquilos, que
estemos seguros, que estemos prontos y dispuestos a corresponderte, puesto que
es elección tuya. Tu herencia eterna, tu testamento y tus últimas palabras,
Jesús, han sido riquísimas para nosotros; nos has dado lo mejor, que son tu
Espíritu y tu misma Madre, a fin de vernos acompañados como Tú mismo y contigo
mismo con una compañía suficiente, necesaria, agradable y feliz. Gracias por el
interés que has tenido al estar también Tú presente en nosotros uniéndonos al
Padre, como decías en tu oración: «para que el Amor con que Tú me has amado,
Padre, esté en ellos y yo en ellos»[110].
Poco a poco,
Señor, iremos descubriendo la grandeza de tu
presencia, una vivencia que es convivencia con las divinas Personas y con
nuestra Madre, la Virgen. Convivencia que quieres que comuniquemos y que
llamamos también comunión diaria para quitar el pecado del mundo, para tener tu
misma misión. Somos elegidos no para algo abstracto, sino muy concreto.
Queremos, Señor, que esta gratitud no sea algo teórico, sino nuestra entrega
unida a la entrega de tu cuerpo, de tu sangre en la más terrible humillación,
en el más cruel abandono y tortura quedándote solo, ahí, con tu Amor por todos
los hombres.
Puede que algún día nos sintamos muy solos, que la gente no nos
comprenda, que nosotros mismos estemos como confundidos y abandonados, como Tú
mismo te sentías en el abandono del Padre al decirle: «Padre, ¿por qué me has
abandonado?»[111].
No obstante, no te dirigías a nadie, sino directamente a Él, dialogando con Él.
Que en estos momentos de dificultades, de desolaciones, de
incapacidades y de impotencias, nos dirijamos a Él con la confianza segura de
que nos va a escuchar. Por esto, al cabo de pocos momentos le pudiste decir:
«Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu»[112]
y me confío totalmente.
Esta lección tuya, este último pregón de tu evangelio y de tu Amor
infinito al nombre del Padre también nos da a nosotros el camino, la verdad y
la vida que quieres que reconozcamos fielmente. María, a quien dejó a nuestro
lado para nuestra compañía segura, también nos acompañará con su gracia, para bien
de tantos hijos suyos.
Gracias por este día. Son días riquísimos. Si sabemos acogerlos y
si tenemos un poco de fe, como un grano de mostaza, seremos capaces de
trasladar esta montaña del yo y dar paso a Jesús, que viene a nuestra vida.
Que sintamos, como Pablo, que «ya no vivo yo, sino que es Cristo
quien vive en mí»[113].
¡Qué maravilloso que todo un Dios se quiera arropar con nuestra carne y sangre!
Quiere hacerse presente en el mundo con nuestra humanidad para que antes que
sea polvo y ceniza pueda haber sido la humanidad de Dios, con la plenitud de la
divinidad, como Jesús.
Que con la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo esté,
también, el recuerdo tuyo, María, que recibimos también en la Eucaristía, que
es la carne y la sangre que tomó Jesús de tus entrañas y que nos comunica todos
los días. Esta comunión debe hacerse a lo largo de toda la jornada porque es
convivencia, porque es comunión contigo y con todos los hermanos.
No queremos excluir a nadie del banquete, de la cena filial. ¡Felices
los invitados a esta cena! En esta cena, en la misma Eucaristía, nos dices que
podamos compartir la Vida eterna con multitudes. Algo que no hay ningún
millonario del mundo que pueda comprar con los valores de esta tierra, pero que
nos has querido dar. Tú mismo diste gracias al Padre por esto y nosotros nos
unimos a esta gratitud.
También queremos pedirte perdón por los momentos que por nuestra
desidia o pereza, o por nuestras distracciones, hubiésemos podido perder la
Vida de alguien. Queremos hacerles llegar esta comida y bebida necesaria del
Amor de Dios, como Tú dices, Jesús: Comeréis y beberéis conmigo en la cena y
felices los que puedan participar en ella. Perdónanos, Señor, y que nosotros
sepamos perdonar. Que admitamos también tu perdón generoso entre todos. Que
nunca vayamos a dormir sin esta seguridad de comunión del amor total tuyo, en
la medida en que nosotros amamos y perdonamos a todos nuestros hermanos.
María, «acompáñanos siempre con tu entrañable amor de Madre, para
que nuestra consagración a la Palabra viva de Dios y predicación de la misma
sean un manantial continuo de Vida eterna por generaciones»[114].
Matrimonios, es necesario que habléis con el Señor. A Él le gustará
muchísimo vuestra conversación, por vuestra gran responsabilidad y por la
confianza que deposita en vuestras manos. Habladle de vuestro cónyuge, habladle
de cada uno de los hijos, cada día, con mucho interés.
La conversación de un papá y una mamá
con Dios es lo más digno de atención de nuestro Dios.
Por esto, se comprende que la santidad y la entrega de cantidad de personas que
han reproducido a Cristo vivo vienen de las oraciones y de los sacrificios, del
amor del papá y de la mamá. Hablad con la Trinidad y con María sobre cada uno;
concretamente sobre cada hijo, para que apoyen también una misión tan grande y
tan trascendente.
Que tampoco nos olvidemos de que, sobre todo, en la Rama de los
Matrimonios, cada uno sea un apoyo, una ayuda, no para un círculo cerrado de
Verbum Dei, sino para responsabilizarse de la hermandad para con todos los
matrimonios del mundo. Tenedlos presentes a todos, pues recibimos para muchísimos.
Ellos tienen derecho a recibir de nosotros este auxilio, esta gracia y esta
comunión eucarística que brota de nuestros corazones; este amor de padre y
madre que Jesús nos manifiesta, abriendo su costado y dando a luz, desde su
corazón, a toda la Iglesia.
84. Ante el sacramento de la Eucaristía
26-8-1999. Siete Aguas[115]
Ante el sacramento de la Eucaristía, Jesús,
queremos darte gracias al final del día por la plenitud de luz, de amor y de
cariño que hemos podido experimentar y palpar en tu contacto vivo con nuestro
corazón.
Solamente la fe nos da la luz para poder descubrir esta intimidad,
este contacto vivo con todo tu Ser. Tú, que con tu sola presencia y el contacto
con la orla de tu vestido podías curar a los enfermos, evidentemente, nos darás
esta fe suficiente, para curar en nosotros toda flaqueza, toda debilidad, todo
pecado, para que, limpios de corazón, podamos verte «tú a tú, cara a cara»;
podamos dialogar contigo, conocerte íntimamente y quedar seducidos y cautivados
por Ti.
Hoy podemos reconocer y agradecerte el precio que das, que has dado
y sigues dando, hasta el fin de los tiempos, a aquellos que Tú eliges en bien
de toda la humanidad, y el ser contados entre ellos. Y, aunque no
correspondamos con aquella fidelidad que deseamos, Tú descubres en nosotros el
deseo, las ansias, el interés de corresponderte hasta dar el fruto abundante y
permanente, por el que Tú nos has llamado. Este fruto que permanece, aun cuando
nuestro cuerpo ha terminado ya su misión en este mundo de representarte vivo,
palpable y audible, a todas las gentes que Tú nos confías.
Ayúdanos, María, a comprender al Dios que Tú llevaste en tu seno y
que santificaba a las personas a tu paso, en tu presencia, como a Juan
Bautista, el primer misionero de Jesús. Que comprendamos a este mismo Dios que
tenemos también nosotros, todos los días, de una forma sacramental.
Que seamos conscientes de que recibimos la presencia viva de
nuestro Dios creador, de nuestro Dios redentor, de nuestro Dios santificador.
Que de Ellos aprendamos vivamente su Palabra, su Vida, su Amistad, el mismo
Amor pleno que tuviste en Ti, Madre.
María, llena de gracia, reconocemos tu plenitud de gracia en
nuestra oración que te repetimos tantas veces y en la que te añadimos que
intercedas por nosotros pecadores. Tú sabes que nos pueden las tendencias
adquiridas, los vicios, pero queremos superarlos totalmente hasta ser cada día
más semejantes a Ti, con plenitud de gracia en la misma perspectiva de las
generaciones que Tú cantas y llenas de felicidad por tu «sí» y por tu gran
limpieza de corazón.
Así como el mismo Dios nos eligió en Cristo, tu Hijo, antes de la
fundación del mundo para ser santos e inmaculados en su presencia[116],
en la presencia de Dios, en el Amor, María, Medianera de todas las gracias,
contamos con esta ayuda, con este poder tuyo, para poder, así, ser acompañados
por Ti, como el mismo Jesús, en el desempeño de la misión que Él nos confía.
«Acompáñanos, María, con tu entrañable Amor de Madre, para que
nuestra consagración a la Palabra viva de Dios y propagación de la misma, sea
un manantial continuo de Vida eterna por generaciones»[117].
A todos los elegidos para este encuentro, ante Jesús sacramentado,
ayúdalos, Madre, a tomar conciencia de la obligación, del deber y del derecho
que tienen a repartir y compartir la Vida de Dios. Sobre todo en sus hogares,
con los más próximos y con aquellos que de continuo están presentes en el mismo
hogar, en su mente, en su corazón y también físicamente. Dales este calor de
hogar que todos queremos y cuya garantía y seguridad es la presencia de la Mamá
de todos, para la unión y comunión de toda la familia y de toda nuestra gran
familia de Dios.
Madre, Madre de la Iglesia, Madre de toda esta familia, Madre de
cada uno de los hogares, cuenta con nosotros para que todo nuestro ser sea un
sí, un Fiat, un eco fuerte y vivo de tu «sí» a la propuesta y al
proyecto de Dios que Tú supiste mantener firmemente.
Intercede ahora por nosotros, para nuestro cumplimiento fiel del
mismo proyecto de Dios, teniendo la misma fidelidad tuya. Madre de los
creyentes, que siempre fuiste fiel, danos tu confianza, danos tu fe.
Es muy conveniente que los papás y mamás cada día tengan ante Dios,
ante la Trinidad y la Virgen, el recuerdo vivo de su cónyuge, de cada uno de
los hijos, nominalmente, uno a uno, delante de Dios. Él espera la participación
viva de cada uno, de los padres y madres en bien de sus hijos y de la descendencia
que Dios les tiene preparada. Cada uno elige la Vida para todos ellos y para su
gran descendencia por los siglos y generaciones.
Que cada uno recuerde a toda la Fraternidad. Que tengáis un
compromiso entre vosotros, los hogares, pues esta es la finalidad de la
Fraternidad, de la Familia Verbum Dei: un compromiso de ayudarnos, de
responsabilizarnos de los propios hijos y también de los hijos, familias y
hogares de cada uno, en cualquier momento que se precise, en todo momento, con
nuestra mente, nuestro corazón y nuestras oraciones. Y también recordemos a la
Iglesia, la gran familia universal de Dios y de María en toda la tierra.
85. Que aspiremos a la
santidad
27-8-1999. Siete Aguas[118]
Te saludamos, Padre, todos tus hijos, muy unidos, con mucho cariño
y con mucha gratitud. Queremos complacerte como Tú deseas, como Tú quieres y
como a nosotros nos llena y nos enriquece enormemente con tu misma Vida eterna
en nosotros mismos.
«Padre Nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el
cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdónanos nuestras deudas como
nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en tentación, mas
líbranos del mal. Amén».
Madre nuestra, que tanto nos ayudas, que tan diligente, atenta y
delicada eres con cada uno de nosotros, que no perdamos la imagen de nuestro
Padre Dios y seamos cada día más semejantes a Ti, Mamá; que tengamos tu mismo
interés por todo el Hogar; que nos veas a todos así, con la misma comunión, con
el mismo Amor del que Tú estás llena, con abundante gracia divina.
«Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor está contigo,
bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre,
Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la
hora de nuestra muerte. Amén».
Queremos glorificarte, Trinidad Santísima, que te has dignado
habitar en nosotros mismos, haciendo de cada uno tu sagrario preferido, tu
tienda del encuentro con muchos hijos, a quienes quieres que nosotros revelemos
tu mismo rostro y tu mismo Amor infinito.
«Santo, Santo, Santo, Dios del universo, llenos están el cielo y la
tierra de tu gloria. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.
Como era en un principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.
Santo Fuerte, Santo Inmortal, líbranos, Señor, de todo mal».
Queremos darte gracias, Jesús, siempre con los brazos abiertos para
abrazarnos íntimamente; siempre con tu pecho abierto para tenernos ahí a todos
nosotros, acogiéndonos con cariño, con amor, corazón a corazón. Amor con amor.
Queremos agradecerte un día lleno de tu presencia, un día más de nuestra
existencia en este mundo. Lo que tanto te interesa, es que la plenitud que nos
dais la podamos revelar con nuestra conducta, con nuestra vida, con todo
nuestro ser. Te pedimos, Jesús, que te podamos imitar.
Queremos Espíritu Santo, tener una fidelidad total porque como
Señor y Dador de la Vida a la Iglesia, cuentas con nosotros en todo momento. Tú
nos das la gracia abundantísima que recibimos en la Eucaristía cada día y en la
que nos congregas en Uno, para que sea muy abundante la ayuda, el auxilio a
todo el Cuerpo de Cristo. Que todos los miembros puedan recibir la salud, la
fuerza, la medicina, el remedio que necesitan en todo momento.
Somos conscientes de que así llegamos y alcanzamos los confines de
la tierra, como Tú decías, Señor, en tu Palabra, en los mismos Hechos de los
Apóstoles: «Seréis mis testigos, en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta
los confines de la tierra»[119].
Seremos tus testigos en las ciudades, en los pueblos donde Tú dispones que
estemos, para que Tú te hagas presente en todos estos lugares por donde
nosotros vamos pasando. Eres Tú quien pasas cuando nosotros vamos tomando
conciencia del amor, el cariño y la confianza que nos vas depositando y
demostrando todos los días.
Te pedimos, Señor, que te encuentres a gusto en tu casa, que es
nuestro cuerpo, que es nuestra vida; que puedas disponer de nuestra mente y
nuestra inteligencia. Necesitamos aplicarla íntegramente en tantos miembros de
tu Cuerpo que necesitan nuestra ayuda, nuestro corazón, nuestro afecto. Que sea
solo tu Amor puro y limpio el generador de Vida, reconstructor y medicina
segura de salvación para todos.
Te pedimos, Señor, que como todos los días, después de darte
gracias por tantos beneficios, podamos enumerar un poco la cantidad de dones
que nos has ido dando durante el día para que nos acostumbremos a no perder ni
uno, a no corrompernos en nada, a darlos con toda su virtud generadora de vidas
eternas, de comunión en los hogares, de unión entre todos tus hijos.
Por esto, te pedimos perdón por todos los fallos que hayamos podido
tener de pensamiento, de deseo, de palabra y de obra. Perdón por todo lo que
hemos fallado en toda nuestra vida. Queremos que nos sirva como empuje, como
ayuda, como estímulo de un amor más puro y total.
A quien mucho se le perdona, dices Tú mismo, mucho ama. Luego,
mucho amor esperas de nosotros. Somos pecadores, fallamos, tenemos debilidades,
las conse-cuencias de los frutos de la carne y sus huellas en nosotros.
Queremos que queden totalmente borrados de nosotros sin que quede cicatriz de
nada por la fuerza grande de tu amor, para que sea verdad lo que tanto deseas:
que tengamos tu imagen perfecta «como el Padre celestial es perfecto»[120].
Que aspiremos a la santidad
como Santo eres Tú, Padre, Hijo, Espíritu Santo, María, Mamá de todos. Que
lleguemos a esta plenitud de gracia, plenitud de amor, plenitud de
cariño en los hogares inmensos que nos vais señalando a cada uno. Con las
generaciones que te llamarán feliz, Madre, también queremos unirnos al cántico
tuyo todos los días; por la felicidad de todos ellos, y por la felicidad de
toda la tierra en todos los continentes.
Queremos recordar también a todas las fraternidades en los cinco
continentes, con las grandes aspiraciones de los matrimonios, para que lleguen
a ser realidad. Que no los abandonemos, sino que los tengamos muy presentes. Ya
que ellos tienen el derecho y nosotros tenemos el deber, y el derecho también,
de comunicarles la inmensa riqueza que vamos recibiendo. La facilidad que
tenemos de tratar contigo y de irnos formando para que también les abramos paso
a ellos. Te pedimos que tengan formación, la formación de vida y sobre todo el
conocimiento vuestro, Padre, Jesús, Espíritu Santo, Mamá María, Madre de todos.
Contad en todo momento con nuestra vida, con nuestros sacrificios y
sufrimientos voluntarios, con todo aquello que aceptamos con cariño y con amor,
aunque muchas veces nos hiere, pero que lo ofrecemos ya, de antemano, libre y
voluntariamente como Jesús, cuya presencia viva en la Eucaristía está en estado
perpetuo de humillación. Tú, Jesús, estás más humillado tal vez en nosotros que
en el sagrario, al no encontrar en cada uno la acogida a tus deseos de tener en
nosotros esta convivencia feliz, cariñosa, acogedora de Ti y de todos los
miembros de tu Cuerpo.
Cada uno, ahí, tiene el deber y el derecho de hablar, personalmente,
nominalmente, de su cónyuge y de cada uno de sus hijos a la Trinidad y a María.
También de aquellos hijos espirituales que se nos confían para que vayan en
aumento cada día. Hablar con el Señor de nuevos hogares y nuevos hijos que van
recibiendo la misma Vida de Dios.
86. La grandeza de la misión
29-8-1999. Siete Aguas[121]
Pidamos a María que sepamos ser y hacer de nuestra vida un Magnificat,
que es un cántico de gratitud. Magnifica, proclama, exalta, agradece mi alma y
mi vida al Señor, porque ha puesto la mirada sobre la humildad de su esclava.
Nosotros nos sumamos a su canto del Magnificat, para dar
gracias al Padre en unión con Ella. Con Ella continúo con la música de fondo de
mi jornada, que es la melodía del «Santo, Santo, Santo» al Dios que habita en
mí.
Jesús mismo, carne y sangre de María, dice: «¿cómo vas a agradecer
tú al Padre tantas maravillas?» ¡Ofrécele la hostia y el cáliz para darle
gracias de este acontecimiento! Si tal vez hay algún detalle de falta de fe, y
aún no lo descubres del todo, lo descubrirás realizando la misión. Esta
vocación no se entiende nunca al principio. Al principio, yo no veía casi nada,
más que a Cristo que me amaba, que había dado la vida por mí, que había muerto
por mí: «Me amó y se entregó por mí»[122].
Pero es a posteriori cuando se descubre la grandeza de la
misión. Me pregunto muchas veces: «Y si yo hubiera dicho que no ¿qué habría
sucedido?». Por esto, Mamá, no me permitas decir «no». Ayúdame a mi lado, a
pronunciar tu Fiat a todas horas. Sea lo que sea, esté sano o enfermo,
útil o inútil, en cualquier parte del mundo.
Ayúdame, Madre, a hacer de mi vida un Fiat, un «sí» total,
no por mí, sino por los millones de personas que Tú nos confías a cada uno.
Para que así lo vivamos, lo agradezcamos y lo propaguemos y contagiemos,
roguemos al Señor.
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