ME AMÓ





1.        Ante la hoguera de Amor del corazón de Cristo
Nec lingua valet dicere… «Ni la lengua puede decir ni la mente pensar ni el más intenso amor intuir…». Jesús rebasó todos los records de amor, todos los sueños de entrega y donación. Jesús, para el que no hay extremos ni linderos, traspasó todas las fronteras; pasó muy por encima de toda mente humana. Comparado con los amores de la tierra, quedarían como pedazos de hielo ante la hoguera de Amor del corazón de Cristo. Es por esto, que ninguna postura o actitud, por indiferente, fría o degenerada que se halle, puede resistir el grado de calor, la intensidad térmica y presión de este Amor que se funde todo él en eucaristía. Eucaristía-Amor en constante actitud de donación, bocado que se echa de boca en boca, brasa que se esparce de corazón en corazón.
Jesús se reparte como puñado de fermento en las pequeñas y grandes masas de harina. Apunta solo al pan de todos y cada uno. Sueña con la vida abundante. No quiere otro pasto. Es el pienso que Él ha compuesto y preparado para todos, es toda la cantidad que se precisa y mucha más. Es toda cuanta vitamina necesita y requiere el esfuerzo más extremado e inaudito de cualquiera que se entrega y se lanza en picado a ser «eucaristía». Este régimen, preparado y elaborado por Jesús mismo, contiene en sí toda la fuerza y deleite para divinizar y transformar a cualquier individuo, sea cual sea su estado de anemia, aunque hubiera muerto y fuera un montón de huesos secos.
La eucaristía, luz y calor, sacramento de fe y amor, penetra hasta las profundidades más escondidas y ranuras del alma. No deja nada sin rastrear. Proyecta rayos de luz en las cavernas y escondrijos más recónditos del corazón humano. Torna en día despejado y claro la noche más turbia y confusa, más cerrada e intransitable. Es guía y viático en los momentos de mayor incertidumbre y peligro.

En la eucaristía Jesús atiende y llega a todos los secretos, a todas las fibras y moléculas del gran misterio del corazón humano. En este corazón Él ha sembrado la semilla de su propio ser, la imagen viva de su sustancia. Por la eucaristía todo toma el ritmo y transustanciación del amor: Dios hecho
Tu amor hoy me llega al fondo del alma.
Tu luz me penetra e inunda mi ser
Tu dulce presencia es gozo que calma.
serena mi alma, me da tu querer.
Mi vida en Ti centras. Te llevas mi amor.
De mí te apoderas, fascinas y llevas
mi cuerpo, mi sangre, mi gozo y dolor.
Y así me transformas, consagras, renuevas…
Me fundes y abrasas con todo tu ardor.
¡Oh, Pan eucarístico! Mi vida y mi luz,
mi gracia, mi encanto, mi aire y mi sol.
Contagia e imprime en mis carnes tu cruz,
tus clavos, tu lanza. Sé Tú mi crisol.
Haz de mí hostia pura. Haz de mí un Jesús.
     Me pongo de nuevo en la patena
Gracias, mi Señor, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Gracias, Mamá querida.
Me parece todo excesivo lo que me dais. Bien sé que no merezco nada de cuanto reserváis y me confiáis, conociendo mi pobre miseria. Tal como soy, me pongo de nuevo en la patena, que tantas veces he elevado en mis manos. El pan, sí, se ha ofrecido para ser Jesús, no tanto mi pobre vida, que no ha podido recibir tal transformación, como el pan y el vino; sin alcanzar, como el pan y el vino, ser carne y sangre de Jesús.
De nuevo, Señor, reclamáis mi consagración, sincera, total, definitiva. Así lo siento y deseo de veras en mi corazón. Me humilla, verme tan falto de virtud, de vida coherente con tanta gracia recibida y tal derroche de confianza de parte vuestra para conmigo.
¡Cómo quisiera suplir con fuego de Amor tal desproporción, convirtiendo mi tiempo en redención abundante, para mi pobre alma y para tantos hermanos que reciben la influencia de mi conducta positiva o negativa! Por todos ellos ruego y me consagro de nuevo a Vos, Santísima Trinidad, por manos de la Mamá querida.
    Mi Jesús, Hostia de Amor
Mi Jesús, Hostia de Amor,
cuando mis ojos se inclinan
en profunda adoración
e íntima contemplación,
son tus ojos que me miran
y me vence tu atracción.
Pues, más que ver, adivinan,
de penetrantes que son.
A tal punto me fascinan,
que ansío tu comunión.
Mis amores se me olvidan
para cantar a tu son.
Mi sangre y mi corazón
la uva y trigo ya envidian.
Soñé que mi yo molían
y en tu patena y copón,
contigo me refundían
para la consagración.
Y los ángeles me adivinan
que somos comunión.
Contigo seré perdón
y cordero que victiman
unido a tu redención.
Y aunque todos me maldigan,
yo contigo ya me voy
del mundo donde me digan.
Cuenta conmigo mi Amor.
Tus redimidos me gritan
y en ellos siento tu voz,
me reafirmo: «aquí estoy».
Y aunque todos me lo impidan,
cuenta conmigo, mi Amor.






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